Serena todavía estaba un poco atontada, pero se había recuperado lo suficiente como para bajarse del caballo y ponerse de pie. —¿Sylvia?— Dijo dudosa mientras la más alta de las mujeres se acercaba a ella.
Sylvia sonrió sarcástica. — Tuviste suerte, Serena, de que estos bárbaros de la Tierra fueran lo suficientemente estúpidos como para mantenerte en el mismo lugar que tu nave. Sin el chip rastreador, no podríamos haberte encontrado. Y por otra parte, también tienes suerte de ser la más pequeña. De otra manera no habríamos venido a buscarte.
Serena sonrió abiertamente y rodeó con sus brazos a su hermana mayor, abrazándola fuertemente.
—Como siempre, tu elección del momento es perfecta.
Aparentemente olvidadas de los bárbaros de la Tierra, las hermanas se abrazaron y conversaron excitadamente durante varios momentos, pero, para la súbita desilusión de Adrianne, no habían olvidado la situación. Simplemente no veían a ninguno de los bárbaros de la Tierra como una amenaza.
Después de que se hubieran cansado de abrazarse, empezaron a estudiar a los terrícolas.
Chance todavía estaba sentado en su caballo, clavando los ojos en las mujeres con su boca a medio cerrar. Nerviosa por la presencia de las mujeres, Adrianne se acercó un poco más a Yar. Para su sorpresa, Yar la rodeó con el brazo protectoramente.
Serena se dio cuenta del movimiento, así como de sus implicaciones. Sus ojos se estrecharon durante varios momentos. Después de un momento, ella se acercó a ellos, deteniéndose a algunos pasos y colocó sus manos en las caderas. Yar clavó los ojos en ella durante un largo momento largo y finalmente soltó a Adrianne y se arrodilló, inclinando la cabeza. — Me alegro de que estés libre, Ama Serena.
Serena sonrió brevemente, palmeó la parte superior de su cabeza inclinada, y fijó su atención en Adrianne. —Me has ayudado a escapar.
— Sí, lo he hecho.
— ¿Por qué?
Adrianne se sonrojó, entre todas las cosas que podía haber hecho. — Cerré un trato con Yar para ayudar a liberarte a cambio del Orgasmastrón 9000. Nosotros no tenemos nada parecido a eso. Me haría rica.
Para la sorpresa de Adrianne, Serena la miró con un poco más de respeto. Sonrió débilmente. — Siempre estoy sorprendida de lo insignificantes que son las mujeres terrícolas, pero tú tienes potencial.
Adrianne sonrió. — Yo también estoy bastante sorprendida con las mujeres de Barbron.
Serena ahogó una risa.
—Estos otros… ¿también ayudaron?
Adrianne miró a su alrededor. — Chance, el que está sobre el caballo… y mi amiga, Darcy. Los dos hombres son Agentes Federales. Vinieron para detenernos.
Serena sacudió con fuerza su cabeza en algún tipo raro de señal y sus hermanas se movieron, rodeando a los dos agentes federales.
—Tú y tus amigos podéis iros.
Adrianne miró a Yar. —¿Qué pasa con Yar?
—¿Mi esclavo?
Adrianne apretó los labios, pero mantuvo su temperamento bajo control. Era obvio por la forma en que Serena había tomado su comentario previo que era una mujer de negocios. — Te haré un trueque por él.
Yar la miró agudamente, pero Adrianne le ignoró.
Un brillo de interés apareció en los ojos de Serena. —¿Qué?
—Esos dos hombres de allí.
Serena echó hacia atrás su cabeza y rió. —No son tuyos para canjear.
Adrianne no pudo más que sonreír. — Merecía la pena intentarlo.
—¿Y qué pasa con esa máquina de allí?
Adrianne miró la furgoneta. — No es mía. Tengo un coche, pero… está en Las Vegas. Pero tendrías que ir allí de todas formas para recuperar la aeronave que Yar usó —agregó precipitadamente.
—¡Hecho!— Serena tendió su mano y aunque Adrianne estaba un poco de sorprendida por un gesto tan humano, estrechó la mano a la mujer.
Serena sonrió. — Siempre me han gustado las cosas de la Tierra.
Adrianne miró a su alrededor. — Nos llevará bastante regresar.
Serena negó con la cabeza. — Tú vendrás con nosotras. Yo obtengo el coche, tú obtienes a mi esclavo.
—¿Y qué pasa con esos dos?— dijo Adrianne, sacudiendo con fuerza su cabeza en dirección a los agentes. — No van a dejarnos ir sin más.
Serena se giró, estudió a los dos hombres durante algunos segundos y finalmente caminó hacia ellos. Después de estudiarlos durante algunos segundos, miró al hombre negro. — Me quedaré con éste.
— ¡Creo que no!— dijo él en una voz profunda, melodiosa, y le lanzó un puñetazo. Serena era, sin embargo, bastante más rápida, y aparentemente, igual de fuerte. Le golpeó tirándolo al suelo, luego se inclinó, lo levantó y se lo echó sobre un hombro, palmeando su culo. —Genial.
El otro agente lo intentó también, pero fue rápidamente sometido y una de las hermanas de Serena se lo echó sobre el hombro y empezó a andar hacia la nave.
Adrianne se giró hacia Darcy. — Te veré en Las Vegas.
—¿Confías en ellas?— murmuró Darcy inquieta.
— No especialmente. Pero es la única oportunidad que tengo para conseguir a Yar. Podría muy bien luchar por él.
Darcy se mordió el labio. —Adrianne … ¿realmente merece la pena?
Adrianne se giró para mirar a Yar. —Sí que lo vale.
* * * *
El viaje desde Roswell hasta Las Vegas, que les había llevado cerca de doce horas en coche, les llevó menos de treinta minutos en la nave Barbron. Para mayor seguridad, dejaron la nave cerca de la aeronave, bastante lejos de la ciudad e hicieron señas al primer taxi que vieron al llegar a las afueras de la misma. Adrianne estaba bastante nerviosa con la idea de que Serena pudiera cambiar de idea acerca de su trato cuando viera el coche. Tenía sólo un par de años, y era un deportivo, pero no se parecía en nada a la furgoneta que Serena había querido. Para su alivio, Serena estaba emocionada. Adrianne le mostró cómo funcionaba el vehículo, y luego rezó por su vida mientras Serena lo conducía alocadamente alrededor del barrio varias veces, probándolo.
— Usa gasolina. Podrías tener un problema con el combustible — Adrianne se sintió obligada a decirle.
Serena se encogió de hombros. —Siempre hay un modo de encontrar un tipo de combustible u otro.
Le costó esfuerzo ponerse de pie cuando Serena detuvo el coche y la dejó salir. Sus rodillas estaban tan débiles que tuvo que cerrarlas para abstenerse de caerse sobre la acera. Para su sorpresa y su alarma, Serena salió del coche y llamó a Yar, que las había esperado en el camino de entrada. Yar se acercó a ella y se arrodilló, inclinando la cabeza.
—La terrícola te ha cambiado— le dijo pensativa. Yar le dirigió una mirada sorprendida y Serena sonrió. —Nunca fuiste un esclavo al uso, Yar. Es una de las razones por la que estaba tan orgullosa de ti— Guardó silencio durante varios momentos. — Te habría liberado por ayudarme a escapar incluso si la mujer no hubiera hecho un trato por ti, pero no veo razón para no tomar lo que se me ofrece.
— Vete… con mi bendición. Dale buenas hijas a tu mujer terrícola. Las mujeres de este mundo necesitan una casta mejor. Son demasiado débiles de carácter.
Yar la miró con una mezcla de confusión y optimismo. — Soy un esclavo. No puedo tener hijos.
Serena ahogó una risita, negando con la cabeza. — Por supuesto que puedes. Pocas de las mujeres de Barbron pueden darse el gusto de criar a sus hijos ellas mismas. Dejamos a nuestras hijas con las que sí pueden.
Yar frunció el ceño. —Pero yo no tengo…
— Sí tienes. Le diré que su padre es un hombre libre de la Tierra. Quizá algún día vendrá a verte.
Despachándole, volvió a subirse al coche, lo arrancó y pisó el acelerador.
— Espero que logre salir de Las Vegas sin que la policía la detenga— murmuró Adrianne mientras Serena derrapaba calle abajo haciendo chirriar las llantas. —¿Qué te dijo?
—Que eres mía— dijo Yar, sonriendo un poco dudoso. —¿Lo eres?
—Si tú me quieres— dijo entonces Adrianne cautelosa.
Él la rodeó con sus brazos y la apretó fuertemente contra él. — Te quiero. Pero no estoy seguro de que vaya a serte útil. No conozco muy bien las costumbres de la Tierra. Debo cuidar de ti, ¿no?
Adrianne sonrió abiertamente contra su pecho. —Entre tú y el Orgasmastrón 9000, creo que nos irá bien.
Sylvia sonrió sarcástica. — Tuviste suerte, Serena, de que estos bárbaros de la Tierra fueran lo suficientemente estúpidos como para mantenerte en el mismo lugar que tu nave. Sin el chip rastreador, no podríamos haberte encontrado. Y por otra parte, también tienes suerte de ser la más pequeña. De otra manera no habríamos venido a buscarte.
Serena sonrió abiertamente y rodeó con sus brazos a su hermana mayor, abrazándola fuertemente.
—Como siempre, tu elección del momento es perfecta.
Aparentemente olvidadas de los bárbaros de la Tierra, las hermanas se abrazaron y conversaron excitadamente durante varios momentos, pero, para la súbita desilusión de Adrianne, no habían olvidado la situación. Simplemente no veían a ninguno de los bárbaros de la Tierra como una amenaza.
Después de que se hubieran cansado de abrazarse, empezaron a estudiar a los terrícolas.
Chance todavía estaba sentado en su caballo, clavando los ojos en las mujeres con su boca a medio cerrar. Nerviosa por la presencia de las mujeres, Adrianne se acercó un poco más a Yar. Para su sorpresa, Yar la rodeó con el brazo protectoramente.
Serena se dio cuenta del movimiento, así como de sus implicaciones. Sus ojos se estrecharon durante varios momentos. Después de un momento, ella se acercó a ellos, deteniéndose a algunos pasos y colocó sus manos en las caderas. Yar clavó los ojos en ella durante un largo momento largo y finalmente soltó a Adrianne y se arrodilló, inclinando la cabeza. — Me alegro de que estés libre, Ama Serena.
Serena sonrió brevemente, palmeó la parte superior de su cabeza inclinada, y fijó su atención en Adrianne. —Me has ayudado a escapar.
— Sí, lo he hecho.
— ¿Por qué?
Adrianne se sonrojó, entre todas las cosas que podía haber hecho. — Cerré un trato con Yar para ayudar a liberarte a cambio del Orgasmastrón 9000. Nosotros no tenemos nada parecido a eso. Me haría rica.
Para la sorpresa de Adrianne, Serena la miró con un poco más de respeto. Sonrió débilmente. — Siempre estoy sorprendida de lo insignificantes que son las mujeres terrícolas, pero tú tienes potencial.
Adrianne sonrió. — Yo también estoy bastante sorprendida con las mujeres de Barbron.
Serena ahogó una risa.
—Estos otros… ¿también ayudaron?
Adrianne miró a su alrededor. — Chance, el que está sobre el caballo… y mi amiga, Darcy. Los dos hombres son Agentes Federales. Vinieron para detenernos.
Serena sacudió con fuerza su cabeza en algún tipo raro de señal y sus hermanas se movieron, rodeando a los dos agentes federales.
—Tú y tus amigos podéis iros.
Adrianne miró a Yar. —¿Qué pasa con Yar?
—¿Mi esclavo?
Adrianne apretó los labios, pero mantuvo su temperamento bajo control. Era obvio por la forma en que Serena había tomado su comentario previo que era una mujer de negocios. — Te haré un trueque por él.
Yar la miró agudamente, pero Adrianne le ignoró.
Un brillo de interés apareció en los ojos de Serena. —¿Qué?
—Esos dos hombres de allí.
Serena echó hacia atrás su cabeza y rió. —No son tuyos para canjear.
Adrianne no pudo más que sonreír. — Merecía la pena intentarlo.
—¿Y qué pasa con esa máquina de allí?
Adrianne miró la furgoneta. — No es mía. Tengo un coche, pero… está en Las Vegas. Pero tendrías que ir allí de todas formas para recuperar la aeronave que Yar usó —agregó precipitadamente.
—¡Hecho!— Serena tendió su mano y aunque Adrianne estaba un poco de sorprendida por un gesto tan humano, estrechó la mano a la mujer.
Serena sonrió. — Siempre me han gustado las cosas de la Tierra.
Adrianne miró a su alrededor. — Nos llevará bastante regresar.
Serena negó con la cabeza. — Tú vendrás con nosotras. Yo obtengo el coche, tú obtienes a mi esclavo.
—¿Y qué pasa con esos dos?— dijo Adrianne, sacudiendo con fuerza su cabeza en dirección a los agentes. — No van a dejarnos ir sin más.
Serena se giró, estudió a los dos hombres durante algunos segundos y finalmente caminó hacia ellos. Después de estudiarlos durante algunos segundos, miró al hombre negro. — Me quedaré con éste.
— ¡Creo que no!— dijo él en una voz profunda, melodiosa, y le lanzó un puñetazo. Serena era, sin embargo, bastante más rápida, y aparentemente, igual de fuerte. Le golpeó tirándolo al suelo, luego se inclinó, lo levantó y se lo echó sobre un hombro, palmeando su culo. —Genial.
El otro agente lo intentó también, pero fue rápidamente sometido y una de las hermanas de Serena se lo echó sobre el hombro y empezó a andar hacia la nave.
Adrianne se giró hacia Darcy. — Te veré en Las Vegas.
—¿Confías en ellas?— murmuró Darcy inquieta.
— No especialmente. Pero es la única oportunidad que tengo para conseguir a Yar. Podría muy bien luchar por él.
Darcy se mordió el labio. —Adrianne … ¿realmente merece la pena?
Adrianne se giró para mirar a Yar. —Sí que lo vale.
* * * *
El viaje desde Roswell hasta Las Vegas, que les había llevado cerca de doce horas en coche, les llevó menos de treinta minutos en la nave Barbron. Para mayor seguridad, dejaron la nave cerca de la aeronave, bastante lejos de la ciudad e hicieron señas al primer taxi que vieron al llegar a las afueras de la misma. Adrianne estaba bastante nerviosa con la idea de que Serena pudiera cambiar de idea acerca de su trato cuando viera el coche. Tenía sólo un par de años, y era un deportivo, pero no se parecía en nada a la furgoneta que Serena había querido. Para su alivio, Serena estaba emocionada. Adrianne le mostró cómo funcionaba el vehículo, y luego rezó por su vida mientras Serena lo conducía alocadamente alrededor del barrio varias veces, probándolo.
— Usa gasolina. Podrías tener un problema con el combustible — Adrianne se sintió obligada a decirle.
Serena se encogió de hombros. —Siempre hay un modo de encontrar un tipo de combustible u otro.
Le costó esfuerzo ponerse de pie cuando Serena detuvo el coche y la dejó salir. Sus rodillas estaban tan débiles que tuvo que cerrarlas para abstenerse de caerse sobre la acera. Para su sorpresa y su alarma, Serena salió del coche y llamó a Yar, que las había esperado en el camino de entrada. Yar se acercó a ella y se arrodilló, inclinando la cabeza.
—La terrícola te ha cambiado— le dijo pensativa. Yar le dirigió una mirada sorprendida y Serena sonrió. —Nunca fuiste un esclavo al uso, Yar. Es una de las razones por la que estaba tan orgullosa de ti— Guardó silencio durante varios momentos. — Te habría liberado por ayudarme a escapar incluso si la mujer no hubiera hecho un trato por ti, pero no veo razón para no tomar lo que se me ofrece.
— Vete… con mi bendición. Dale buenas hijas a tu mujer terrícola. Las mujeres de este mundo necesitan una casta mejor. Son demasiado débiles de carácter.
Yar la miró con una mezcla de confusión y optimismo. — Soy un esclavo. No puedo tener hijos.
Serena ahogó una risita, negando con la cabeza. — Por supuesto que puedes. Pocas de las mujeres de Barbron pueden darse el gusto de criar a sus hijos ellas mismas. Dejamos a nuestras hijas con las que sí pueden.
Yar frunció el ceño. —Pero yo no tengo…
— Sí tienes. Le diré que su padre es un hombre libre de la Tierra. Quizá algún día vendrá a verte.
Despachándole, volvió a subirse al coche, lo arrancó y pisó el acelerador.
— Espero que logre salir de Las Vegas sin que la policía la detenga— murmuró Adrianne mientras Serena derrapaba calle abajo haciendo chirriar las llantas. —¿Qué te dijo?
—Que eres mía— dijo Yar, sonriendo un poco dudoso. —¿Lo eres?
—Si tú me quieres— dijo entonces Adrianne cautelosa.
Él la rodeó con sus brazos y la apretó fuertemente contra él. — Te quiero. Pero no estoy seguro de que vaya a serte útil. No conozco muy bien las costumbres de la Tierra. Debo cuidar de ti, ¿no?
Adrianne sonrió abiertamente contra su pecho. —Entre tú y el Orgasmastrón 9000, creo que nos irá bien.