Si lees este artículo sobre parejas dominantes, probablemente te encontrás inmerso dentro de una relación asfixiante, donde cada siempre todo se resuelve a punta de amenazas, gritos, insultos, humillaciones y hasta burlas.
Pero no es fácil lograr percatarse dónde empezó a gestarse… el ser que ahora representa no el punto de orden sino la voz de la dictadura. Una relación sanamente constituida permita el espacio de divergencia, el espacio de concesiones idóneo. Amar no significa renunciar a la auto superación, ni mucho menos callar por miedo.
El que demanda más dentro de una relación afectiva no actúa porque escogió esa actitud por mera casualidad, no!!, realmente significa tan sólo el normal ejercicio del que constantemente hace uso y abuso. Cuando una persona tiende a arreglar todas las cosas en su vida diciendo su última palabra. Es este un mecanismo que revela seguridad? No, realmente no!.
Una persona segura de lo que puede construir no necesita dominar a la otra a fin de mantener un “orden determinado”. La seguridad se basa en propiciar un ambiente de sana discusión, porque para forjar toda relación la discusión es del todo necesaria… No me puedo imaginar nada peor que una pareja que no se comunica sólo por temor a ser mal interpretado o condenado de antemano.
El ser dominante siempre es una suave y dulce palomilla al principio… pero es cuando la relación se establece que empieza a marcar territorio. Nunca es cierto que un carácter impositivo es producto de la autodisciplina. La intransigencia, la terquedad el gusto de decir la última palabra se convierte en una conducta innata e impulsiva, en lo profesional, en lo social, en lo académico y obviamente en lo familiar. Pero es la pareja la que resulta más afectada ya que cuando se van imponiendo las cosas por la fuerza y no por la razón, los que se convierten en víctimas deben vivir verdaderas jornadas angustiosas, y se ven forzados a ceder porque de lo contario en vez de una pareja amorosa lo que encontrará será un enemigo acérrimo. Es precisamente la pareja la que se convierte siempre en la peor de todas las víctimas de quien incurre en este enfermizo mecanismo para obtener las cosas… Se calcula que cuando la pareja cede todas sus posiciones en busca de la ansiada “paz” la otra persona sólo buscará otras demandas que intentará imponer a costa de lo que sea; al final se crea un círculo vicioso ya que quien se sale con la suya al principio lo querrá hacer siempre.
Quitando la venda de los ojos, permitiendo que el amor sea constructivo y no destructivo, dejando el miedo por la reacción, cesando de esperar que todo cambie de la noche a la mañana. Es hora de reubicarnos y poner los límites posibles para que la nefasta imposición se vuelva la composición de dos amantes.