Tema muy interesante, polémico y en mi caso un poco difícil de “aterrizar” las ideas de una manera lógica y coherente, pero el intento se hace. Muy particularmente pienso que los “cambios” en los seres humanos no son cuestión de ser “muy hombre” o “muy mujer”, es cuestión de “decisión”, “aceptación” y un amplio “conocimiento” de nosotros mismos.
Solo se “modifican” actitudes nocivas que nos afectan como persona y por consecuencia a quienes les rodean. Actitudes que muy probablemente no te correspondían y solo las tomaste como un mecanismo de defensa y por consiguiente puedes desecharlos sin mayor problema.
Ese “cambio” significa una dinámica en la que los “defectos” o “errores” no tienen más peso que tus cualidades y son estas últimas las que sobresalen en tu persona y en tus relaciones con a quienes te rodean.
Es una forma de aceptar las “malas actitudes” que se traducen en “defectos” y las vamos dejando con el tiempo en un rincón de nuestro ser y nos olvidamos de ellas a pesar de que sabemos que las tenemos, en otras palabras las “controlamos”.
Existe “niveles en los defectos”, es decir es más fácil y notorio que cambies de forma de vestir a que cambies tus hábitos en el consumo de bebidas alcohólicas. Son más palpables los cambios “físicos” o “exteriores” que los “internos”, esos que te convierten en una mejor persona y que en mi persona son los que en realidad importan.
Pero sobre todo es aprender a reconocer, que muchas veces el problema no es el otro, sino uno mismo.
A las personas se les acepta como son, ya que el cambio es difícil, personalmente creo que no cambiamos, nacemos y crecemos con ciertas características, las cuales se ven permeadas por la “forma” en que nos educan nuestros padres, y con el paso del tiempo de las personas con las que nos relacionamos, y creo que es en esta parte en donde le damos el “matiz” a los comportamientos que nos distinguen en nuestras vidas.
Según entiendo nuestras relaciones replican las relaciones que nuestros padres nos mostraron a lo largo de nuestro crecimiento, sean estas de pareja o simplemente de hermanos, amigos o conocidos. Por ejemplo, un hombre (o mujer) que esta plenamente convencido(a) que ser infiel no tiene nada de malo, difícilmente cambiará, pero si es un hombre (o mujer) que solo “imito” la tendencia a ser infiel, este cambiará su actitud, aunque entonces es mejor reflexionar si en verdad vale la pena un hombre (o mujer) que mostró inmadurez pues se dejó llevar por la tendencia de sus amigos(as).
Más bien siento que el problema no es el “cambio”, el problema radica más que nada en la “aceptación” de cualidades y defectos de tu pareja. De tus debilidades o fortalezas.
Nuestra pareja siempre nos envió señales de su verdadero carácter, podría decirse que se comportó de tal manera en el enamoramiento y después nos mostró su verdadero ser; totalmente cierto pero existe una parte a la que no le damos la importancia que le corresponde, que “su discurso coincida con sus actos”, estamos tan embobadas con “las cualidades que soñamos de nuestro príncipe azul” que pasamos por alto esas inconsistencias. No les damos importancia y consecuencia de ello es la tan recurrida frase “me conociste así” y es entonces que reflexionamos que no “lleno las expectativas” que teníamos de ella.
Por ejemplo: conocemos a nuestra pareja y siempre vimos, en el caso de ser hombre, que siempre los ojos se le volteaban al revés al ver una mujer, que se desvivía por atender al sexo femenino, por adularla aunque estuvieses presente, y te haces de la vista gorda en afán de mantener la armonía de pareja en ese momento y nunca intentas hablar con él a fin de confirmar que no era un indicativo de su tendencia a ser infiel. La señal estaba, pero no nos detuvimos a reflexionarla.
A su vez, las expectativas me parece que tiene mucho que ver con la tendencia a idealizar a la pareja inhibiendo nuestra capacidad para mantener los pies sobre la tierra.
Básicamente es una falta en nuestra capacidad de ser objetivos y francos con la relación para saber quién es nuestra pareja en realidad.
Nuestros sentidos y capacidades sobre la de objetividad renacen con la cotidianidad en pareja, misma que nos va quitando las “vendas de los ojos y cerebro”.
En otras palabras es cuestión de una “madurez emocional” que nos permita evaluar qué tan realista has sido en nuestra elección. Mientras “menos madurez emocional” tengamos, más nos proyectaremos y dependeremos de nuestra pareja.
De existir un cambio sería necesario armarnos de honestidad y valor para echarnos un clavado a los más profundo de nuestro ser, de nuestras emociones. Sobre todo ser lo suficientemente fuertes para hablarnos con la verdad y aceptarla, y sobre todo de que ese cambio obedezca a verdadera intención de no afectar la vida de pareja, si no es de esta manera ser honestos y saber decir adiós oportunamente.
Debemos reflexionar que de existir un cambio, este no es una tarea fácil. Además de preguntarnos
¿Quiero que cambie? ¿Qué, cambios? ¿Para qué? ¿Lo amaré más? ¿Me amará más? ¿Mejorará la relación?
Por cierto ese hombre no me agrada, más que misógino me parece que es una persona un tanto peleada con la vida, al menos en mi caso no me motiva para nada, aunque tiene puntos de vista poco comunes que valen la pena de analizar, por ejemplo el concepto de “infidelidad” no a la pareja simplemente, sino que es abierta a todo tu entorno, aunque cae nuevamente en el principio que la infidelidad es una “rompimiento o agresión a un compromiso o acuerdo adquirido”.
Besos y abrazos.