El ciclo de vida es un suspiro y la Psicología del Desarrollo Humano se vuelve cada día más compleja, derivada de la multifacética problemática mundial: Explosión demográfica, alza constante al costo de la vida, devaluación de la moneda, globalización y calentamiento global, contaminación del medio ambiente, deterioro en la capas de ozono, alcoholismo, drogadicción, maltrato y violencia intrafamiliar, etc. Pero hay algo hermoso dentro de la banca rota de todos los valores de nuestro mundo: La mujer no pierde su alegría, ni su entusiasmo, ni su fe, ni su esperanza, y se capacita cada vez más para hacerle frente a todos estos retos que son factores importantes de afrontar. Sin embargo para el hombre no es suficiente el que su mujer quiera incursionar en ámbitos que según la sociedad, sólo fueron hechos para él. ¡Y qué lamentable es que sea el mismo hombre quien limite a su mujer, le mutile toda posibilidad de crecimiento!
Obviamente que ante tales presiones y ante tantas pretensiones absurdas del hombre, la mujer se rebeló, y decidió jugárselas; y así como buenas guerreras y amazonas salieron a enfrentar otros campos de actividad fuera de su hogar, preparándose en las universidades, tocando puertas laborales, proyectándose en todo sentido sin olvidar que en su vientre algunas mujeres llevaban al fruto de un amor incomprendido, humillado, vejado, denigrado, maltratado ¿Acaso se quejaron alguna vez por ello? ¿O esperaron a colocarse en un alto puesto laboral para cumplir después con sus roles de ama de casa, de esposa o de madre? ¡NO! Todo tenía que ser de manera simultánea, lloviera, tronara o relampagueara ¡Cuenta doble!
Pero los problemas para la mujer se convirtieron en una verdadera pesadilla, una guerra sin cuartel: Reclamos al por mayor: “Desatiendes la casa, la familia por andar en la calle todo el día”, “No me planchaste la camisa que te pedí”, “Vendrán a comer mis amigos”, “No me pidas dinero, tú ya ganas el tuyo” “Dice mi mamá que eres una liberal”, “Ya no me atiendes ni me quieres”, “Ya no eres la misma mujer de la que yo me enamoré”, etc.
¡Por supuesto que ella ya es la misma mujer que él conoció! Ni la tonta sentimental que le entregó la vida entera en cuerpo, alma, sentimiento y razón. La mujer que le parió a sus hijos, la mensa que se convirtió en su sirvienta gratis, la sumisa idiota a la que él le gustaba manipular, chantajear y usar como se te daba la gana, la loca enamorada que le olía y le besaba su ropa sucia antes de lavarla, la que limpiaba sus zapatos como si fueran los de un rey, la cocinera que se pasaba las horas enteras inventando manjares que él ni siquiera se dignaba probar, la chacha que perfumaba sus almohadas cada noche, la estúpida mujer celosa de sus pasos como si valieran tanto la pena. Pero también la mujer que un día aprendió a abrir los ojos y a vigilar su corazón para tener el coraje y la dignidad de expresarle a su hombre: “¿Sabes qué mi amor?, lo siento… pero tus derechos terminaron, justo donde empezaron los míos” Cariño, la mujer que tú buscas… ¡ya no existe!
tomado de la web.
Obviamente que ante tales presiones y ante tantas pretensiones absurdas del hombre, la mujer se rebeló, y decidió jugárselas; y así como buenas guerreras y amazonas salieron a enfrentar otros campos de actividad fuera de su hogar, preparándose en las universidades, tocando puertas laborales, proyectándose en todo sentido sin olvidar que en su vientre algunas mujeres llevaban al fruto de un amor incomprendido, humillado, vejado, denigrado, maltratado ¿Acaso se quejaron alguna vez por ello? ¿O esperaron a colocarse en un alto puesto laboral para cumplir después con sus roles de ama de casa, de esposa o de madre? ¡NO! Todo tenía que ser de manera simultánea, lloviera, tronara o relampagueara ¡Cuenta doble!
Pero los problemas para la mujer se convirtieron en una verdadera pesadilla, una guerra sin cuartel: Reclamos al por mayor: “Desatiendes la casa, la familia por andar en la calle todo el día”, “No me planchaste la camisa que te pedí”, “Vendrán a comer mis amigos”, “No me pidas dinero, tú ya ganas el tuyo” “Dice mi mamá que eres una liberal”, “Ya no me atiendes ni me quieres”, “Ya no eres la misma mujer de la que yo me enamoré”, etc.
¡Por supuesto que ella ya es la misma mujer que él conoció! Ni la tonta sentimental que le entregó la vida entera en cuerpo, alma, sentimiento y razón. La mujer que le parió a sus hijos, la mensa que se convirtió en su sirvienta gratis, la sumisa idiota a la que él le gustaba manipular, chantajear y usar como se te daba la gana, la loca enamorada que le olía y le besaba su ropa sucia antes de lavarla, la que limpiaba sus zapatos como si fueran los de un rey, la cocinera que se pasaba las horas enteras inventando manjares que él ni siquiera se dignaba probar, la chacha que perfumaba sus almohadas cada noche, la estúpida mujer celosa de sus pasos como si valieran tanto la pena. Pero también la mujer que un día aprendió a abrir los ojos y a vigilar su corazón para tener el coraje y la dignidad de expresarle a su hombre: “¿Sabes qué mi amor?, lo siento… pero tus derechos terminaron, justo donde empezaron los míos” Cariño, la mujer que tú buscas… ¡ya no existe!
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