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EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN

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1EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Dom 15 Mar 2009, 15:52

Martha.

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Erin Holland no terminaba de creer que Ryan Wes, un reputado playboy, fuera el hombre de su vida. Aceptó ir con él de crucero por un único motivo: el sexo. Pero sus planes iban a cambiar de un modo misterioso… y apasionante.
Capítulo 1


—¿Sabes que me han echado una maldición?

Sentada en un Jeep Grand Cherokee, Erín Holland soltó una risita, miró a su acompañante y se volvió para mirar por la ventana. Afuera, el océano Pacífico se extendía contra un cielo nublado. El calor que había hecho en el sur de California durante la semana anterior había terminado, dejando paso al típico clima de febrero.

Al cabo de un instante, miró a su acompañante de nuevo. No estaba segura de por qué le estaba contando lo que le había dicho la adivina la semana pasada.

—¿Alguna vez has ido a visitar a una adivina?

Wes Ryan sonrió y la miró:

—Pues no, nunca —continuó conduciendo—. ¿Qué maldición te ha echado?

—En realidad, no me echó ninguna. Sólo me dijo que necesitaba... —Erin hizo una pausa, dudando si debía de contárselo todo. ¿Por qué había sacado el tema? —Dudé de sus predicciones y me dijo que si no me dejaba llevar, mi negatividad haría que estuviera maldita. Eso es todo.

Mientras Wes analizaba sus palabras, Erin aprovechó para mirarlo detenidamente.

La primera vez que vio a Wes Ryan, un hombre con fama de tener una mujer distinta para desayunar, comer y cenar, se quedó prendada de él. Estaban en una fiesta y ella estaba hablando con unas amigas cuando vio que él la miraba, apoyado en una pared con una cerveza en la mano.

Quizá fue porque era el hombre perfecto para su situación. Era de los que no querían compromisos y sólo estaban interesados en aventuras esporádicas. O quizá, Erin había sido mujer de un solo hombre durante mucho tiempo y la idea de tener relaciones sexuales sin compromiso la excitaba. En cualquier caso, decidió seguirle el juego de las miradas hasta que le quemara la piel.

No había sido un caso de amor a primera vista, ya que no estaba dispuesta a enamorarse de nadie durante al menos dos años, pero sí un caso de puro deseo. Él era un chico atractivo, con el cabello un poco largo y alborotado. La piel color aceituna, los ojos oscuros, la nariz afilada, los labios generosos y un hoyuelo en la barbilla.

Exótico. Suave. Masculino.

Erin sintió que empezaba a excitarse. Le cosquilleaba la entrepierna y decidió mirar por la ventana para evitar la tentación. Aunque hubiera decidido pasar el fin de semana con él.

Una escapada romántica. Un crucero de tres días, hasta Ensenada, en México.

Se movió en el asiento con nerviosismo.

—Entonces —dijo Wes—, ¿cómo se supone que debes dejarte llevar? ¿Cuál es la predicción que no te creíste?

Erin hizo un esfuerzo para relajarse. «Disfruta», se dijo.

—Bueno, me dijo que el negocio iba a prosperar. Que eso era la primera parte.

—¿Y por qué no ibas a creer eso? La tienda de golosinas te va bien.

Durante las veces que se habían visto durante las dos semanas anteriores, Erin le había contado que había abierto una tienda de golosinas con su mejor amiga de la universidad. Pero al pensar en el negocio se ponía nerviosa, y quería disfrutar del fin de semana. Se suponía que debía olvidarse de todo, y divertirse todo lo que no se había divertido.

—Pero entonces Madame Karma me dijo que tendría una vida larga —añadió Erin.

—Supongo que tendré que mirarte la palma de la mano para contrastar esa opinión.

Erin notó que él metía el dedo debajo de la mano que ella tenía sobre el regazo. Era una caricia inocente; sin embargo, se excitó aún más.

—¿No deberías concentrarte en el volante? —murmuró, con el pulso acelerado.

—¿Cómo puedo hacerlo? —fiel a su reputación, retiró la mano y la llevó a la parte interna del muslo de Erin.

Ella sintió que se le humedecía la entrepierna.

—Eh —le dijo mientras llevaba su mano hasta su lado del coche y le señalaba el cartel que indicaba que el puerto de Long Beach estaba un poco más adelante—. No queremos saltarnos la salida porque no seas capaz de mantener las manos en su sitio.

Notó que él la estaba mirando, pero no volvió la cabeza. Wes era capaz de seducirla con sólo una mirada y ella había estado a punto de ceder muchas veces, pero...Suponía que cedería en breve.

Para eso había ido allí, para pasar un buen rato con un hombre que tenía fama de garantizar que las mujeres salieran contentas del dormitorio. Erin necesitaba un poco de variedad después de haber estado tanto tiempo con el mismo hombre.

—¿Qué más te dijo la adivina? —preguntó él, mirando hacia la carretera como un niño bueno—. Hasta el momento, no parece difícil de creer. Y menos para una chica que es lo bastante abierta de mente como para ir a visitar a Madame Karma.

—De hecho, ella fue al complejo Fairfax, donde está mi tienda. Había montado un puesto para la fiesta de San Valentín que se celebró allí, aprovechando la inauguración después de la reforma. Asistió mucha gente e hicimos buena caja.

—Pero aun así, tú te acercaste a ella, ¿no es cierto?

—Cheryl prácticamente me obligó a ir. Dijo que sería divertido que nos leyeran la mano —al ver que Wes no decía nada, añadió—: Cheryl. La chica que conociste el martes en la tienda, cuando viniste a recogerme.

—Lo siento, no caía en quién era. Cheryl. Con el cabello rubio y largo, pecas y una gran sonrisa. Tu mejor amiga. Y tu socia. Sí, la recuerdo.

Erin hizo una pausa. Cheryl era muy importante para ella, y el hecho de que Wes no cayera en quién era indicaba que ellos apenas se conocían.

«Y voy a pasar el fin de semana con él», pensó, con el corazón acelerado.

—Y no te dijo nada más emocionante, algo sobre una aventura apasionante en el océano...

—Ya te gustaría que hubiera dicho algo sobre eso —Erin se rió, pero en realidad no quería hablar de ello.

Porque, antes de que la tormenta cayera sobre el complejo empresarial, Madame Karma le había hecho otra predicción: —Debe de ser que hoy hay mucho amor en el ambiente, porque he dicho esto varias veces... Puedes dejar de buscar al hombre de tus sueños. Ya lo has encontrado.

Desde la silla de al lado, Cheryl le había dado la enhorabuena a Erin.

—Enhorabuena. Espero que el hombre de tu vida encuentre su camino al altar antes de que pasen seis años —con picardía, se había dirigido a Madame Karma—. El último se tomó su tiempo.

—William y yo no llegamos a enviar las invitaciones de boda, y por eso nos separamos —le había dicho Erin a la adivina—. Nuestro compromiso era como un interminable recorrido por el desierto. Escucha, sé que todo el mundo desea escuchar buenas noticias sobre el amor, y que te sientes obligada a decirlo, pero...

—Oh, no —le había dicho la adivina—. No estoy equivocada.,

—No lo comprendes —le había dicho Erin—. No estoy buscando al hombre de mi vida. Y no voy a hacerlo, al menos, hasta dentro de un par de años.

Cuando hubiera superado lo que pasó con William, su amor de la universidad. El hombre que había dado por hecho que se casarían cuando él estuviera preparado. Y resultó que nunca lo estuvo.

Pero no pasaba nada. Cinco meses atrás, Erin se había dado cuenta de que William no era el chico de su vida y se había separado de él, pero eso no significaba que estuviera buscando al próximo candidato. Se había hecho la promesa de experimentar la vida de soltera por primera vez. Había estado tan unida a William durante tanto tiempo que echaba de menos salir y hacer todas las cosas misteriosas que hacían las mujeres sin pareja.

También quería evitar la posibilidad de sufrir otra vez, y sabía que Wes podía ofrecérselo. Tener una aventura corta le permitiría recuperar su espacio y olvidar la angustia que acababa de pasar.

2EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty capitulo 1 continuación Dom 15 Mar 2009, 15:52

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Sin embargo, Madame Karma le había dicho que Wes era el hombre de su vida. Y eso era lo último que ella deseaba oír.

Cheryl, que también tenía un novio formal, era una gran defensora de los planes de Erin.

—Madame Karma —le había dicho ella—. Erin está en un periodo de transición.

Erin había sonreído y asentido al oír a su amiga.

—Yo sólo puedo decirte que el hombre que tú llamas «de transición» es el adecuado para ti.

¿Acaso que Madame Karma no sabía lo importante que era para ella que Wes fuera sólo una aventura insignificante?

La adivina se había levantado de la mesa.

—Supongo que también vas a hacerle pasar un mal rato al destino.

Cheryl y Erin se habían mirado asombradas.

Madame Karma había señalado hacia Constant Cravings, la tienda de café donde Erin y Cheryl tomaban su dosis diaria de cafeína.

—La mujer de esa tienda... —había empezado a decir la adivina.

—¿Lacey? —había preguntado Cheryl.

—Ella y su novio fueron los primeros en burlarse.

Erin y Cheryl se miraron. Lacey Perkins era una mujer soltera. Sabían que Evan Sawyer, el gerente del edificio, solía molestar a Lacey por el contenido de sus escaparates, pero...

—Y también hay otra incrédula —había añadido Madame Karma—, la contable.

La contable...

—Ah —dijo Erin, gesticulando hacia la cuarta planta—. Debes de referirte a Chloe Copper...

—Dejadme que os diga una cosa, sólo para que podáis evitaros los problemas que van a tener ellas... Si no os dejáis llevar, tendréis mala suerte. Cuando una rechaza lo que el amor tiene guardado para ella, el karma acaba convirtiéndose en energía negativa.

Cheryl se disponía a argumentar en contra de sus palabras, pero Madame Karma se marchó dejándola con la palabra en la boca.

—Wes es un hombre de transición —había repetido Erin en voz alta, mirando hacia la fuente que estaba en medio del jardín.

Sin embargo, ese día, mientras el puerto aparecía delante de sus ojos, supo que no tenía que contarle a Wes nada de lo que le había sucedido. No había motivos para contárselo, puesto que su futuro estaba limitado. Esas eran las condiciones de aquella aventura, y ella se lo había dejado muy claro. De todos modos, creía que a él no le importaba, ya que no era el tipo de hombre que buscaba una relación estable.

Mientras Wes metía el coche en un aparcamiento donde los esperaban para recogerles el equipaje, Erin se percató de que lo único que conocía de él eran detalles superficiales. Que tenía treinta años y trabajaba en el mercado inmobiliario. Eso hacía que a Erin le pareciera un poco mayor para el tipo de experiencia que ella deseaba vivir. Pero también reconocía que sabía vivir bien, de manera despreocupada.

Cuando Wes apagó el motor, salieron del coche para descargar. Él le entregó el equipaje a uno de los mozos y Erin, al verlo, no pudo evitar estremecerse. Sus maletas estaban apiladas como si fueran una pareja. Y todo el equipaje iría a la misma habitación, donde Erin y Wes compartirían la cama.

Erin se abrochó el jersey. ¿Qué estaba haciendo allí? Para ella, el sexo siempre había estado unido al amor. El sexo significaba entregarse a otra persona, tumbarse a su lado con la piel desnuda. Vulnerable. Pero ella también estaba intentando cambiar su filosofía. Sabía que era la manera de que le rompieran el corazón, y ya no quería sufrir más.

Mientras Wes aparcaba el coche, Erin esperó sin protegerse del viento.

Minutos más tarde, al verlo caminar hacia ella con su cuerpo atlético, el cosquilleo que sentía en la entrepierna se hizo más intenso.

Lo deseaba. Y no había nada de malo en satisfacer sus deseos, siempre y cuando no hubiera compromiso. Eso lo guardaba para cuando apareciera el hombre de su vida.

Wes sonrió y ella estiró la mano para agarrar la de él.

—¿Preparada? —preguntó él.

«No», pensó Erin, y deseó darse una bofetada. «Diviértete y disfruta», se ordenó.

—Sí, vamos a bordo —contestó, y al acercarse a su chaqueta de cuero, inhaló su aroma.Mientras embarcaban, sintió que el viento le entregaba las palabras de la adivina: «Si una rechaza lo que el amor tiene guardado para ella, el karma acaba convirtiéndose en energía negativa...».

3EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 2 Mar 24 Mar 2009, 17:34

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Mientras esperaban para registrarse en el crucero, Wes intentó pensar en todo menos en lo que sucedería cuando, por fin, llegaran al camarote.

Por mucho que intentara distraerse, sólo conseguía pensar en Erin. No había hecho otra cosa desde que la vio en la fiesta de Caleb Dougherty. Caleb era el amigo y abogado de Wes, y la fiesta había sido el primer evento en el que él y su novia reunían a todos sus amigos en un sitio.

Erin estaba hablando cerca de la mesa de la comida con un par de amigas, y en cuanto él vio cómo echaba la cabeza hacia atrás para reírse, sintió que el deseo se apoderaba de su cuerpo. Había algo en su manera de sonreír, algo que no sabía reconocer pero que le indicaba que debía mirar hacia otro lado antes de que fuera demasiado tarde. Pero no podía mirar hacia otro lado...

Desde ese momento, supo que nunca aceptaría que ella le diera un «no» por respuesta. Así que, como siempre, se centró en lo que deseaba, la conquistó y la hizo reír durante el resto de la noche. Después, no le había interesado ninguna otra mujer, porque se había empeñado en conseguir que ella saliera con él.

Finalmente, ella aceptó quedar con él, pero le dejó muy claro que sólo sería una aventura y que no quería nada serio. Wes aceptó sin problema, pero después comenzó a preguntarse por qué ella no quería nada más. ¿Y por qué eso le molestaba? ¿Acaso no se había ganado su reputación? ¿Y no se había deleitado con ella durante años?

Poco a poco, se percató de que aquello no se trataba sólo de sexo. Aquello era... ¿Qué? No lo sabía. Quizá sí lo sabía, pero no estaba dispuesto a admitirlo.

Después de que Erin se acercara al spa para reservar hora para un masaje, se dirigieron al camarote. Wes abrió la puerta, se echó a un lado para dejarla pasar y cerró los ojos para inhalar su aroma.

«Dulce», pensó. «Como las frambuesas, pero con un poco de lima».

—Guau —dijo ella, y rodeó la cama para mirar por el ojo de buey. Desde él podía ver el puerto, y el día gris—. La habitación es más grande de lo que yo pensaba.

—¿Creías que iba a ser una celda?

—Más o menos. Me imaginaba unas literas ancladas a las paredes.

—Eso demuestra que tienes confianza cero en mí.

—Y que debería haber imaginado otra cosa.

Su sonrisa iluminaba su tez y proporcionaba brillo a sus ojos grises. Pero ése no era todo su atractivo. Tenía el cabello rubio cortado a capas y con mechas castañas. Una nariz pequeña y una cara ovalada que le recordaba a Wes que ella no era como las mujeres con las que él solía salir. Y quizá ése era el atractivo de Erin: su insistencia en tomarse las cosas despacio hacía que él la deseara mucho más.

Wes deslizó la mirada por su cuerpo menudo. Sus pechos eran un poco demasiado grandes para su estatura, su cintura, y sus caderas. Incluso vestida con pantalones vaqueros, camiseta y sudadera, provocaba que él la deseara.

Pero ¿no se suponía que debía demostrarle que estaba por encima de todo aquello? ¿Que él podía ser algo más que un chico con el que divertirse?

A veces, resultaba difícil comportarse como un caballero, sobre todo cuando ella estaba junto a una cama que dominaba la habitación.

Al parecer, ella también se había dado cuenta, ya que miró la cama y después lo miró a él. Se sonrojó y él sintió una fuerte tensión en la entrepierna.

La deseaba. En muchos aspectos. Les habían dejado el equipaje sobre la cama y todavía tenían que deshacerlo. Erin deslizó la mano sobre su maleta roja, dubitativa, como si no se hubiera comprometido a quedarse allí con él. ¿Pero él no había sentido eso otras veces? ¿Reticencia? Sintió que se le encogía el corazón. ¿Erin dudaba a la hora de acostarse con un hombre que sólo conocía desde hacía un par de semanas, o a la hora de acostarse con él? Ella respiró hondo, abrió la maleta con decisión y sonrió de manera que Wes la miró descolocado. Por si acaso, Wes cerró la puerta.

—Traes muy pocas cosas. Para ser una chica, quiero decir.

—¿Cómo lo sabes? —entornó los ojos de forma juguetona—. ¿Con cuántas mujeres has viajado?

«Con muchas». Y empezaba a arrepentirse de que siempre hubieran hecho viajes cortos. De algún modo, Wes suponía que Erin ya lo había adivinado. Ella tenía una curiosa capacidad para darse cuenta de lo que él estaba pensando. De hecho, nunca había conocido a una mujer con la que sin­tiera que, quizá, no merecía la pena actuar porque no le funcionaría. Y lo curioso era que, aun así, ella seguía queriendo estar a su lado.

Wes no comprendía nada.

—¿Qué tal si no hablamos de otras muje­res? —le dijo, acercándose a la cama.

Erin contuvo la respiración. Wes se excitó al ver que tenía ese efecto sobre ella.

—¿Cómo consigues meter la ropa elegante en una sola bolsa?

A modo de respuesta, Erin sacó una mi­núscula prenda de tela. Lencería, pura y se­ductora.

Wes sintió que su miembro presionaba contra la bragueta del pantalón.

—¿Ropa elegante? —preguntó ella—. ¿Dónde está mi ropa elegante?

Entonces, sacó un vestido largo medio arrugado y él se percató de que había ele­gido el más recatado para provocarlo.

Despacio, ella metió la mano en la maleta y sacó otra prenda.

Más lencería.

Wes suspiró. Era como si ella estuviera ha­ciendo un striptease pero sin quitarse la ropa. Cada uno de sus movimientos trans­mitía: «Esto es lo que he traído para ti. ¿Es­tás preparado?».

Cuando sacó una piruleta con forma de corazón, que sin duda provenía de su tienda, ella sonrió con picardía y apoyó el caramelo contra los labios.

Él no se atrevió a preguntarle qué tenía en mente y, a pesar de que trató de contenerse, se acercó para que se lo diera.

—Eh —bromeó ella, retirando el caramelo—. No tan deprisa.

Al ver que él no decía nada, arqueó las cejas y continuó:

—Y si no te gustan las piruletas, tengo más cosas para ti. ¿Qué te apetece? Caramelos masticables, chocolate... Tengo de todo.

Para entonces, Wes tenía una gran erección. Deseaba sentir el calor del cuerpo de Erin a su alrededor. No quería probar los caramelos, sino sus senos, su piel, su sexo. Estiró la mano y le acarició el labio inferior con el pulgar. Ella cerró los ojos, introdujo su dedo en la boca y dejó la piruleta a un lado.

—Erin —susurró él, y le acarició el cabello con la otra mano.

Ella le mordisqueó el dedo y se lo chupó con más fuerza. Wes movió el dedo acompañando sus movimientos. Cada vez sentía más presión en la entrepierna.

Incapaz de soportarlo, se inclinó hacia ella, retiró el dedo y la besó, introduciendo la lengua en su boca. La abrazó y permitió que sintiera cómo reaccionaba su cuerpo ante ella. Erin comenzó a mover las caderas hasta que él gimió de placer. Después, metió la mano entre sus cuerpos y le agarró el miembro. Wes tuvo que agarrarse a ella con fuerza. Deseaba quitarle la ropa y penetrarla, pero no quería hacerlo así. Esa vez, no quería hacerlo deprisa y como si fuera una desconocida.

—Eh —dijo él, pensando que el hecho de que hubieran ido de viaje hacía que ella estuviera menos cortada.

Erin se retiró y se rió.

—Estoy tratando de romper una maldición, ¿de acuerdo? Sigue el juego, por favor.

«Una maldición». De nuevo, Wes se preguntó qué le habría dicho la adivina y por qué Erin no había terminado de contárselo. ¿Qué tenía que ver una maldición con lo que estaba sucediendo en ese momento?

—Yo no soy la maldición —dijo él, y le acarició el rostro.

Los ojos grises de Erin se llenaron de brillo y ella le desabrochó el botón de los pantalones. Wes la detuvo. Estaba confuso.

—¿No te apetece? —preguntó ella.

—Sí, pero...

4EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 2 continuación Mar 24 Mar 2009, 17:35

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Erin le acarició el miembro de nuevo.

—Llevo mucho tiempo deseando hacer esto, Wes. Y por fin ha llegado el momento.

Él apenas podía respirar. ¿Por qué actuaba como si estuviera en una misión? Aquella mujer no se parecía a la Erin que él conocía. Ella comenzó a mover un dedo a lo largo de su miembro, como si quisiera comprobar cuánto podía aguantar. Cuando estaba a punto de perder el control, él la abrazó y la besó con fuerza.

Entonces, se oyó una voz por el altavoz.

—¡No puede ser verdad! —dijo Erin, y se retiró.

Aturdido, él trató de abrazarla de nuevo, pero vio que estaba mirando al techo y negando con la cabeza. Al cabo de un instante, Wes pudo comprender lo que decían por el altavoz.

—Simulacro de emergencia obligatorio. Por favor, pónganse los chalecos salvavidas...

—Maldita sea —dijo Wes, con una gran erección—. Supongo que tenemos que hacerlo.

—Es obligatorio.

Sonrojada, Erin se rió con frustración, pero Wes percibió algo más en su reacción. ¿Alivio?

Ella se recolocó el jersey y sonrió:

—Una maldición. ¿No te había dicho que tendría energía negativa? Estás con una mujer maldita a bordo, Wes. Será mejor que colabores.

Él sentía fuego en la entrepierna. Sin embargo, fría como la lluvia, Erin se dirigió a la mesa que había en una esquina, levantó la tapa y sacó los chalecos salvavidas.

Apoyándose en la pared para equilibrarse, sujetándose con una mano mientras con la otra presionaba sobre su entrepierna, Wes trató de contener el dolor.

¿Y ella creía que le habían echado una maldición?

5EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 3 Mar 24 Mar 2009, 17:35

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Después del simulacro decidieron ir a comer algo, puesto que Erin tenía cita para un masaje media hora después. Basándose en lo que había sucedido en el camarote, tenía la sensación de que debían acumular energía para cuando regresaran allí.

Ella se había sorprendido a sí misma con su intento de seducir a Wes. Y le había gustado cómo había reaccionado él. Pero entonces, los habían llamado para realizar un simulacro y todo se había ido a pique. Gracias a la maldición de la adivina.

Por supuesto, el hecho de que lo interrumpieran podría haber sido una coincidencia, pero no podía evitar preguntarse si Madame Karma tenía algo que ver... No. Wes y ella tenían todo el crucero por delante, así que un contratiempo no era algo tan grave. Wes había tenido que cubrirse la parte delantera de los pantalones con el salvavidas, mientras se dirigían hasta la novena planta, donde iba a comenzar el simulacro, y Erin había ido sonrojada durante todo el camino.

Después de dejar los chalecos salvavidas otra vez en el camarote, se dirigieron al restaurante Lido, agarrados del brazo.

«Una simple maldición», pensó. «No hay que asustarse».

Lo que más le preocupaba era la sensación de alivio que había experimentado cuando, por el altavoz, anunciaron que tenían que asistir a un simulacro...

Tratando de no pensar en ello, subió por las escaleras de madera, junto a su pareja. El Lady Oriana era el barco que los llevaría de Long Beach a Ensenada, y después, de nuevo a Long Beach antes del lunes por la mañana. En el crucero podrían disfrutar de varios entretenimientos. Un spa, una discoteca, una cafetería, un casino, una biblioteca y diversas tiendas de moda. Por supuesto, en la cubierta superior había una piscina con toboganes y un jacuzzi.

Al pasar junto a la piscina, Erin se percató de que seguía excitada. Sólo la manera en que el brazo de Wes le rozaba su seno al caminar le provocaba un cosquilleo en el vientre.

Entraron en el restaurante y vieron un gran bufé. Erin se sirvió un plato de patatas fritas y un cóctel de gambas.

—No puedo creer que podamos comer todo lo que queramos. Es estupendo —dijo ella.

Wes se había servido una hamburguesa, un perrito caliente y una patata asada.

—¿Estás segura de que vas a poder meter todo eso en un cuerpo tan pequeño? —dijo él, agarrándola del bíceps.

Ella dobló el brazo y dijo:

—Mira... Estoy fuerte, ¿eh? Podría darte una buena patada.

—Lo sé.

—No bromeo —con el plato en la mano, hizo ademán de darle una patada y falló a propósito—. Has tenido suerte, pero estoy segura de que te he intimidado.

Wes arqueó una ceja y se dirigió a una mesa, sin dejar de sonreír.

—Supongo que tendré que tener cuidado contigo.

—Las clases de kickboxing tienen sus ventajas. Te lo aseguro... No es buena idea encontrarse conmigo en un pasaje oscuro.

Él se rió y comenzó a comerse la hamburguesa. Erin se fijó en sus labios. «Mmm», pensó. Al mirarlo a los ojos, supo que Wes estaba recordando lo que había sucedido en el camarote. Erin se metió unas patatas en la boca. Él apoyó los brazos en la mesa y la miró.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Tú. A la mayoría de las chicas les da vergüenza comer delante de un chico. A ti no.

—¿Por qué iba a darme vergüenza? La comida es estupenda.

Quizá estuviera imaginándose cosas, pero tenía la sensación de que él le decía con la mirada: «Tú también eres estupenda».

«No pienses cosas así», se amonestó. «Se supone que no debemos llegar a ese punto».

—Entonces...

Él continuó comiendo. Era evidente que se había percatado de que algo sucedía.

—Entonces, ¿qué?

Empezaron a hablar de nuevo y enseguida se pusieron a bromear, disfrutando el uno del otro. Hablaron de los deportes que a él le gustaba practicar y de los Lakers. Wes le dijo que tenía entradas para un partido y le prometió que la llevaría a verlo.

—Sólo si tú vienes al teatro conmigo —dijo ella.

—Puedo ir al teatro.

Erin lo miró con cara de asombro y él frunció la frente.

—Lo siento —dijo ella—. La mayoría de los chicos que conozco no irían al teatro ni locos.

Chicos como William, su ex. A William no le gustaba hacer casi nada de lo que a ella le gustaba. Por eso, no era de extrañar que hubieran terminado separándose. Lo triste era que, al principio, habían tenido muchas cosas en común, hasta que fueron distanciándose. Daba miedo pensar que eso podía sucederle a una pareja.

De pronto, empezó a aflorarle un sentimiento de rabia. Pero consiguió controlarlo a tiempo. ¿Qué más daba que él hubiera decidido seguir adelante sin ella? ¿Y que le hubiera hecho perder el tiempo?

Wes terminó su comida y dijo:

—Tengo dos hermanas, y creo que fueron ellas quienes me enseñaron a apreciar el arte. No es tan malo... A veces se ven cosas buenas en el escenario.

—¿Como qué? —preguntó ella con interés.

—Recuerdo que me gustó El fantasma de la ópera. ¿Y cómo se llamaba? Esa obra con una sueca rubia, de piernas largas...

—¿Los productores?

—Sí, creo que también estaba bien —sonrió—. Aunque me gustaría que en esas obras salieran más mujeres desnudas y cantaran menos.

—Pervertido —le dio un pequeño empujón—. Pero... ¿En serio disfrutaste?

—«Disfrutar» es una palabra fuerte —se percató de que ella lo miraba asombrada—. ¿Qué pasa? ¿Estoy perdiendo puntos por momentos?

6EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 3 continuación Mar 24 Mar 2009, 17:36

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—No, para nada. Me encantaría salir con alguien que pudiera apreciar el arte y los deportes —y algún día se emparejaría con alguien así. Algún día.

—Bueno, no creas que soy un poco raro, ni nada de eso. En Boston había mucha oferta cultural y mis padres trataron de que fuéramos polifacéticos, pero...

Miró a otro lado, como si estuviera revelando demasiadas cosas de sí mismo.

—¿Pero...? —repitió ella.

—Digamos que yo no terminé siendo como ellos querían. No les hizo mucha ilusión cuando me entró la vena viajera y me vine a California. Ni cuando dejé la universidad cuando sólo me faltaban unos créditos para graduarme. Que no terminara los estudios no entraba en sus planes.

Ellos no habían hablado mucho de sus familias. Erin sabía que la madre de Wes tenía sangre italiana y que su padre era norteamericano, igual que sus padres.

«¿Y para qué quería saber más?», se preguntó Erin. La conversación banal era lo que había hecho que ella aceptara quedar con él. Confiaba en que él supiera a qué se refería cuando decía no querer nada serio.

—Pero, aunque no lo aprobaron, todo terminó bien —continuó Wes—. A mí no me apetecía perder el tiempo estudiando cuando podía invertirlo en iniciar mi propio negocio.

—¿Como agente de bolsa?

Él asintió, pero parecía incómodo reconociendo que había triunfado. Quizá era el tipo de hombre al que no le gustaba hablar de cuánto dinero ganaba. Tenía sentido. Wes parecía de ésos que preferían demostrarlo en lugar de contarlo.

—Y todo surgió a partir de ahí —dijo ella.

—Supongo que sí —retiró el plato.

—Tu amigo Caleb me dijo que siempre consigues retirar las inversiones y redistribuir los beneficios en el momento adecuado. Para eso no necesitabas un diploma.

Él se encogió de hombros y le preguntó.

—¿Qué opinan tus padres de lo bien que te ha ido la vida?

—Dicen que están orgullosos. No trataba de decirte que no lo estuvieran. Ellos... No sé. Tienen su manera de hacer las cosas, y yo tengo la mía.

Erin deseaba hacerle más preguntas, pero sabía que no debía. Cuanto más supieran el uno del otro, más les costaría pasar a la aventura siguiente, aquélla que la vida tuviera guardada para ellos.

—¿Y tú? —preguntó él—. Dijiste que tus padres también son del este.

—De Milwaukee —mojó una patata en el ketchup—. Se mudaron a Arroyo Grande antes de que yo naciera. Está cerca de Cal Poly, en San Luis Obispo.

—Donde fuiste al colegio con Cheryl —dijo él.

—Tienes buena memoria —sonrió ella—. Hace unos años, mis padres se jubilaron y regresaron a su tierra natal, donde está el resto de nuestra familia. Todos los presionaban para que regresaran y... adivina a quién están presionando ahora.

—¿Te marchas de California? —preguntó él.

—Oh, no. Sólo que... —dudó un instante—. Como me separé de William, creen que ya no tengo nada que hacer aquí. Creen que tengo un vacío en mi vida y que tengo que llenarlo. No comprenden que ésta es mi casa. Que mi trabajo y mis amigos están aquí...

Erin miró a otro lado para no ver cómo reaccionaba él. Como estaban hablando de la familia, se le ocurrió pensar qué opinarían ellos de Wes. A su madre no le gustaría porque no era William, el chico que Erin había despreciado sin pensarlo bien. Su padre sería más tolerante, pero sospecharía del encanto de Wes. ¿Y sus hermanas? Dirían que estaba perdiendo el tiempo con un hombre así, pero ninguno conocía a Wes. Y ella tampoco...

Erin no conocía a ese hombre, y tampoco llegaría a conocerlo.

—¿Y qué me cuentas de William? —preguntó él.

Al oír su nombre, sintió que la rabia afloraba de nuevo. No quería que su ex formara parte del fin de semana, de su idilio con un hombre que hacía que olvidara lo que había dejado atrás.

—¿Las ex parejas no son un tema tabú en lo cruceros románticos? —preguntó, tratando de animar de nuevo la conversación.

—Está bien.

Estuvieron en silencio un instante. El casi imperceptible movimiento del barco hizo que Erin regresara a la realidad. Estaba en un crucero. En una aventura amorosa. En una escapada.

Sintió un nudo en el estómago porque no conseguía olvidar a William. Sentía una presión en la espalda y se encogió de hombros para tratar de quitársela de encima.

—Erin, ¿estás bien?

—Supongo que no estoy acostumbrada al movimiento del mar —antes de que él pudiera decir algo más, añadió—Me tengo que ir al masaje.

Se puso en pie, confiando en dejar allí la ira que sentía. Cielos, ¿eso era todo lo que le había dejado la única relación que había tenido en su vida?

Otro motivo por el que no quería tener una relación seria con nadie más. La negatividad, la decepción.

Pero no podía dejar a Wes así. No era justo. Para ninguno de los dos.

Forzó una sonrisa, se agachó y lo besó en la oreja.

—¿Te veré en la habitación dentro de una hora? —le preguntó, y notó que se le aceleraba el corazón.

Él volvió la cabeza para besarla a modo de respuesta.

Erin se marchó sin mirar atrás.

Igual que pensaba hacer cuando terminara su aventura con Wes.

7EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 4 Mar 24 Mar 2009, 17:36

Martha.

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Erin tomó el ascensor hasta la duodécima planta, donde se encontraba el spa. Se detuvo en la recepción, rellenó un formulario sobre su estado de salud y saludó al masajista. Era un hombre delgado que se llamaba Justin, y que tenía la piel oscura y la voz suave. Él la guió hasta una habitación para que se desnudara y disfrutara de su primer masaje con piedras calientes.

Tras revisar el formulario sobre su estado de salud, él salió dando un portazo. Erin se fijó en la habitación. En las luces de las velas, en el aroma de los aceites esenciales y en el sonido de la música relajante.

¿Cuándo había sido la última vez que se había dado un lujo así? La tienda de golosinas requería mucha dedicación y, en los últimos años, no había tenido tiempo de cuidarse. También, William pensaba que los masajes eran una pérdida de dinero, así que se había abstenido de dárselos. Tampoco era que él supiera en qué se gastaba el dinero, ya que aunque estuvieron comprometidos, no habían llegado al punto de compartir las cuentas bancarias, y mucho menos de elegir la vajilla del ajuar.

Al experimentar de nuevo un sentimiento de frustración, trató de concentrarse en quitarse la ropa y no pensar en ello. Una vez desnuda, se tumbó boca abajo y se cubrió con la sábana. Sus senos presionaban contra la camilla, provocando que fuera consciente de ellos.

Con los ojos cerrados, trató de relajarse. Se concentró en la música y trató de regodearse en el hecho de estar de vacaciones, con Wes.

Lo imaginó desnudo, preparado para meterse bajo la sábana con ella, para restregar su piel contra la de ella. El poder de su imaginación hizo que se le humedeciera la entrepierna.

Justin tardó un poco en regresar, pero cuando lo hizo, ella estaba mentalmente tan excitada que le costó bastante tranquilizarse.

«Cálmate», se dijo. «Resérvate para el camarote».

Oyó que se cerraba la puerta y sintió que deslizaban la sábana para descubrirle la espalda. Oyó que él se alejaba un momento para ponerse aceite en las manos y que, después, se volvía a acercar.

Cuando sintió el aceite templado en la espalda, suspiró. El masajista tenía las manos fuertes, grandes y un poco ásperas. Le extendió la crema con cuidado, como si después fuera a lamerla para retirársela.

Por los omóplatos, por el cuello, por la cintura, por el trasero...

Retiró la sábana un poco más y continuó masajeándole el trasero, deslizando los pulgares hacia el interior de sus muslos, muy cerca de la entrepierna.

«Guau».

Erin levantó la cabeza de la camilla y miró hacia atrás por encima del hombro. Y allí, con una arrogante sonrisa, se encontró con Wes.

Automáticamente, agarró la sábana y se cubrió con ella.

—¿Has recibido un curso de masaje en tu tiempo libre?

Wes, que se había quitado la chaqueta de cuero, tenía los brazos cruzados sobre una camiseta que resaltaba su torso musculoso.

—Te seguí hasta aquí y... Llegué a un trato con Justin, eso es todo.

—Un trato.

—Soy trapichero por naturaleza —sonrió él—. Es mi mejor talento.

—Lo único que vas a conseguir es que echen a Justin —dijo Erin.

—Eso no es lo que él dijo cuando le di los billetes y le dije que se tomara un descanso —inclinó la cabeza—. Bueno, vale, sí dijo algo acerca de que si su jefe se enteraba, podía meterse en un buen lío, pero cuando le di un poco más de dinero, se fue convencido.

—Eres un diablo.

Wes la miró fijamente y le dijo:

—Date la vuelta, Erin. Haz que valga la pena el dinero que me he gastado.

—Eh, hablas como si fuera...

—No lo eres —su intención no era que lo interpretara de esa manera. Jamás la trataría así—. Deja que te haga sentir bien, Erin —añadió en voz baja.

Ella lo miró un instante y obedeció, invitándolo a continuar.

Wes dudó un momento, pero después, temiendo llegar al límite si se controlaba, se echó más aceite en las manos. Con cuidado, le acarició la espalda de nuevo. Mientras le masajeaba los músculos, se excitó pensando en lo que llegaría después de los juegos preliminares. El encuentro entre sus cuerpos... Y quizá más.

Ella gimió cuando él le masajeó el cuello con los pulgares.

—Pasas muchas horas en la tienda —dijo Wes.

—Shh.

Wes soltó una risita y metió las manos bajo el cuerpo de Erin para acariciarle los pechos. Ella arqueó la espalda para permitirle que jugueteara con sus pezones.

Gimió. Y él deslizó su mano hacia el vientre, hasta que sintió un mechón de vello junto a sus dedos.

—Creía que... —dijo Erin, con la voz entrecortada—me iban a dar un masaje con piedras calientes...

—Descarada —dijo él, y deslizó las manos por su cintura, por su espalda, por su trasero. Después, le separó las piernas y le acarició la carne húmeda.

Erin se contoneó.

—Oh...

Wes la acarició con más fuerza, separándole los pliegues de su sexo, excitándose al ver el brillo de su piel rosada a la luz de una vela.

«Con cuidado», pensó. «Despacio».

Cuando encontró su clítoris, lo acarició. Erin se agarró a la camilla, arrugando la sábana con fuerza.

Wes continuó despacio, provocando que gimiera cada vez más fuerte.

—Wes —dijo ella—. Oh, Wes...

Al oír su nombre, Wes sintió una presión en el pecho.

Llamaron a la puerta.

Wes se quedó paralizado.

Erin se retiró, tenía la piel empapada en sudor.

En plena erección, se acercó a Erin para cubrirla con la sábana y blasfemando para sus adentros. Ella había pronunciado su nombre como si quisiera algo más de él, algo que no era puramente físico...

—Un segundo —contestó.

—Ha venido mi jefe, señor —se oyó que decían desde el otro lado de la puerta—. Tengo que...

—Un momento.

Erin se había bajado de la camilla y estaba recogiendo su ropa.

—Si creyera en ello, diría que es culpa de la maldición.

Wes la ayudó a ponerse los vaqueros.

—Yo estoy empezando a creer. Me temo que tienes que explicarme todo eso de la maldición, Erin.

Toc, toc, toc.

Ella se puso la camiseta y sus pezones erectos quedaron marcados contra la tela. Wes le echó el jersey por encima, para taparla antes de que entrara Justin. No le importaba que ese hombre viera mujeres desnudas todos los días, se trataba de Erin, y Wes no estaba dispuesto a darle el gusto a cualquiera.

—Lo siento, pero... —dijo Justin desde fuera.

—¡Un minuto! —dijeron ambos al unísono.

—A la habitación —dijo Wes—. Dime que vamos a la habitación —al ver que cambiaba el brillo de sus ojos, le preguntó—¿Erin? ¿Qué ocurre?


Al cabo de un instante, ella sonrió.

—Nada —le tocó el brazo—. Vamos...

Justin abrió la puerta en ese momento.

—Lo siento, pero ha venido mi jefe y me ha preguntado por qué no estaba en la sala de masaje, si tenía una cita.

—Está bien —dijo Erin, y tiró de la mano de Wes—. Gracias por haberlo intentado.

Y caminaron hasta el camarote, donde Wes esperaba que pudieran demostrar que no existía ninguna maldición sobre ella.

8EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 5 Mar 24 Mar 2009, 17:38

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«Hemos estado a punto», pensó Erin mientras Wes y ella entraban en el camarote. A punto de que los pillaran, y a punto de llegar a algún sitio. Todavía tenía la piel resbaladiza por el aceite, y podía sentir las manos de Wes deslizándose por su cuerpo, bajo su...

Al recordarlo, sintió un cosquilleo en la entrepierna. Todavía estaba preparada para él, con el recuerdo de lo que podía haber sido muy presente.

Cuando Wes cerró la puerta, sonó una campana por el altavoz del camarote. Momentos después, una voz les anunció.

—Nos gustaría que se reunieran con nosotros en la cubierta mientras zarp...

—No —dijo Wes, y guió a Erin hacia la cama—. Diablos, no.

Ella lo agarró de los brazos y lo giró, de forma que lo colocó de espaldas a la cama.

—Exacto, no más interrupciones.

Lo empujó hacia la cama para que se tumbara. Él se apoyó sobre los codos y la miró, divertido porque se hubiera hecho cargo de la situación.

Ambos se rieron. Erin lo miró a los ojos y sintió que se le aceleraba el corazón. Se fijó en su manera de mirarla, en el deseo que expresaba su mirada. En cómo la camiseta marcaba sus músculos. Era más de lo que ella podía soportar y, durante un instante, no supo qué hacer.

Mirando de reojo, vio que el barco se alejaba del muelle para llevarlos mar adentro. Andándola en la decisión que había tomado acerca de disfrutar de un fin de semana íntimo con aquel hombre atractivo y sexy que la hacía estremecer.

Sin detenerse a pensar qué podía significar su reacción, Erin dejó a un lado las dudas y se acercó a la cómoda para recoger la piruleta que había dejado allí antes.

Temblando con anticipación, fingió mirarla detenidamente. Era de cereza, con forma de corazón e inocente.

—¿Me haces un favor? —le preguntó a Wes.

«Oh, cielos», pensó. Realmente se disponía a hacer aquello. Iba a acostarse con Wes. Tenía que ignorar el hecho de que su relación no tuviera futuro y lanzarse a ello. Exponerse a una predicción que le asustaba de verdad.

—Dímelo —dijo él.

Despacio, ella comenzó a retirar el envoltorio de la piruleta.

—Quítate toda la ropa.

Wes miró el caramelo con curiosidad y arqueó una ceja. Después, se quitó la camiseta y la tiró a una esquina.

A través de la ventana, el puerto se veía cada vez más lejos. Erin tenía un nudo en el estómago. No sabía si por el hecho de navegar o por lo nerviosa que estaba. Se acercó a la ventana, cerró las cortinas y regresó junto a Wes.

La habitación quedó en penumbra y con un aspecto rúenos intimidante. De ese modo, podría llevar a cabo sus fantasías sin sentirse expuesta o sin perder el valor por culpa de la iluminación.

Mirándola con ojos de deseo, Wes también se había quitado los zapatos y los calcetines. Con poca luz, su piel color aceituna parecía más oscura, exótica, masculina.

—¿Y? —preguntó él, con tono sexy.

Erin sintió que una ola de calor la invadía por dentro. Instintivamente, se acarició los labios con la piruleta.

El sonrió.

Acercándose a él, Erin se sacó el caramelo de la boca.

—Tus pantalones no van a servirnos —dijo.

Mientras Wes se ponía en pie para quitárselos, Erin chupó de nuevo el caramelo, consciente de que él estaba mirándola.

Wes tiró la ropa a un lado y se quedó de pie. Tenía un cuerpo atlético y el miembro viril en erección.

Erin se metió toda la piruleta en la boca y la sacó de nuevo.

—Mmm...

—Erin... —dijo Wes, con tono de deseo.

Con la seguridad que le proporcionaba ver cuánto la deseaba él, Erin se movió hacia delante y lo empujó una pizca para que se sentara de nuevo en la cama. Después, le lanzó una almohada para que pudiera tener levantada la cabeza. Estaba segura de que querría mirar, y ella necesitaba que lo hiciera. Necesitaba sentirse traviesa y rebelde. Él comprendió sus intenciones y se colocó la almohada bajo la cabeza. Entretanto, ella se metió la piruleta otra vez en la boca y le separó las piernas con la otra mano.

Mientras se sacaba el caramelo, sintió que el suelo temblaba bajo sus pies. Y que la cabeza le daba vueltas.

—¿Estás bien? —preguntó él.

—Sí —respiró hondo y se subió a la cama—. ¿Crees que el mar estará muy movido ahí fuera?

Wes cerró los ojos, como si no pudiera creer que ella estuviera hablando en lugar de actuando. Erin tampoco podía creerlo pero, por un momento, se sintió mareada.

Él abrió los ojos de nuevo y agarró la almohada que tenía debajo de la cabeza.

—El barco es demasiado grande como para que se noten las olas. No te preocupes.

«No te preocupes», pensó ella. «Está bien».

Le acarició la parte interna de la pierna con la mano. Él se movió y al ver que su miembro se endurecía aún más, Erin sintió un fuerte cosquilleo en el clítoris, como si deseara que él se lo masajeara otra vez. Chupó el caramelo con fuerza, y llevó la mano un poco más arriba.

Le acarició los testículos, y él agarró la almohada con fuerza.

Con cuidado, le masajeó los testículos con la punta de los dedos, y se quedó fascinada al ver su cara de agonía. Entonces, mientras chupaba el caramelo con fuerza, recorrió con un dedo la parte inferior de su virilidad.

Wes se incorporó una pizca.

—Erin...

Ella lo interrumpió con un sonido y le sujetó el miembro. Empezó a mover la mano de arriba abajo, despacio, y con cada movimiento, acariciaba el caramelo con la lengua.

Descubrió que él tenía la vista posada en su boca. ¿Se estaría imaginando su lengua sobre su cuerpo?

Sacó el caramelo de su boca y lo movió de un lado a otro, consciente de que él estaba a su disposición.

—¿Te estás preguntando qué voy a hacer ahora? —le preguntó.

Él se aclaró la garganta y no contestó.

Erin probó el caramelo una vez más, y después se pasó la lengua por los labios. Entonces, susurró:

—Paso muchas horas en la tienda, mirando los caramelos, los bombones, las piruletas... Todo eso hace que una chica tenga fantasías diabólicas. Y que busque nuevas maneras de utilizar lo que vende.

Se metió el caramelo en la boca, lo humedeció bien y, tras colocarlo con cuidado en la punta de su erección, lo movió en círculos, cubriéndolo de una promesa pegajosa.

Después, bajó la cabeza y lamió el caramelo de su cuerpo, tomándose su tiempo mientras él gemía. Cuando levantó la cabeza para tomar aire, Wes respiraba con dificultad.

—¿Eso te lo han enseñado tus amigas de Los Angeles? —preguntó él, y apretó los dientes.

—No, yo no voy mucho a Los Ángeles —dijo Erin, y repitió el proceso, pero esta vez, cubriéndole el miembro entero—. El lugar al que voy es donde vive Cheryl. Acabo de mudarme allí para montar el negocio con ella.

Se agachó para acariciarlo con la lengua una vez más. Cereza, piel, Wes... Él gemía sin parar y Erin decidió introducirse el miembro viril en la boca. Sin dejar de mover la lengua, despacio, saboreando la mezcla de caramelo y piel.

Era delicioso...

Wes introdujo los dedos en el cabello de Erin, y cuando llegó al orgasmo, le llenó la boca. Ella saboreó su esencia, y la tragó. Le acarició la parte interna del muslo con la mejilla, e inhaló su aroma masculino.

Mareada, se separó de él. Vio que jadeaba con el cuerpo cubierto de sudor. Ella también jadeaba, y sentía el latido de su corazón en la entrepierna.

—Ven aquí —susurró él.

Erin sintió un nudo en el estómago, pero obedeció. Se tumbó sobre él y lo besó en la boca. Movió las caderas contra su cuerpo, para aliviar la presión que sentía en la entrepierna. Aunque Wes había llegado al climax, empezaba a excitarse de nuevo. Se restregó contra él, deseando haberse quitado los vaqueros y que él estuviera en su interior.

Mientras se devoraban el uno al otro, mordisqueándose, besándose, acariciándose, Erin sentía que el mundo daba vueltas en el interior de su cabeza.

La imagen de unas palabras invadió su pensamiento: «Puedes dejar de buscar al hombre de tus sueños».

Trató de olvidar lo que había dicho la adivina y comenzó a bajarse la cremallera de los pantalones. Lo único que quería era divertirse.

«Ya has encontrado al hombre de tu vida».

El pánico comenzó a apoderarse de ella, manifestándose en forma de nerviosismo. El mar movía el barco de un lado a otro, y no pudo evitar levantar la cabeza.

«Si una rechaza lo que el amor tiene guardado para ella, el karma regresa en forma de energía negativa...».

Erin cerró los ojos y se sujetó la frente.

—Maldita sea.

—Eh... —dijo él, y le sujetó el rostro.

Pero ella se retiró y se tumbó de lado hasta que el barco dejó de moverse.

—¿Estamos en una tormenta o algo así? Yo...

Se calló al sentir que el sabor del caramelo se había convertido en rancio. Wes sólo era una aventura para ella, nada más, y eso era todo lo que querían el uno del otro...

—El barco no se está moviendo —dijo Wes, acariciándole el cabello—. ¿Qué te pasa?

La respuesta estaba clara. La maldición.

Su karma era negativo y el mareo era el precio que tendría que pagar esta vez.

9EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 6 Mar 24 Mar 2009, 17:38

Martha.

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Había sido una noche dura.

Y no porque Wes hubiese tenido que estar despierto la mitad de la noche cuidando de Erin. No, no le había importado levantarse a mojar un paño para que se lo pusiera en la frente. Ni tampoco salir a comprar aspirinas y un brazalete para el mareo.

La noche había sido mala porque, una vez más, Erin y él habían estado a punto de conseguir lo que ambos deseaban. Pero no lo habían hecho.

Luchando contra su permanente estado de excitación y con la esperanza de que todo aquello pudiera terminar en una relación íntima, dejó a Erin durmiendo y se dirigió al bufé para buscar algo para desayunar. Cuando regresó, se encontró con que Erin estaba en la ducha. Dejó el desayuno sobre la mesa y fue al gimnasio para descargar un poco en la máquina de remo.

Por supuesto, no le sirvió de mucho. Seguía excitado y listo para estallar. Los juegos de la noche anterior sólo le habían servido para que imaginara lo que una mujer como Erin podía ofrecerle, y no era suficiente.

Cuando regresó al camarote, Erin no estaba allí. Se dio una ducha y cuando salió del baño, vio que ella le había dejado un mensaje en el teléfono, diciéndole que lo estaba esperando en el cibercafé, donde había ido a mirar el correo electrónico de la tienda, y que después saldrían a hacer una excursión por Ensenada.

A Wes en realidad le apetecía hacer otra cosa, pero al reunirse con ella y ver que todavía no tenía muy buena cara, decidió que lo mejor era comportarse como un caballero y no pedirle que regresaran a la habitación.

«Un caballero», pensó y contuvo una sonrisa.

Nada más bajar del barco, entraron en un edificio donde había un cartel que decía: Bienvenidos a Ensenada. Dentro, había muchos puestos para turistas. Entre otras cosas, se vendían relojes de imitación, o las típicas mantas mexicanas de colores.

Erin se acercó a una mesa para mirar unas pulseras de cuero. Al ver una que tenía unas flores, la agarró, la colocó en su muñeca y sonrió.

—¿No te gusta? —sonrió Wes, sorprendido de que le gustara ver cómo compraba.

—Creo que no es mi estilo.

Wes miró el brazalete y pensó que ella estaría muy guapa con él. Aprovechando que Erin se acercaba a otro puesto, le preguntó a la dependienta:

—¿Cuánto cuesta? —y le pagó los diez dólares que le pedía sin regatear.

Se guardó la pulsera en el bolsillo de la chaqueta y sonrió a la mujer, pensando en que Erin se sorprendería al ver el brazalete más tarde. La dependienta se sonrojó y se colocó un mechón de pelo negro detrás de la oreja.

Wes se volvió para reunirse con su... ¿Qué era Erin? ¿Su novia? ¿Su amante? ¿Más?

Mientras Erin compraba algo en el puesto de al lado, él estuvo pensando en la última posibilidad. Segundos más tarde, ella se volvió y le enseñó lo que había comprado.

—Es para uno de mis sobrinos —dijo, y le mostró una caja de sorpresas.

Un sobrino. Un dato de la vida diaria de Erin, fuera del crucero. Por algún motivo, sus palabras asustaron a Wes, quizá porque hacían que se percatara de que, en dos semanas, ella se había convertido en algo importante para él.

—¿Cuántos años tiene? —le preguntó, mientras se encaminaban hacia la salida.

—Tres —dijo, y guardó la cajita en el bolso.

Salieron del edificio y tomaron un autobús hasta el centro de Ensenada. Cuando llegaron allí, descubrieron una calle llena de bares, restaurantes y vendedores callejeros.

Una niña convenció a Wes para que le comprara unos chicles.

—Eres un blanco fácil —dijo Erin con una sonrisa.

Con las manos en los bolsillos de la chaqueta, Wes contuvo una sonrisa. Después, se dirigieron a un pequeño centro comercial lleno de tiendas donde Erin compró algunos bolsos para sus sobrinas de Milwaukee.

Mientras paseaban entre las tiendas, Wes se fijó en que ella parecía recuperada y pensó que debía de ser porque estaban en tierra firme.

O quizá...

No quería ni pensar en la posibilidad de que ella estuviera jugando con él. Que hubiera aceptado ir al crucero pero con intención de evitar lo que para cualquier pareja significaría estar en un camarote, juntos.

Respiró hondo y salió a la acera mientras esperaba a que ella comprara unas camisetas.

De pronto, lo comprendió todo. El inquietante sentimiento que no había sabido identificar.

No le gustaba su forma de ser. Hacía algunos meses que había empezado a sentirse a disgusto consigo mismo. Tantas fiestas y tantas citas empezaban a abrumarle. Todos los fines de semana eran iguales, fiestas, coqueteo y alguna aventura. Empezaba a estar harto de sí mismo.

Pero después de haber visto a Erin en aquella fiesta, riéndose y llena de vida, se había sentido atraído por algo distinto: por un sentimiento de verdad. Y después de hablar con ella, se había dado cuenta de que era cierto, no le gustaba en qué se había convertido. Sí, tenía mucho dinero pero ¿qué más? ¿Y lo que realmente importaba? Con su manera de ser, Erin le había dado alguna idea de qué podía ser. Y el hecho de que no se hubiera acostado con él el primer día había provocado que se interesara en ella de verdad.

«Erin podría cambiar lo que no me gusta cómo está ahora», había pensado,

Pero para ella sólo era un hombre de transición. Lo había dejado claro desde un principio, y Wes sabía que estaba relacionado con el hecho de que ella acababa de salir de una separación.

Comenzó a llover y Wes miró al cielo.

¿Qué estaba haciendo ahí?

—¡Te vas a mojar! —dijo Erin, al salir del centro comercial. Lo agarró del brazo y lo guió hasta el voladizo de un restaurante.

Ella estaba riéndose otra vez, de manera contagiosa. Pero él no podía reírse. Todavía estaba pensando en lo idiota que había sido.

—Eh —dijo ella, tirando de su brazo y mirándolo con cara de felicidad.

¿Felicidad? ¿Por qué? ¿Él había hecho algo para que se sintiera así? ¿Esa era la función de un hombre de transición?

Erin no estaba dispuesta a abandonar.

—¿Qué pasa?

Wes negó con la cabeza. No quería hablar de ello. No quería oír lo que ella le iba a decir. No quería que le recordara que sólo era algo pasajero. Sabía que le haría daño escuchar que nunca se convertiría en algo más, que sólo era una aventura temporal.

Del restaurante manaba un rico olor a comida. Ella lo miró, como si tratara de interpretar lo que sucedía bajo la fachada que él se esforzaba tanto en mantener. Entonces, se puso de puntillas y lo besó en la boca.

El beso hizo que una ola de calor recorriera su cuerpo. Temblando, Wes se agarró a la cintura de Erin para estabilizarse.

—¿Tienes hambre? —preguntó ella.

Lo único que el pudo hacer fue asentir. Estaba hambriento. Hambriento de ella.

Pero Erin hablaba de comer burritos y enchiladas, de nada más.

Cuando tiró de su mano para que entrara al restaurante, Wes supo que, aunque ella pudiera saciarse con comida, a el no le serviría de nada.

No era comida lo que necesitaba.

10EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 7 Mar 24 Mar 2009, 17:39

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Después de pasar la tarde comprando, comiendo y tomándose una cerveza, Erin accedió a regresar al barco una hora antes de que zarpara.

¿Para qué quería regresar más temprano? No lo sabía. Después del desastre de la noche anterior, no le cabía ninguna duda de que la maldición iba a estropear cualquier otro intento de acostarse con Wes. Y eso la había llevado a una conclusión: ¿por qué no trataban de divertirse de otra manera si era evidente que el karma no les iba a permitir divertirse en el dormitorio? Al fin y al cabo, lo estaba pasando estupendamente con él. Wes era todo lo que ella esperaba que fuera.

Mientras se preparaban para una cena formal a la que Erin había insistido en ir porque quería probar los caracoles, lo observó detenidamente. Él había estado todo el día muy callado, ¿y por qué no? La había invitado a pasar el fin de semana con él, y aunque ella había insistido en pagar su parte, él le había dicho que quería regalarle un fin de semana con todos los gastos pagados, así que Erin suponía que tenía alguna expectativa al respecto. Sin embargo, se estaba comportando como un caballero y no estaba presionándola.

Eso le sorprendía. ¿No se suponía que Wes Ryan conseguía todo lo que quería? Al menos, eso era lo que se decía de él. Pero ¿qué había de verdad en todo aquello? ¿Qué más se escondía bajo esa expresión misteriosa que tenían sus ojos cuando él pensaba que ella no le estaba mirando?

A pesar de que todas esas preguntas merodeaban en su cabeza, la cena fue tan maravillosa como ella esperaba. Los caracoles estaban muy buenos, pero también comieron langosta. Después de la cena, decidieron dar un paseo por cubierta. La brisa alborotó el cabello de Wes al apoyarse en una barandilla. Detrás de él, el mar susurraba al paso del Lady Oriana. Él iba vestido con una camisa blanca con el cuello abierto, pantalones negros y zapatos de piel.

Erin se colocó a su lado, se apoyó en la barandilla para mirar el mar y comentó:

—No había comido tanto desde... No sé. ¿Quizá desde que pasé las Navidades con mi familia? A mi madre le encanta cocinar.

—¿Y también prepara Cherries Jubilee? —preguntó él, refiriéndose al postre que habían tomado esa noche.

Wes se giró y apoyó el lateral de su cuerpo contra la barandilla, inclinándose hacia Erin. Ella sintió que se le erizaba la piel, recordando lo que había sucedido la noche anterior. Sabía que Wes querría que sucediera lo mismo esa noche y, puesto que ella ya no estaba mareada, pretendería llegar más lejos.

—Wes, quiero que sepas que ha sido buena idea relajarse durante un fin de semana fuera de casa. Lo estoy pasando de maravilla.

El permaneció en silencio un instante. Al cabo de un momento, metió un dedo bajo el brazalete contra el mareo que llevaba Erin. Al sentir el calor de su piel en la muñeca, ella sintió un nudo en el estómago.

Despacio, él retiró el dedo y le agarró la mano, colocándosela con la palma hacia arriba.

Con otros dedos, empezó a recorrerle la línea de la vida. Ella se estremeció.

—Parece que Madame Karma tenía razón acerca de que tendrás una vida larga —dijo él, en voz baja—. Pero ¿qué es esto? No es la línea del trabajo...

Su caricia hizo que ella se estremeciera.

—¿Qué ves? —¿por qué se lo había preguntado? No podía sacar el tema de lo que la adivina le había dicho acerca del hombre de su vida. Tenía que cortar la conversación. ¿Pero cómo podía hacerlo si él había empezado a acariciarle la muñeca? Sintió que le temblaban las piernas y un intenso calor en la entrepierna.

—Veo que la maldición de tu karma va más allá del hecho de que tengas una vida larga y del futuro de la tienda de golosinas. Hay algo que no me has contado.

Por un lado deseaba contárselo todo pero, por otro, sabía que debía contenerse. Se suponía que con Wes no debía preocuparse por ese tipo de cosas. Él no estaba interesado por ella de esa manera.

—No, Madame Karma sólo habló del negocio y de la vida. Y si he perdido la oportunidad para sacarle el mayor partido a la tienda, puede ser por no haberme dejado llevar. Tengo que cambiar —«sigue hablando del negocio. No menciones la predicción acerca del amor»—. Cheryl es mi socia, además de una gran amiga, y no puedo permitir que mi mala suerte la arrastre a ella también, sobretodo... —Erin se calló al ver que se ponía nerviosa.

Wes dejó de acariciarla y le agarró la mano.

—¿Qué pasa?

—Cheryl está entusiasmada con la idea de convertirnos en franquicia, pero soy yo la que está más recelosa. Por eso mi karma está molestándome.

—Expandirse no es algo tan grave —dijo Wes.

—Me da miedo —dijo ella, y no sólo se refería a la tienda.

—¿Miedo de qué?

—De fracasar, supongo. Imagino que convertirnos en franquicia significaría... —puso un gesto de confusión—. Supongo que dar el siguiente paso significaría: «ya está, ésta es mi vida», y si fracaso ¿después qué? —tragó saliva—. ¿Seré capaz de superar el fracaso?

—Ya. Esas malditas transiciones.

Las palabras de Wes quedaron suspendidas en el aire. Al ver que ella no decía nada, continuó:

—Es más agradable sentirse seguro, quedarse en un lugar conocido. Agradable, pero no satisfactorio.

Erin miró hacia el mar: el agua iluminada por la luna, el espacio infinito de un territorio desconocido. Estaban hablando de algo más que de su negocio, Wes insinuaba que sus miedos se extendían de lo profesional a lo personal, y parecía que le preocupaba el tema de las transiciones más de lo que ella habría imaginado.

Cuando levantó la vista y lo miró, descubrió que Wes la miraba de una manera tan intensa Que se le cortó la respiración. Lo único que podía oír era el fuerte latido de su corazón.

—No quieres arriesgarte a tomar la decisión equivocada —dijo él—, ¿no es así?

Al oír sus palabras, Erin recordó que, con William, había estado a punto de tomar la decisión equivocada. Necesitaría tiempo para poder intentarlo de nuevo.

Pero Wes no había terminado de hablar.

—De hecho, me atrevería a decir que te da miedo convertir cualquier aspecto de tu vida en algo más serio.

No podía ser cierto. No podía ser que se estuviera ofreciendo a tener una relación seria con ella.

De pronto, Erin lo comprendió: la predicción de Madame Karma no había sido tan descabellada.

—Wes, en la vida hay algunas cosas que es mejor dejar tranquilas.

—Erin, siempre se me ha dado bien hacer creer que la gente sale ganando con el trato. Así es como aprobé en el colegio, dando excusas adecuadas a los profesores, con sonrisas y promesas. Y así es como he salido adelante en el trabajo y en la vida, sobre todo con las mujeres. He disfrutado mucho con ellas, pero nunca he sido muy sincero. Ni con ellas, ni conmigo.

—Wes...

—Espera. Un momento, ¿de acuerdo? —respiró hondo—. He intentado tener una relación seria dos veces. Con la primera, resultó que ella era admiradora de los Clippers, así que, no funcionó porque cuando jugaban con los Lakers, nos enfadábamos mucho.

Miró a Erin un instante, buscando en su expresión algo que ella no podía darle. Al ver que no conseguía lo que buscaba, continuó.

—Después de aquella relación tan profunda, esperé, y lo intenté de nuevo con una mujer que parecía estupenda pero que resultó ser propensa a preguntarme por qué necesitaba tener mi espacio tan a menudo. Eso duró ocho días, y fueron ocho días demasiado largos. Pero al menos lo había intentado. Entonces, te vi en esa fiesta.

Una ola rompió contra el casco del barco y el sonido inundó la noche. Erin no estaba dispuesta a hablar, ni a contarle nada acerca de su pasado. Si lo hacía, sólo le serviría para disgustarse otra vez.

—Así que ésa es mi historia —dijo Wes—. Me pregunto cuál es la tuya, Erin.

—¿Por qué? —preguntó ella a la defensiva

Pero Wes no estaba dispuesto a abandonar. Le estaba sujetando la mano, decidido a no dejarla marchar.

«Tienes que distanciarte un poco», pensó ella. «Distánciate, porque se está acercando demasiado a ti».

—¿De veras quieres saber mi historia? —preguntó.

—Sí —contestó Wes esperanzado. «No puede suceder. No puedes dejar que suceda», se recordó.

—Está bien, aquí tienes un resumen. ¿En el instituto? Salía con chicos de manera habitual. ¿En la universidad? Conocí al que se suponía era el hombre de mis sueños y perdí mi virginidad con él. ¿Después de la universidad? Me comprometí con él. Durante seis años. Y cuando, finalmente, me di cuenta de que no quería casarse, me armé de valor y rompí con él. Me di cuenta de que, con el paso del tiempo, había dejado de quererlo. De hecho, mi familia quedó más destrozada que yo, y eso me hizo sufrir más que la ruptura en sí. No me gustó que lo pasaran tan mal por mi culpa —se aclaró la garganta—. ¿Y ahora? Vuelvo a salir con chicos para recuperar el tiempo perdido.

Era la primera vez que hablaba con Wes con tanto detalle y se percató de que la miraba asombrado. Poco a poco, él recobró la compostura y se convirtió de nuevo en el hombre seguro de sí mismo que aparentaba ser. El problema era que Erin sabía demasiadas cosas de él.

—¿Y por qué no me lo dices con claridad? —le preguntó Wes—. ¿Por qué no me dices que soy el tipo de chico que no sirve para nada más que para unas semanas de diversión?

Cuando Erin no contestó, su postura corporal perdió el gesto de arrogancia y seguridad.

Al verlo, ella se percató de qué era lo que, en realidad, quería sentir por Wes... Pero, sabía que si lo hacía, se destrozaría de nuevo. Así que volvió a tomar el papel de chica enfadada porque había sido traicionada por un hombre que no la valoraba.

Su actitud mostraba una postura defensiva, y Wes lo captó enseguida. Sin decir palabra, se marchó dejándola allí de pie, con la brisa marina susurrándole la palabra «maldición» al oído.

Erin trató de convencerse de que no importaba, de que era positivo que le hubieran echado esa maldición.

Porque quizá, sólo quizá, aquella maldición era la manera de protegerla para que no cometiera otro gran error.

11EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 8 Mar 24 Mar 2009, 17:39

Martha.

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Wes no sabía cuántas horas llevaba fuera del camarote. ¿Dos? ¿Tres? No importaba.

Lo único que sabía era que cada vez que se detenía a pensar en lo que había sucedido con Erin, lo veía más claro.

Erin le había dicho que, para ella, él era como un objeto de diversión. Y, a decir verdad, el antiguo Wes habría estado encantado de que fuera así. Pero esta vez, se había permitido pensar que podría llegar a ser algo importante para ella, y sus palabras no le habían agradado.

Entonces, ¿por qué intentarlo de nuevo con ella? ¿Por qué se empeñaba en buscar algo que podría hacerlo sufrir?

«Olvídate de Erin», se había dicho nada más abandonar la cubierta. «Olvídate de tu intención de convertirte en algo importante para ella».

Finalmente, decidió entrar y dirigirse al casino que había en la novena planta. Una dentro, rodeado de máquinas y mesas de blackjack, trató de convencerse de que estaba contento de haber regresado a su vida normal.

Se fijó en las personas que jugaban a la ruleta. Ellas lucían pendientes de perlas y ellos corbatas de seda. De la discoteca, provenía el sonido de la música. Un ritmo que seguramente tenía a las mujeres bailando en la pista de forma insinuante. Pensó que debía ir allí.

Pero al ver que tres mujeres que estaban junto a la ruleta, lo miraban de reojo, Wes dudó un instante. Dos morenas y una rubia.

Rubia. Con un corte atrevido, igual que Erin...

Wes se alejó de ellas y decidió tomarse una copa. Se acercó a la barra y pidió un whisky. Mientras esperaba a que se lo sirvieran, evitó mirar al trío de mujeres, porque no quería que le recordaran lo que lo estaba esperando en el camarote.

O no lo que no lo esperaba.

No conseguía disfrutar del ambiente. Ni siquiera del whisky. ¿Dónde había dejado su capacidad para divertirse? ¿Y por qué no podía dejar de pensar en regresar al camarote para estar cerca de Erin?

Unos taburetes más allá, observó una escena de coqueteo. Un hombre mayor hablaba con dos chicas de unos veintitantos años mientras se tomaba una copa. Las chicas iban vestidas como de forma glamorosa, con vestidos escotados y muy cortos. El hombre llevaba el cuello de la camisa abierto y mostraba su piel bronceada y una fina capa de vello cano.

Wes prestó atención a la conversación.

—Estaba en Hawaii durante una escala y conocí a dos mujeres en el hotel igual de guapas que vosotras —dijo el hombre—. Esa isla esta llena de mujeres atractivas. ¿Vosotras sois de allí?

Una de las chicas, la más animada, contestó:

—Somos de Chula Vista, cerca de San Diego —dijo, sin mucho interés.

Pero el hombre no se percató. Tampoco se fijó en las miradas que las mujeres compartían mientras él terminaba de contar su historia. Eran miradas que indicaban que estaban a punto de marcharse, miradas que hicieron que Wes sintiera lástima por el hombre. Wes deseaba decirle que se centrara en terminarse la copa y dejara de buscar una presa. Sentía vergüenza de él.

—Sí —dijo el hombre—. Trabajé como piloto durante años. Viajé a muchos sitios...

Las chicas asintieron y se miraron de nuevo. «¿Nos vamos? ¿Qué opinas? ¿Y cómo nos libramos de él?».

—¡Oh! —lo interrumpió la chica más animada, y miró hacia las puertas del casino—. ¡He visto a Debbie! —se volvió hacia el hombre—. Una amiga nos está esperando fuera.

El hombre se calló nada más captar la indirecta.

—Ha sido un placer hablar contigo —dijo la otra chica.

—Lo mismo digo —dijo la más animada, y agarró a su amiga del brazo—. Pásalo bien.

El hombre ni siquiera tuvo tiempo de contestar antes de que se marcharan. De camino, las chicas se rieron, en un tono bastante alto como para que él pudiera oírlas.

Avergonzado, Wes esperó unos instantes. Miró de nuevo a su alrededor y fingió no haber oído nada. Cuando finalmente miró al hombre, éste sostuvo su mirada un instante.

Wes se vio reflejado en él. Wes Ryan, veinticinco años más tarde, acabado, convertido en un objeto de desdén para las mujeres solteras con las que seguía tratando de ligar.

Despacio, el hombre se volvió hacia la barra y se bebió el whisky.

Temblando, Wes pidió otro whisky para invitarlo, lo pagó y se marchó.

El camino de regreso al camarote fue como un viaje por un laberinto silencioso.

Quizá así era como él lo sentía, porque por los pasillos se veía gente animada y se oían fiestas en las habitaciones. Pero Wes no pudo fijarse en nada.

Cuando por fin llegó al camarote, abrió la puerta y permaneció en la oscuridad hasta que se le acostumbró la vista. Erin estaba dormida en la cama, con un brazo sobre su almohada y el rostro girado hacia la ventana.

Wes se puso la parte de abajo del pijama y se metió en la cama, tapándose con la sábana. Con cuidado, retiró la mano de Erin de la almohada y la retuvo contra su pecho.

Deseó que ella abriera los ojos, igual que había hecho él, para ver cómo era en realidad.

Pero no fue así.

12EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 9 Mar 24 Mar 2009, 17:40

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Erin se despertó cuando el sol de la mañana penetró por una rendija de la cortina.

Pestañeó y se percató de que no estaba sola en la cama. Al girar la cabeza y ver el cuerpo musculoso de Wes, se puso tensa. Tenía la sábana arrugada sobre el vientre y una fina línea de vello desaparecía bajo la tela.

Deseó meter la mano bajo la sábana y acariciarlo. Casi podía sentir su miembro en la mano, e imaginó que le provocaba una erección a base de acariciarlo.

Al sentir un cosquilleo en la entrepierna, se acarició a sí misma. Metió la mano bajo la sábana, entre sus piernas, y se rozó el clítoris. Presionó sobre él y se acarició hasta que se humedeció la zona. Ocultando el rostro contra su brazo, fantaseó con la idea de que era Wes quien la estimulaba...

Pero no era así.

De pronto, inundada por la frustración, se detuvo de golpe.

Salió de la cama, con cuidado para no despertar a Wes, y decidió darse una ducha fría. Al cabo de unos segundos, giró el mando para que saliera más caliente. Al mismo tiempo, deseó que no hubiera sucedido lo de la noche anterior. Deseó que él se hubiera tumbado junto a su espalda, con la erección presionando entre sus piernas. Y que, al sentirla, ella se hubiera excitado, separando las piernas para que él la penetrara, haciéndola olvidar...

¡Ay!

El agua empezó a salir fría, así que cerró el grifo. «Gracias, maldición», pensó. «¿Alguna vez permitirás que tenga fantasías?».

Al recordar la discusión de la noche anterior, sintió un nudo en el estómago. Y el recuerdo de la cara de decepción que había puesto Wes cuando ella le dijo, más o menos, que no quería nada serio con él, hizo que se sintiera destrozada, y asombrada.

Maldita sea. No quería que él fuera más que una aventura. ¿Por qué no se había conformado con eso?

La noche anterior, tras regresar al camarote, se había castigado mentalmente, mientras esperaba a que él regresara. Había pasado el rato amonestándose y preguntándose cómo podía reparar el daño que le había hecho. Finalmente, con los ojos enrojecidos, se había quedado dormida, acariciado su almohada y deseando que él estuviera allí.

Mientras se peinaba el cabello, continuó dándole vueltas al tema. Si Wes había encontrado otra manera de divertirse la noche anterior.. . ¿Y si lo había hecho? Bueno, no podía culparlo, ¿verdad? No. De hecho, si ella hubiera sido él, habría perdido la paciencia por no haber podido mantener relaciones sexuales durante todo el crucero, mucho tiempo antes. Pero para su sorpresa, él había aguantado sin más. Hasta la noche anterior. ¿De veras sentía algo por ella?

«No estás preparada para esto, Erin», se dijo, en tono protector.

Sin embargo, cuando salió del baño y vio a Wes, tumbado boca abajo con la almohada sobre la cabeza, sintió que se le encogía el corazón al recordar lo bien que él se había portado con ella, lo paciente y cariñoso que había sido.

«Si corro el riesgo contigo, ¿terminaré en el mismo sitio donde acabé con William?», le preguntó a Wes en silencio mientras lo observaba respirar. «¿Excepto que sufriré demasiado como para poder recuperarme? ¿O debería seguir a mi instinto? ¿Puedo confiar en ti?».

Erin permaneció allí, mirándolo durante mucho rato. Finalmente, se armó de valor y le escribió una nota para decirle que estaría en el restaurante tomándose el café del desayuno.

¿Y si él estaba demasiado enfadado como para ir a buscarla?

«Entonces, estarás a salvo», se recordó.

Salió del camarote, preparándose para cualquier decisión que él tomara.

Cuando Wes encontró la nota, se vistió enseguida, con las imágenes del hombre de la noche anterior rondándole en la cabeza. Y para empeorar las cosas, tenía montones de dudas.

¿Para qué quería verlo Erin fuera del camarote? ¿Para suavizar la situación sin que el sexo se interpusiera entre ellos? ¿O para cortar la relación sin más?

Si él tenía algo que decir en el tema, todas las maldiciones y los impedimentos para estar con ella terminarían en ese mismo instante.

Se dirigió al restaurante y se encontró con Erin. Iba vestida con unos pantalones vaqueros de color blanco y una camiseta con el logotipo de Yes, Sweetie, el nombre de su tienda. La brisa marina alborotaba su corto cabello rubio.

Al verla, sintió una fuerte emoción que, por primera vez, creía que sabía reconocer, y a la que podría ponerle nombre si tuviera la posibilidad de convertirla en algo consistente.

Se acercó a la mesa y se sentó, confiando en que, al verlo, ella sintiera lo mismo que él.

Cuando sus miradas se encontraron, los ojos de Erin se tornaron plateados y, en su boca, apareció una amplia sonrisa.

Pero, al momento, su sonrisa se tornó tímida, como si hubiera recordado la angustia de la noche anterior.

—Me he despertado a las seis. Pensé que querrías dormir un rato más, así que decidí venirme aquí a esperarte.

«No era cierto. Había huido de su lado. O quizá la maldición había actuado de nuevo sobre ella y la había obligado a salir del camarote antes de que se les presentara la posibilidad de hacer el amor».

Wes pestañeó. ¿Había empleado el término «hacer el amor»? Él jamás se había referido al sexo de esa manera.

—No necesitaba dormir mucho rato. No he hecho nada para estar agotado —dijo, confiando en que captara su indirecta. La noche anterior no la había engañado con otra, a pesar de que en el casino podía haber encontrado la oportunidad de hacerlo.

Ella pareció aliviada y sonrió de nuevo.

—Entonces... —dejó la taza de café sobre la mesa—. ¿Te apetece que juguemos al minigolf? ¿Y que nos tomemos una copa junto a la piscina mientras escuchamos al grupo de reggae?

Hizo una pausa y frunció los labios. Ninguno debía nombrar la palabra «sexo» en aquellos momentos, pero era algo que flotaba en el ambiente.

—O quizá —añadió—, deberíamos hablar.

Era todo lo que Wes estaba esperando. Se echó hacia delante y comentó:

—Siento que creas que disfrutar del sexo era lo único que tenía pensado para esta semana. Es cierto que esperaba que nos liáramos y... —suspiró—. Pero no te he invitado a venir sólo por eso.

—De hecho, Wes, creo que todos mis problemas vienen de que me hayas invitado a venir —lo miró a los ojos—. La maldición ha truncado todos los planes que tenía respecto a pasármelo bien contigo. En serio, pensaba pasar mucho tiempo en esa cama, pero... —gesticuló con las manos, como si no pudiera darle una explicación.

Wes deseaba poder ayudarla. Borrar la expresión de confusión de su rostro y provocar que se sintiera mejor.

—Wes...

—¿Por qué no me cuentas lo que pasa?

Erin dudó un instante, consciente de que debía ser sincera. Pero la verdad lo cambiaría todo. Su aventura se convertiría en una relación seria y, a partir de ahí, todo iría empeorando. Ella volvería a sentir rabia e indefensión, porque era la única manera que conocía para manejar el sentimiento de rechazo que William había introducido en su vida.

Pero... ¿y si eso no sucedía?

«Ya has encontrado al hombre de tu vida».

Miró a Wes y supo que tenía que tomar el control de aquella maldición. Tenía que dejar de ser una marioneta en la vida. Tenía que tomar una decisión y enfrentarse al miedo que se había apoderado de ella.

—Siento mucho todo lo que ha pasado —empezó a decir—. No tenía intención de hacerte daño. Ni siquiera pensaba lo que insinué acerca de que no eras más que un mujeriego. Sólo he tenido relaciones con un hombre en mi vida, y siempre había sido...bueno, como si se abriera el cielo. Pensaba que podría cambiar mi filosofía con un chico que tuviera una reputación como la tuya, pero entonces, los sentimientos entraron en juego, cuando se suponía que no debían hacerlo. Y menos con la persona que yo creí que eras. En fin...

Wes se agarró a los brazos de la silla.

13EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 9 continuación Mar 24 Mar 2009, 17:41

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—Continúa.

—¿Lo de la maldición? ¿Lo de la adivina? Tenías razón. Me habló de algo más que del negocio y de las líneas de la vida.

El esperó, pero ella estaba tan nerviosa que se puso en pie. Wes se levantó también, comprendiendo que sintiera la necesidad de moverse para expresar aquello. Sin decir palabra, la agarró de la mano. Ella lo agarró con fuerza y lo siguió hasta las escaleras.

—Madame Karma también me dijo que había encontrado al hombre de mi vida —dijo.

Wes le apretó la mano.

—Y no podía aceptarlo, porque eso significaba que tú eras el candidato. Creía que no querrías una relación seria, y que yo volvería a sufrir mucho.

—El hombre de tu vida —dijo él, con una sonrisa.

Erin tenía el corazón acelerado y le costaba respirar. ¿Por qué tenía tanto miedo?

—Supongo que a donde quieres llegar es a que yo no era el tipo de hombre que encajaba en el concepto del hombre de tu vida, y que por luchar contra la predicción, te ha caído una maldición.

Ya habían llegado a la planta donde se encontraba su camarote. Erin se volvió hacia él, y vio temor en su mirada. Tenía miedo de que ella lo rechazara, ¿no? O peor aún, no le gustaba que ella tuviera ese concepto de él.

Conmovida, se puso de puntillas y lo besó. Recordó el día que lo había besado en Ensenada. Aquel día le había parecido algo natural expresar el cariño que sentía por él. Le había parecido lo correcto... hasta que empezó a pensar en ello otra vez.

«Deja de pensar», se había dicho a sí misma.

Él sintió el calor de sus labios contra la boca, el roce de sus senos turgentes contra el pecho.

Ella se retiró una pizca y le contó lo que había sucedido en su relación con William y cómo había provocado que rechazara cualquier posibilidad que pudiera hacerla sufrir.

—No quería volver a sentirme desesperada; por eso, cuando me pediste salir, esperaba poder disfrutar de la libertad de estar con un chico que no esperara nada de mí, excepto sexo y diversión. Y lo más importante era que yo no tendría que esperar nada de ti, sólo decepcionarme si no lo conseguía.

Wes suspiró aliviado, negó con la cabeza y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Erin ladeó la cabeza para disfrutar de su caricia, y se sorprendió al darse cuenta de que deseaba más y de que no le daba miedo aceptarlo.

—Y yo pensando que era culpa mía —dijo él.— Creía que sentías que no era lo bastante bueno para ti.

—No es que no fueras lo bastante bueno. Eras lo que yo creía que necesitaba. Pero lo que en realidad eras me asustaba tanto que intentaba no tratar con ello.

—Entonces... —tragó saliva—. Resulta que la maldición la has provocado tú, Erin. Tú y tus impedimentos psicológicos.

—¿He empleado la maldición para evitar tener que tomar decisiones sobre ti? —tenía sentido: al principio, la maldición sólo había sido una serie de coincidencias, como el simulacro de emergencia. Y ella había estado tan dispuesta a aceptarla, que le había dado vida propia.

Wes la había llevado hasta el pasillo donde se encontraba el camarote y Erin sabía que entrarían en él. ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si la maldición no había sido una creación suya? ¿Y si...?

—Maldita sea la maldición —le dijo él, como si hubiera leído su mente—. Aunque un tsunami vuelque el barco, serás mía.

Al oír sus palabras, ella se estremeció. Al instante, oyó que Wes cerraba la puerta del camarote.

La acorraló contra la puerta y Erin notó su erección contra el vientre.

Se devoraron el uno al otro con desesperación. Ella trató de quitarle la camisa, él de desabrocharle los pantalones vaqueros. Ella se golpeó la cabeza contra la pared, pero no sintió dolor. Sólo era capaz de sentir el placer.

¿No le había dicho la adivina que si se dejaba llevar el karma estaría de su lado? ¿Era eso lo que le estaba sucediendo?

¡Sí! ¡Aleluya!

En ese preciso instante, hicieron un anuncio por el altavoz.

14EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Capitulo 10 Mar 24 Mar 2009, 17:42

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Tras la interrupción, Erin comenzó a golpearse la cabeza contra la pared.

—No —dijo Wes, al oír la voz que provenía del techo.

Pero en cuanto oyó las palabras «juegos en cubierta», continuó con lo que estaba haciendo. Aquello de la maldición era una completa tontería.

Tomó a Erin en brazos y, tras sujetarse a su cuello, ella comenzó a besarlo de manera apasionada.

Wes la giró para llevarla a la cama y, al hacerlo, se chocó contra la cómoda y todos los cosméticos cayeron al suelo. Decidió dejar a Erin allí mismo, sentada, con las piernas alrededor de su cintura, de forma que su miembro rozara su entrepierna.

Podía sentir cuánto lo deseaba, incluso a través de la ropa. Él comenzó a restregarse contra ella, mientras la besaba.

Estaba tan excitado que su miembro viril ya tenía húmeda la punta. Sin pensarlo, le retiró la sudadera y el sujetador. Después, las zapatillas y los pantalones.

Ella jadeaba y lo miraba con una sonrisa.

«No es sólo sexo», pensó él, mirándole los senos, la cintura y la ropa interior de encaje. Aquello iba a ser algo más que algo físico. Y el hecho de que anhelara que fuera así le excitó aún más.

Se quitó la ropa y quedó desnudo ante ella. Más desnudo de lo que nunca había estado ante una mujer.

Cuando Erin lo miró de arriba abajo, él vio algo más que deseo en su mirada. Ella le estaba pidiendo que la hiciera feliz, y él podía hacerlo.

Metió los dedos bajo la ropa interior de Erin y le acarició la parte más íntima de su ser. Ella gimió y se retorció con satisfacción.

—Me encanta acariciarte —dijo él, notando una fuerte erección—. Eres preciosa.

Erin murmuró algo inteligible contra su cuello y se lo mordisqueó. Wes se estremeció, y después introdujo dos dedos en su cuerpo. Los movió hasta que ella se arqueó contra su palma, apoyando las manos en el mostrador para sujetarse.

Se fijó en que tenía el rostro sonrosado y humedecido por el sudor. Tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior. Eso provocó que se excitara aún más, y que, por primera vez en su vida, experimentara un sentimiento de posesión.

Le bajó la ropa interior, se colocó de rodillas y apoyó las piernas de Erin sobre sus hombros.

—Oh... —dijo ella, con una sonrisa.

Él le separó los pliegues de la entrepierna con los dedos y la acarició con la lengua, hacia arriba, para encontrar su clítoris.

Ella introdujo los dedos en su cabello, con ansia. Él ladeó la cabeza e introdujo la lengua en su cuerpo. Dentro, fuera, dentro...

Contoneándose, Erin gimió agotada, y cuando estaba a punto de llegar al climax, él introdujo uno de sus labios en la boca, y moviendo la lengua deprisa, la acarició como si estuviera degustando su caramelo favorito.

—Wes...

Wes se puso en pie y le acarició las caderas, la cintura y los senos. Ella tenía los pezones erectos y él aprovechó para acariciárselos con los pulgares. Después, capturó uno con la boca y provocó que ella gimiera. Para potenciar el placer que le estaba provocando, Wes deslizó la mano por su vientre y le acarició de nuevo la entrepierna, jugueteando sobre su clítoris hasta que Erin le arañó la espalda.

—Ahora —dijo ella—. Hazlo ahora.

Estaba tan excitado que le costó sacar un preservativo del cajón donde los había guardado. Cuando consiguió ponérselo, agarró a Erin por las caderas y la miró a los ojos.

«¿Y la maldición?».

«Al diablo con ella».

Con cuidado, la echó hacia delante y la penetró. Erin echó la cabeza hacia atrás, y gimió al acomodarlo en su cuerpo. Estaba tensa, húmeda y caliente.

—Erin...

—Se ha ido —dijo ella—. Se ha ido...

Comenzó a moverse contra él y lo rodeó con las piernas para que se adentrara más en su interior.

Wes gimió y disfrutó de la sensación de estar arropado por ella. A pesar de estar atrapado por su cuerpo, se sentía liberado. Comenzaron a moverse al mismo ritmo, y la penetró una y otra vez, deprisa, despacio, como si fueran un barco mecido por las olas del mar.

Despacio, se acurrucó contra ella y Erin lo abrazó como si no fuera a soltarlo jamás.

Al cabo de un instante, sintieron como si las olas se hubieran hecho cada vez más grandes, y se movieron como si no pudieran contenerse. Hasta que por fin, Wes llegó al clímax con virulencia y se desplomó sobre ella aprovechando que estaba apoyada en el espejo. Su respiración empañó el cristal, borrando su imagen mientras escondía el rostro contra el cuello de Erin y la abrazaba con furia desesperada.

Ella lo besó en la oreja.

—Podría acostumbrarme a eso —le dijo, con voz temblorosa.

Cuando él la atrajo hacia su cuerpo, estrechándola piel contra piel, el espejo se desempañó...

... mostrando al Wes Ryan que él había estado buscando.

15EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Epílogo Mar 24 Mar 2009, 17:42

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Dos meses más tarde

Cuando Erin vio a Wes entrando por la puerta de Yes, Sweetie, salió corriendo del mostrador para abrazarlo.

—¡Por fin! —dijo, y le acarició el cabello mientras le daba un beso.

—¿Mmm? Mmmm —la sorpresa de Wes se convirtió en placer inmediato y comenzó a saborearla.

Ella le mordisqueó el labio inferior y tiró de él con suavidad.

Ambos se rieron y, con la frente apoyada en su mejilla, le dijo:

—Sabes cómo mantener esperando a una mujer.

—¿No es ése el secreto para mantener una relación espontánea y excitante?

Él la guió hasta The Candy Bar, un lugar que se había hecho famoso después de que Constant Cravings, la tienda de café que había antes en el complejo empresarial, cambiara de local. Después, otra cafetería había ocupado su lugar pero no había tenido éxito. Allí, en The Candy Bar, entre el aroma de caramelos y chicles, los clientes podían disfrutar de un chocolate caliente: blanco, negro, con vainilla... como lo quisieran. Cada bebida iba acompañada de un caramelo, así que era habitual ver a niños y mayores en el local.

—Por supuesto —Wes retiró un periódico que había sobre un taburete— no soy un experto en esto de las relaciones, así que ¿qué puedo decirte?

—Tienes un talento innato, así que deja de hacerte el tímido —le dijo Erin, mientras jugueteaba con la pulsera de cuero que Wes le había dado después de haber hecho el amor por primera vez. Cuando él le anudó la pulsera en la muñeca, Erin sintió que era lo más valioso que le habían regalado nunca.

Wes la sentó en su regazo. Ella lo había echado de menos, a pesar de que se habían visto por la mañana al despertar juntos en la cama. De hecho, él había comenzado a trabajar con el ordenador al amanecer, y seguía allí cuando Erin se marchó a trabajar. Ella ya no pasaba mucho por su casa, y había trasladado su armario a la casa de Wes.

¿Quién iba a decir que iba a estar dispuesta a compartir el armario con él tan pronto? Pero Wes era el hombre de su vida, y tenía sentido que medio viviera con él.

Mientras se besuqueaban, los interrumpió una voz:

—Recordad que hay niños delante —dijo Cheryl.

Erin se volvió hacia su mejor amiga y socia de la franquicia que estaban creando:

—¿No tienes que hacer papeleo para nuestra futura franquicia?

Cheryl miró á Wes y le dijo:

—Controla a tu mujer, haz el favor —miró a Erin de reojo, recogió algunas tazas vacías y se dirigió a la trastienda.

Erin se rió y agarró el periódico que Wes había dejado sobre la barra.

—No vas a creer lo que he visto hoy —le dijo, y abrió el periódico por la página de anuncios locales—. Mira.

Wes miró donde ella le indicaba.

—Evan Sawyer y Lacey Perkins anuncian su compromiso...

—¿Te acuerdas? —le preguntó Erin—. Son la otra pareja que se mofó de las predicciones de Madame Karma. Han conseguido romper la maldición, igual que Ian y Chloe

Erin y la contable se habían hecho más amigas a raíz de la crisis de la adivina. Ambas se habían contado sus experiencias y Chloe había invitado a Erin a su fiesta de compromiso.

—¿Maldición? ¿Has dicho la palabra «maldición»? —preguntó Wes—. Creía que nunca más íbamos a pronunciar esa maldita palabra.

—¡No la llames maldita! —susurró Erin—. No maldigas la maldición. No sabemos lo que puede...

Wes la interrumpió con un beso apasionado. Cuando se retiró, le mordisqueó el labio inferior, con la promesa de lo que sucedería cuando por fin se encontraran a solas.

—Te quiero —le dijo—, pero deja de preocuparte. Sabes lo que sucedió cuando te preocupaste demasiado...

Entonces, fue ella quien lo besó para hacerlo callar.

Mientras se abrazaban, los adolescentes que había en la tienda comenzaron a reírse. Los adultos se levantaron para irse, como si tuvieran cosas mejores que hacer.

Y, en el otro extremo de la barra, la clienta más reciente de la tienda, Isabelle Girard, alias «la legendaria Madame Karma», miró a Wes y a Erin por encima del periódico que estaba leyendo.

Sonrió, y continuó leyendo los horóscopos mientras disfrutaba de un chocolate caliente, complacida de ver que, nuevamente, otra de sus predicciones se había hecho realidad.

FIN

16EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Empty Re: EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN Mar 24 Mar 2009, 17:45

Angela

Angela
MEJOR POSTEADORA
MEJOR POSTEADORA

Orales.. otro libro, nada mas que acá si necesito una lupa, porque la letra esta muy chirris y yo soy algo miopa... jajajajajajaja EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN 720325
Gracias Marha, lo copio y le pongo letra size 24, EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN 216280 EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN 216280 EL AMOR DE SU VIDA. CRYSTAL GREEN 216280
Bueno no tanto pero si un poco mas grande.

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