La mujer, cuanto más calladita, dócil y sumisa, mejor.
¡Qué más quisieran ellos!
La mujer moderna sabe lo que vale, lucha por lo que quiere, forja su propio destino, defiende aquello en lo que cree y no se deja llevar por lo que los demás digan o esperen de ella.
La mujer por naturaleza, en mayor o menor grado, es sumisa. Independientemente de como fuimos educadas o de las enseñanzas que recibimos, hay situaciones que no necesariamente se dan sólo en el hogar, la sumisión de la mujer se deja sentir en el trabajo, con las amigas y con algunos miembros de la familia.
Sin embargo, cuando se habla de sumisión inmediata y automáticamente se piensa en la relación de pareja, y si alguien nos pregunta “¿eres sumisa?” la respuesta es un rotundo “NO”. Y es que en muchas mujeres, la sumisión dejó de ser un componente en el hogar, muchas mujeres hemos dejado la sumisión en el siglo pasado; para muchas sus relaciones de pareja no se parecen en nada a las de mamá y mucho menos a las de la abuela.
SOMOS MUJERES MODERNAS
Las mujeres de la nuevas generaciones han dejado atrás la cultura de la docilidad y de la sumisión, se tratan de forma igualitaria, difícilmente acatan órdenes y tratan de vivir en igualdad. Ya no consideran al hombre como dueño de la verdad o de los derechos, y la mujer actual no necesita depender de un hombre para salir adelante.
Lo normal es que en una relación haya IGUALDAD que seguro nos llevará a tener una mejor relación de amor y respeto.
Ya no tenemos que ser mujeres miedosas para quedar bien. Somos una nueva generación.
Nuestra esencia de mujer nos hace ser suaves, pasivas y cálidas.
Pero…
la mujer de hoy
EXIGE IGUALDAD.
En los cuentos de antaño, tanto Blanca Nieves como la Cenicienta nunca llegaban a enfrentarse a las malvadas madrastras a fin de defenderse y hacer valer sus derechos. Ellas eran dulces, dóciles, y aceptaban su destino con humildad.
La “mala” de la película es siempre la que lucha por lo que quiere, la que lucha por su metas. Esto provocaba que fuesen vistas como mujeres insensibles que se creen el centro del mundo y que intentan robar el protagonismo de la toma de decisiones que debiera tener el príncipe, el hombre.
Así, incluso hoy sin darnos cuenta, las mujeres que luchan por aquello en lo que creen son presentadas como las malas, por no restar revoloteando alrededor del marido. Se dice de ellas que “dejan mucho que desear como esposas”, y si dicen “no quiero” o “no puedo” son presentadas como egoístas.
Igualmente, si no abandonan todo lo que tienen por ayudar a los demás, son unas desalmadas… Y siguiendo en esta línea, si la mujer lucha a capa y espada por obtener un ascenso en el trabajo, resulta que es una ambiciosa codiciosa.
En otras palabras, cuando la mujer no se doblega y no se comporta con docilidad y sumisión, se convierte en una mujer de mala conducta.
En cambio, si es un hombre quien logra todo sin importarle a quien se pase llevando, incluso dejando de lado esposa e hijos, aun así se convierte en un hombre exitoso y de gran coraje.
Sumisión + docilidad = BUENA MUJER ????
Esas actitudes de sumisión y docilidad que han sido adjudicadas a la mujer se convirtieron en parte de nuestra personalidad y en un hábito que provoca que incluso sin darnos cuenta nos encontramos haciendo cosas que no queremos, que estemos en lugares que odiamos, diciendo que “SÍ” cuando en realidad queremos decir “NO” y disculpándonos por no estar a la altura de las circunstancias y las necesidades de los demás.
HOY POR HOY NO VIVAS DANDO EXPLICACIONES, nadie las entiende y tampoco las necesita.
Y de todas las maneras nunca vamos a darle el gusto a todos. Es el eterno dilema femenino, “si doy soy liviana, si soy sumisa soy tonta” y “si no doy o no cedo, entonces soy mala, egoísta, orgullosa y rebelde”. Como se dice comúnmente, “las niñas buenas van al cielo, las niñas malas van a todos lados”. En ese contexto, queremos ir “al cielo”, ¿lo logaremos siendo sumisas? ¿o lo perdemos si luchamos por nuestros derechos?
RECUERDA, NO ERES UN FLORERO,
eres mujer, y muy inteligente.
Afortunadamente ya no somos niñas y tenemos que dejar atrás las ideas preconcebidas que han hecho de la sumisión parte de nuestra naturaleza, no debemos temer y mucho menos sentirnos culpables cuando actuamos como lo que somos: mujeres adultas que defienden sus intereses, que sabemos lo que queremos y no queremos en la vida, que hacemos valer nuestros derechos, defendemos muestras decisiones y opiniones y expresamos nuestras emociones con honestidad sin dejar por ello de ser MUJERES.