Hay mujeres que tienen suerte y el amor no las rehúye.
Otras esperamos, esperamos y seguimos esperando…
Quisiéramos enamorarnos de alguien que también nos ame, que merezca nuestro amor y nos haga felices…
pero la espera continúa.
En algún instante de nuestra historia, nos cansamos de milongas y queremos querer y seguir queridos, dice una canción de Andrés Calamaro. Y es cierto, pues a todos tarde o temprano nos alcanza la vida, esa que nos susurra al oído que es más grato la mesa para dos; que la soledad del hueco de nuestra cama.
¿Y quién es él?
Y entonces nuestro corazón se inunda de deseos, de colores para compartir, de alegrías que urgen ser vividas. ¿Quién será aquel que nos maquille una sonrisa cada mañana? ¿A quién cobijaremos en el horizonte de nuestros brazos y besos? ¿Cómo será compartirnos con ese desconocido hasta conocernos íntimamente?
Preguntas van y vienen en nuestra mente, y sobre todo en el corazón; quedamos atrapadas a la espera de que se dé este momento especial; pero para algunas de nosotras; nunca llega.
¿Por qué aún no has llegado, amor de mi vida?
¿Qué pasa, que el amor no llega? ¿Qué no estamos ofreciendo al universo? ¿En qué estamos atoradas? Cada cual que busque en su alma, y reflexione; pero más allá de la situación personal de cada mujer; lo cierto es que en el mundo masculino, por lo general, hay falta de compromiso. ¡Eso no es novedad! ¿Verdad que no? ¿Pero qué querremos decir con “falta de compromiso”? ¿Que los señores de hoy no quieren ataduras? ¿o relaciones formales?
Pues creo que en rigor de verdad, los hombres de hoy tienen mucho miedo a ser heridos; por eso sobrevuelan las relaciones y no se zambullen de lleno en ellas.
¡Los hombres tienen miedo!
El miedo es el gran factor que impide a los hombres acercarse con autenticad a una mujer; tienen sobre ellos el peso de toda una sociedad que les inculca y exige un sinfín de cosas, que día a día se vuelven utopías.
Sobre sus espaldas llevan el mandato de ser proveedores materiales, exitosos profesionales, amantes oportunos, buenos padres y esposos, con dinero suficiente para satisfacer demandas; escuelas, ropa, calzado, vacaciones, alimentos.
Por supuesto que las mujeres trabajamos y aportamos dinero, tiempo en los quehaceres del hogar, y crianza de los niños; pero a ellos se los señala como los únicos responsables de mantener de pie el hogar.
Tanto sometimiento imposibilita que el varón quiera adentrarse en la formalidad de un vínculo que si bien sabe le traerá alegrías, le basta con mirar un poco hacia afuera, para comprender que también le traerá angustia, stress y en definitiva… problemas.
¡Pero yo no quiero seguir sola!
¿Qué podemos hacer las mujeres para apoyarlos a dar ese paso tan importante? Podríamos comenzar por quitarle parte del peso de su mochila emocional. Haciéndole saber que no está solo, que una pareja es el encuentro de dos mundos, y que estamos dispuestas a vivir esa experiencia.
La falta de compromiso masculina genera grandes conflictos en la mente femenina, no comprendemos para que dicen “te llamo o busco” si luego no lo hacen, o para qué nos invitan a tomar algo o comer o cenar” para nunca más volver a vernos.
Comprendemos que podemos gustarle a alguien o no; lo que no soportamos es que nos ignoren con el tiempo. Queremos hombres que sepan decir: “esto se terminó, o no eres la persona que busco para mi vida”.
Si entre todos nos pusiéramos de acuerdo con ser emocionalmente honestos, el amor que tanto tarda en llegar, sería un tren ultraligero en el que viviríamos felices.
Hagamos un trato con nuestro galán desde la hora cero, para que sepa que somos una compañía y no una carga; que somos sujetos y no objetos; y que a pesar de las diferencias, tenemos muchas cosas en común.
Otras esperamos, esperamos y seguimos esperando…
Quisiéramos enamorarnos de alguien que también nos ame, que merezca nuestro amor y nos haga felices…
pero la espera continúa.
En algún instante de nuestra historia, nos cansamos de milongas y queremos querer y seguir queridos, dice una canción de Andrés Calamaro. Y es cierto, pues a todos tarde o temprano nos alcanza la vida, esa que nos susurra al oído que es más grato la mesa para dos; que la soledad del hueco de nuestra cama.
¿Y quién es él?
Y entonces nuestro corazón se inunda de deseos, de colores para compartir, de alegrías que urgen ser vividas. ¿Quién será aquel que nos maquille una sonrisa cada mañana? ¿A quién cobijaremos en el horizonte de nuestros brazos y besos? ¿Cómo será compartirnos con ese desconocido hasta conocernos íntimamente?
Preguntas van y vienen en nuestra mente, y sobre todo en el corazón; quedamos atrapadas a la espera de que se dé este momento especial; pero para algunas de nosotras; nunca llega.
¿Por qué aún no has llegado, amor de mi vida?
¿Qué pasa, que el amor no llega? ¿Qué no estamos ofreciendo al universo? ¿En qué estamos atoradas? Cada cual que busque en su alma, y reflexione; pero más allá de la situación personal de cada mujer; lo cierto es que en el mundo masculino, por lo general, hay falta de compromiso. ¡Eso no es novedad! ¿Verdad que no? ¿Pero qué querremos decir con “falta de compromiso”? ¿Que los señores de hoy no quieren ataduras? ¿o relaciones formales?
Pues creo que en rigor de verdad, los hombres de hoy tienen mucho miedo a ser heridos; por eso sobrevuelan las relaciones y no se zambullen de lleno en ellas.
¡Los hombres tienen miedo!
El miedo es el gran factor que impide a los hombres acercarse con autenticad a una mujer; tienen sobre ellos el peso de toda una sociedad que les inculca y exige un sinfín de cosas, que día a día se vuelven utopías.
Sobre sus espaldas llevan el mandato de ser proveedores materiales, exitosos profesionales, amantes oportunos, buenos padres y esposos, con dinero suficiente para satisfacer demandas; escuelas, ropa, calzado, vacaciones, alimentos.
Por supuesto que las mujeres trabajamos y aportamos dinero, tiempo en los quehaceres del hogar, y crianza de los niños; pero a ellos se los señala como los únicos responsables de mantener de pie el hogar.
Tanto sometimiento imposibilita que el varón quiera adentrarse en la formalidad de un vínculo que si bien sabe le traerá alegrías, le basta con mirar un poco hacia afuera, para comprender que también le traerá angustia, stress y en definitiva… problemas.
¡Pero yo no quiero seguir sola!
¿Qué podemos hacer las mujeres para apoyarlos a dar ese paso tan importante? Podríamos comenzar por quitarle parte del peso de su mochila emocional. Haciéndole saber que no está solo, que una pareja es el encuentro de dos mundos, y que estamos dispuestas a vivir esa experiencia.
La falta de compromiso masculina genera grandes conflictos en la mente femenina, no comprendemos para que dicen “te llamo o busco” si luego no lo hacen, o para qué nos invitan a tomar algo o comer o cenar” para nunca más volver a vernos.
Comprendemos que podemos gustarle a alguien o no; lo que no soportamos es que nos ignoren con el tiempo. Queremos hombres que sepan decir: “esto se terminó, o no eres la persona que busco para mi vida”.
Si entre todos nos pusiéramos de acuerdo con ser emocionalmente honestos, el amor que tanto tarda en llegar, sería un tren ultraligero en el que viviríamos felices.
Hagamos un trato con nuestro galán desde la hora cero, para que sepa que somos una compañía y no una carga; que somos sujetos y no objetos; y que a pesar de las diferencias, tenemos muchas cosas en común.