Otra regla matemática en torno a la comida es: “si tu hijo te ve preocupado porque no come…pues menos comerá”
Esto es así en general con muchos aspectos de la crianza de los pequeñines, y es que resulta que toda esta atención que colocamos en torno a un tema particular termina siendo toneladas de atención extra que a ellos les encanta, y que por lo tanto, intentarán mantener.
Funciona más o menos así:
1.-La criatura “casualmente” no quiso comer ese día o comió mal,
2.-Mamá hizo mil morisquetas, ofrecimientos desproporcionados, amenazas (que gracias a Dios casi nunca se cumplen), también algunas súplicas (“hijo, por favor termina de comer aunque sea este pedacito, te lo juro que te va a gustar, esta rico, pruébalo anda…todo esto con cara de real súplica)
3.- También algunos comentarios que revelan quién tiene el poder en la mesa: “¡este muchacho me va a matar con la comida!” “otra vez me quiere mortificar”, “¿quieres que mamá se ponga triste?”
4.- En fin, los padres cuando estamos equivocados y mortificados, somos capaces de hacer todo un despliegue de comportamientos que lo único que hacen es reforzar justamente la conducta que nos mortifica porque estamos sobre atendiendo al pequeño tirano. Mucho menos atención recibiría seguramente si comiera un bocado tras otro sin mayor problema ¿cierto?
5.- Así que como esta tonelada de atención y tiempo extra resulta gratificante, además de la maravillosa sensación de tener el control sobre mami…la consecuencia es obvia: la próxima vez tampoco quiere comer y el show vuelve a comenzar.
La solución es una sola: ser indiferente ante la negativa de comer…ahora, díganme ustedes ¿qué mamá entiende esto con un platico lleno de comida por delante? La respuesta también es una sola: casi ninguna.
Y es que cuando nace el bebé, en ese mismo instante uno comprende que debe hacer de todo lo que esté a nuestro alcance, y también lo que no, para mantenerlos cuidaditos, sanos y felices…y no se quien dijo que comer mucho era una de esas cosas que había que hacer, pero casi todas las mamás nos mortificamos terriblemente si nuestro pequeñito no come como quisiéramos.
Yo entendí muy tarde que durante un tiempo lo que hice fue reforzar los berrinches de Natalia con la comida y en mi afán de que comiera gran variedad de frutas y vegetales para que no fuera gordita, lo que hice fue agrandar un problema que era circunstancial y pequeño. De allí que me dediqué a pensar con la cabeza profesional antes que con el corazón de mamá cada vez que voy a servirle la comida…así que con propiedad les digo que sí se puede.
Así que mi recomendación es una, cambia cuanto algunos esquemas de pensamiento equivocados, solo así podrás sentarte a la mesa sin sentirte agobiada por el tema:
Los niños son más saludables si comen más: absolutamente falso, los niños deben comer lo que necesitan para crecer y jugar, solo eso. Si comen más, serán gorditos y si comen menos se verán ojerosos, flacos, enfermizos y con un cabello débil…si este es tu caso, busca ayuda profesional.
¡Es pecado botar la comida!: según las prácticas religiosas de cada quien esto podrá o no ser verdad, lo que si es cierto que con lo difícil que resulta en este país conseguir la comida, lo que cuesta al pagarla y el tiempo que lleva cocinarla, realmente es frustrante tener que botarla en la basura. Sin embargo, si tu hijo no quiere más no la botes, guárdala para mañana o congélala para uno de esos momentos donde la flojera no te deja cocinar.
“Después se va a estar muriendo de hambre”: esto también probablemente sea cierto, sin embargo si te mantienes firme hasta la próxima comida lograrás ir creando buenos hábitos, nadie se muere de hambre en 3 ó 4 horas que es lo que toma en llegar la próxima comida, así que tu retoñito logrará sobrevivir a esta prueba. No es necesario que le recalientes mil veces el mismo plato que mil veces no se ha comido. Ofrece cada vez alimentos apetitosos y saludables, si va a comer poco, pues que sea comida de calidad.
Solo si cambiamos estas ideas equivocadas (pero muy arraigadas en el corazón y la cabeza de cada mamá…y ni hablar de las abuelas) podremos sentarnos a la mesa más relajados, mantener el control de la situación, animar a los niños a comer (en lugar de suplicarles que lo hagan) y retirar el plato con indiferencia antes que la situación comience a salirse de sus límites. Solo así cada hora de comer ira siendo mejor que la anterior.
Esto es así en general con muchos aspectos de la crianza de los pequeñines, y es que resulta que toda esta atención que colocamos en torno a un tema particular termina siendo toneladas de atención extra que a ellos les encanta, y que por lo tanto, intentarán mantener.
Funciona más o menos así:
1.-La criatura “casualmente” no quiso comer ese día o comió mal,
2.-Mamá hizo mil morisquetas, ofrecimientos desproporcionados, amenazas (que gracias a Dios casi nunca se cumplen), también algunas súplicas (“hijo, por favor termina de comer aunque sea este pedacito, te lo juro que te va a gustar, esta rico, pruébalo anda…todo esto con cara de real súplica)
3.- También algunos comentarios que revelan quién tiene el poder en la mesa: “¡este muchacho me va a matar con la comida!” “otra vez me quiere mortificar”, “¿quieres que mamá se ponga triste?”
4.- En fin, los padres cuando estamos equivocados y mortificados, somos capaces de hacer todo un despliegue de comportamientos que lo único que hacen es reforzar justamente la conducta que nos mortifica porque estamos sobre atendiendo al pequeño tirano. Mucho menos atención recibiría seguramente si comiera un bocado tras otro sin mayor problema ¿cierto?
5.- Así que como esta tonelada de atención y tiempo extra resulta gratificante, además de la maravillosa sensación de tener el control sobre mami…la consecuencia es obvia: la próxima vez tampoco quiere comer y el show vuelve a comenzar.
La solución es una sola: ser indiferente ante la negativa de comer…ahora, díganme ustedes ¿qué mamá entiende esto con un platico lleno de comida por delante? La respuesta también es una sola: casi ninguna.
Y es que cuando nace el bebé, en ese mismo instante uno comprende que debe hacer de todo lo que esté a nuestro alcance, y también lo que no, para mantenerlos cuidaditos, sanos y felices…y no se quien dijo que comer mucho era una de esas cosas que había que hacer, pero casi todas las mamás nos mortificamos terriblemente si nuestro pequeñito no come como quisiéramos.
Yo entendí muy tarde que durante un tiempo lo que hice fue reforzar los berrinches de Natalia con la comida y en mi afán de que comiera gran variedad de frutas y vegetales para que no fuera gordita, lo que hice fue agrandar un problema que era circunstancial y pequeño. De allí que me dediqué a pensar con la cabeza profesional antes que con el corazón de mamá cada vez que voy a servirle la comida…así que con propiedad les digo que sí se puede.
Así que mi recomendación es una, cambia cuanto algunos esquemas de pensamiento equivocados, solo así podrás sentarte a la mesa sin sentirte agobiada por el tema:
Los niños son más saludables si comen más: absolutamente falso, los niños deben comer lo que necesitan para crecer y jugar, solo eso. Si comen más, serán gorditos y si comen menos se verán ojerosos, flacos, enfermizos y con un cabello débil…si este es tu caso, busca ayuda profesional.
¡Es pecado botar la comida!: según las prácticas religiosas de cada quien esto podrá o no ser verdad, lo que si es cierto que con lo difícil que resulta en este país conseguir la comida, lo que cuesta al pagarla y el tiempo que lleva cocinarla, realmente es frustrante tener que botarla en la basura. Sin embargo, si tu hijo no quiere más no la botes, guárdala para mañana o congélala para uno de esos momentos donde la flojera no te deja cocinar.
“Después se va a estar muriendo de hambre”: esto también probablemente sea cierto, sin embargo si te mantienes firme hasta la próxima comida lograrás ir creando buenos hábitos, nadie se muere de hambre en 3 ó 4 horas que es lo que toma en llegar la próxima comida, así que tu retoñito logrará sobrevivir a esta prueba. No es necesario que le recalientes mil veces el mismo plato que mil veces no se ha comido. Ofrece cada vez alimentos apetitosos y saludables, si va a comer poco, pues que sea comida de calidad.
Solo si cambiamos estas ideas equivocadas (pero muy arraigadas en el corazón y la cabeza de cada mamá…y ni hablar de las abuelas) podremos sentarnos a la mesa más relajados, mantener el control de la situación, animar a los niños a comer (en lugar de suplicarles que lo hagan) y retirar el plato con indiferencia antes que la situación comience a salirse de sus límites. Solo así cada hora de comer ira siendo mejor que la anterior.