A veces creemos que la persona que nos ama, puede y tiene que satisfacer todas nuestras aspiraciones y necesidades:
“me tiene que proteger,
adivinar lo que siento y quiero,
entretenerme,
comprenderme, interesarse por todo lo mío
y siempre estar disponible para mí.”
Tiene que “hacerme feliz”.
Craso error… el otro terminará por ahogarse con mis demandas sin límites e imposibles de satisfacer.
Si vivimos esas expectativas, seguro que estamos reproduciendo la relación que tuvimos de bebé con nuestra madre.
Ahí dependíamos absolutamente de ella para satisfacer nuestras necesidades.
Esa primera relación afectiva marca un patrón de funcionamiento para el resto de la vida, si no avanzamos por los caminos de la adultez afectiva y salimos de esos estadios de inmadurez y egocentrismo que son naturales en un pequeño, pero no en un adulto.
Una relación armoniosa se establece sobre la base de apertura al otro y de reciprocidad, de respeto y generosidad mutua. Es una relación entre dos adultos.
“me tiene que proteger,
adivinar lo que siento y quiero,
entretenerme,
comprenderme, interesarse por todo lo mío
y siempre estar disponible para mí.”
Tiene que “hacerme feliz”.
Craso error… el otro terminará por ahogarse con mis demandas sin límites e imposibles de satisfacer.
Si vivimos esas expectativas, seguro que estamos reproduciendo la relación que tuvimos de bebé con nuestra madre.
Ahí dependíamos absolutamente de ella para satisfacer nuestras necesidades.
Esa primera relación afectiva marca un patrón de funcionamiento para el resto de la vida, si no avanzamos por los caminos de la adultez afectiva y salimos de esos estadios de inmadurez y egocentrismo que son naturales en un pequeño, pero no en un adulto.
Una relación armoniosa se establece sobre la base de apertura al otro y de reciprocidad, de respeto y generosidad mutua. Es una relación entre dos adultos.