Los hombres no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser lo uno o lo otro; con la felicidad nadie se encuentra a la vuelta de una esquina. No es como la lotería, que llega un día de repente. Es algo que tiene que forjar cada uno, aprendiendo a ser feliz. | |
¿Pero se puede ser totalmente feliz? Total y absolutamente feliz, no. Toda vida humana tiene momentos de dolor, y lo habitual es que sean frecuentes y que llenen la vida de cicatrices que van curtiendo a la persona. "Cualquier biografía, dice el psiquiatra E. Rojas, está surcada por cordilleras de obstáculos y frustraciones. Asomarse a la vida ajena es descubrir sus desgarros, las señales de la lucha con uno mismo y con su entorno, pero también la grandeza del esfuerzo por salir adelante, por eso que se llama vivir. La vida es un forcejeo permanente con las adversidades, un intento por solucionar las dificultades, apoyado por el amor y el trabajo". No debe confundirse la felicidad con algo tan utópico como es querer pasar toda la vida en un estado de euforia permanente o de continuos sentimientos agradables. Eso es seña de ingenuidad. Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y su familia probablemente también. Digo que su familia también, porque los hijos, sobre todo cuando ya no son tan pequeños, notan todo eso perfectamente. Muchos padres viven con la idea romántica de que los chicos no se enteran de nada de lo que pasa en la casa, que son felices y se pasan el día riendo y jugando, disfrutando con sus cosas y ajenos a la tristeza de la familia. Sin embargo, detrás quizá del candor de su sonrisa, o de esa mirada preocupada, lo ven todo. Y reflexionan. Y muchos sienten una terrible soledad. A lo mejor no tienen con quién hablar, a quién contarles que sufren viendo el ambiente triste de sus padres y de toda la casa. Pero la tristeza o la alegría es algo que depende mucho de la disposición hacia ella con que haya nacido cada uno... Cada uno nace con una cierta disposición a la alegría, con distinto humor. De acuerdo. Pero, junto a ello, para llegar a la alegría es preciso luchar por alcanzarla e incorporarla a nuestro carácter. Es fácil cuando uno no tiene preocupaciones, pero es necesario hacerlo para alejarlas. Y tendrás que superar esos bajones en el estado de ánimo, y quizá dejar alguna cosa que no es tan importante y sacar tiempo para sentarte un rato con el resto de la familia y charlar, aunque a lo mejor no te apetezca mucho. Y será el momento de proponeros todos conjuntamente alcanzar metas que mejoren el ambiente de la casa, esas gratificaciones mutuas que llenan de alegría el hogar. Reflexiona sobre el talante con el que afrontas las cosas negativas, y así, al conocer las cosas que le hacen a uno sentirse desgraciado, pueden combatirse mejor. Si te paras a pensar, a lo mejor caes en la cuenta de que estás esperando circunstancias que casi seguro no van a llegar. Piensas que serás feliz cuando no tengas esas preocupaciones, o cuando te vuelva la salud perdida, o cuando finalice aquella ocupación absorbente, o cuando sea, pero siempre queda como algo lejano. Y sabes bien que cuando pasen esas circunstancias llegarán otras, y corres el peligro de consumir tu vida esperando esa utopía. Fuente: Internet |