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Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin

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Mel
Martha.
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Martha.

Martha.
staff del foro
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Serena era consciente de que su esclavo sexual, Yar, la estudiaba cuidadosamente mientras programaba la aeronave para su excursión a Las Vegas. Estaba prohibido enseñar a los esclavos. Sabían todo lo que necesitaban saber para dar placer a sus amas antes de salir al mercado, y en todo caso, la mayoría de mujeres estaban demasiado ocupadas como para gastar tanto tiempo con sus juguetes.

Por otra parte, también estaba prohibido visitar la Tierra y ella nunca había dejado que eso la molestara. Era una sociedad incivilizada, dominada por los hombres por alguna razón insondable. Los terrícolas eran niños tecnológicos al lado de su mundo, pero Serena había adquirido un cierto gusto por la cultura de la Tierra desde el tiempo en que, accidentalmente, había tropezado con el planeta hacía décadas, durante una de sus primeras misiones. Recientemente, había descubierto su pasión por el juego y la decadencia, disponibles en Las Vegas como en ningún lugar del universo.

En lugar de reprenderle, por tanto, le ignoró como generalmente hacía. Le gustaba su ingeniosidad. Supuso que eso debía de ser la razón principal para que aún no se hubiera cansado de él, si bien le había tenido durante varios años y, normalmente, hubiera comprado un juguete sexual nuevo al año, o a los dos años a lo sumo.

Cuando había acabado programar la computadora, se volvió hacia él y le palmeó en la rodilla.Sé un niño bueno, vale, y no juegues con ninguno de los botones de la consola mientras estoy fuera.

—¿Te irás durante mucho tiempo, Ama?

—Al menos algunos días. Tal vez una semana. Estarás bien. La nave está bien escondida en este cráter lunar. Si una patrulla pasa por ahí, no debes, bajo ninguna circunstancia, contestar a su saludo. ¿Entiendes? De otra manera, corro riesgo de perder mi rango, y podría ir a parar al bergantín, y ya sabes lo que eso significa.

Él frunció el ceño.¿Me venderán para pagar tu multa?

Serena asintió.

—¿Qué debo hacer mientras te vas, Ama?

Serena alzó las cejas.¿Qué haces normalmente?

Su rostro se tornó sombrío.Nada.

Serena sonrió y palmeó su rodilla otra vez. —Bueno, entonces haz lo que haces normalmente.

En lugar de mostrar alivio, Yar pareció aún más infeliz y Serena frunció el ceño.¿No disfrutas de cruzarte de brazos?preguntó curiosa.

Multitud de emociones cruzaron su rostro como si luchara en un debate interno. Finalmente, sonrió vagamente. —Me gusta hacerte el amor. ¿Te gustaría que te sirviera antes de que te vayas?

Serena sonrió abiertamente y palmeó su mejilla.No esta vez, amigo. Estoy más interesada en el juego. Si necesito alguna distracción sexual, probablemente usaré un varón de la Tierra. Me divierten.

Yar se ruborizó y Serena frunció el ceño, estudiándole suspicazmente.¿No estarás celoso, no?

Él se puso pálido. —No, Ama.

—Bien— dijo Serena, despachándole. —Me has preocupado por un minuto. Pensé que podría necesitar devolverte para reacondicionarte—.

Yar se retiró de la aeronave y corrió velozmente hacia la antecámara de compresión, sabiendo que Serena estaba a punto de abrir las puertas. Apenas la había sellado cuando se abrieron las puertas. Se quedó mirando el portal mientras ella sacaba la aeronave del interior de su nave.

Después de un momento, pensó en el visionador. Se suponía que no debía tocarlo, pero Serena se había ido. Ella no notaría la diferencia.

Cambiando de dirección, corrió a toda velocidad a lo largo del pasadizo y escaló la escalera hacia el cuarto principal de operaciones. Falseando una voz femenina, solicitó el funcionamiento de la computadora en la pantalla.

—¿Ama Serena?

—¿Sí?— Yar respondió con la misma voz.

—No suenas como el Ama Serena. Solo detecto una forma de vida y eso significa que eres el esclavo masculino, Yar.

Yar luchó con su irritación por un momento.

—Yar está usando mi voz registrada. Le dije que podía visionar la pantalla para distraerse mientras estaba fuera.

—¿Por qué no me programó antes de irse?

—Le diré al Ama Serena que cuestionaste sus órdenes cuando regrese. Te reprogramará— dijo Yar.

La pantalla parpadeó. Yar, aliviado, la estudió y finalmente vio la aeronave, que no era más que una mota de luz que se movía en esos momentos. — La aeronave casi está fuera de la vista. ¿Puedes ampliar la imagen?

Obedientemente, la computadora ajustó el zoom y Yar observó como la aeronave de Serena entraba en la atmósfera terrestre. Pareció descender muy rápidamente hacia el planeta una vez que había dejado el espacio. Mientras observaba, cuatro formas oscuras, como un enjambre de insectos de Barbron, aparecieron en la pantalla y convergieron en la aeronave. La aeronave de Serena empezó repentinamente un tipo extraño de baile, zigzagueando primero en una dirección y luego en otra mientras las formas oscuras la seguían. Yar frunció el ceño, preguntándose qué estaba haciendo Serena.

Muy repentinamente, dos de las formas oscuras colisionaron, creando una pelota de fuego y luz. El corazón de Yar se sobresaltó. —¡Esos bárbaros! ¡Atacan al ama Serena! ¡Haz algo!— exclamó.

—Necesito órdenes— respondió la computadora.

—¡Haz algo! — Gritó otra vez Yar.

—Eres un esclavo. No puedes emitir órdenes.

—¡Fuego! Antes de que alcancen su aeronave!

—Está prohibido llevar a cabo órdenes emitidas por un esclavo.— respondió la computadora.

Yar, frustrado, miró alrededor de la nave, pero supo que era inútil. Nunca había visto al Ama Serena disparar un cañón. No tenía idea de cómo disparar uno si la computadora rehusaba hacerlo. Impotentemente, observó cómo la aeronave de Serena continuaba el baile y giraba en torno a las formas oscuras que la perseguían como si estuvieran atadas a ella por un cable invisible. Muy repentinamente una de ellas se estrelló contra la aeronave. Se originó una pelota de fuego y humo. La otra forma oscura voló en la nube y, también, explotó.

Yar jadeó, observando con horrorizada incredulidad como la aeronave de Serena empezaba a caer hacia el planeta, dejando un rastro de humo. Después de varios momentos, se le ocurrió que la aeronave parecía intacta y no completamente fuera de control.

—¡Computadora, más cerca!—

Una vez más, la computadora amplió la vista, y Yar observó con miedo, como la aeronave daba un patinazo a través de la superficie y desaparecía finalmente en una nube de tierra y escombros.

Entonces, empezó a pasearse, preguntándose qué debía hacer. Serena había dicho que no debía hacer nada, pero ella no había planeado ser derribada por los bárbaros. Pensó que habría conseguido hacer aterrizar la aeronave, pero no creía que Serena pudiera regresar a la nave con ella.

Si pudiese convencer a la computadora para emitir una llamada de socorro...

Eso no funcionaría. Serena estaría furiosa. Alguien vendría, de acuerdo, pero estaba prohibido incluso entrar en este sistema solar, y la pena sería mayor por aterrizar en el planeta. Lo sabía. Se lo había oído decir a las hermanas de Serena…

—Computadora, llama a las hermanas de Serena.

— No puedo recibir órdenes de un esclavo.

Después de discutir con la computadora durante casi una hora, el miedo y la frustración de Yar se convirtieron en ira plenamente justificada. Empezó a registrar la consola.

—¿Qué haces, esclavo Yar?

—Buscando tu chip de memoria.

—¿Qué harás con mi chip de memoria?

—Quitarlo.

—No estás autorizado para quitar mi chip de memoria, Yar.

Yar no respondió.

—Si quitas mi chip de memoria, cerrarás el soporte de energía, Yar.

— No, no lo haré. Oí al Ama Serena hablar acerca de quitarte el chip de memoria. Tiene otro en alguna parte.

— Llamaré a las hermanas del Ama Serena.

Una sensación de satisfacción inundó a Yar y se sentó a esperar que la computadora hiciese contacto, intentando no pensar en qué pasaría con él si el Ama Serena no regresaba. También era posible que sus hermanas pudiesen venir a recuperar la nave y llevárselo como si les perteneciera a ellas, o venderle. También sería posible que pensasen que recuperar la nave no valía el riesgo de ser encarcelado y multado.

Podría pasar el resto de su vida atrapado en esta roca árida sin más compañía que la computadora.

Tuvo un escalofrío ante tal pensamiento.

— He logrado localizar a tres de las hermanas del Ama Serena. No puedo obtener respuesta de las demás.

Martha.

Martha.
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—¿Qué les has dicho?

—Que el esclavo del Ama Serena, Yar, ha sido afectado con demencia espacial.

Yar frunció el ceño. —Déjame hablar con ellas.

— Te oyen. El canal está abierto.

—¡La aeronave del Ama Serena ha sido derribada por los bárbaros de la Tierra!— exclamó Yar. —Necesita ayuda.

—¿Qué diablos hace ella en la Tierra? Le prohibí que volviera a ir. Le dije que iba a seguir arriesgándose hasta que se encontrara de rodillas en la cárcel. ¿Quién habla?

—Yar—respondió dócilmente.

—¿Qué diablos hace un esclavo comunicándose? ¿Te ha enseñado tu Ama esto?

—No, Ama—dijo, incapaz de identificar la voz, a pesar de sospechar que debía ser la hermana mayor de Serena, Sylvia.

—¿Qué te dijo el Ama Serena cuando se marchó, Yar?

—Que no hiciera nada.

—¡Pues no hagas nada, maldita sea! ¡Y aléjate de las comunicaciones antes de que te pillen, por el amor de Krone! Saldrá por sí misma de cualquier lío en que se haya metido. ¡No tenía por qué haber ido a la Tierra! Estoy harta de sacar a esa chica de jaleos.

—Pero… la aeronave se estrelló. ¿Cómo regresará?

—No preocupes a tu linda cabecita con eso, Yar. Serena puede cuidarse sola— la hermana de Serena, Sadia, respondió, casi amablemente.

—Pero…

—Cerrar comunicación.

Yar se quedó escuchando el silencio durante algunos momentos y, finalmente, regresó al dormitorio y se sentó sobre su litera, clavando los ojos en la cama del Ama Serena. Estaba enojado, confundido y asustado. Estaba muy bien decir que Serena podía cuidar de sí misma. Sabía que, en muchas circunstancias, podía hacerlo. Era una experimentada capitana, y había luchado en, al menos, una docena de campañas que él supiera, habiendo salido de las batallas virtualmente ilesa.

Esto era diferente, sin embargo. Se había estrellado con la aeronave. Él sabía que los habitantes de la Tierra eran unos bárbaros. Había oído a Serena llamarles eso muchas veces. También sabía que no tenían la tecnología que las mujeres de Barbron tenían. ¿Cómo repararía Serena su aeronave sin nada para hacerlo?

No sabía si sentirse mejor o peor acerca del hecho de que Serena le había asegurado que la nave estaba bien escondida.

Nadie iba a encontrarle.

Podía quedarse aquí para siempre si ella no regresaba.

Al cabo de un rato, se le ocurrió que debía ir tras ella. La idea le paralizó durante varios momentos. Se suponía que él no debía volar en una aeronave, y esa era la única forma en la que él podría ir a ayudar. Se suponía incluso que no debía considerar hacer algo que no se le había dicho específicamente que hiciera, o nada que no le hubiera sido ordenado.

Si rescataba a Serena, en lugar de estar feliz, ella le podría enviar para que le reacondicionaran.

Incluso podría venderlo.

Después de pensarlo con más consideración, sin embargo, decidió que prefería que lo reenviaran para reacondicionarlo o que lo vendieran antes que quedarse en esa roca. Se puso de pie y empezó a pasearse, tratando de decidir qué haría una vez alcanzase la Tierra. Estaba bastante seguro de que podría recordar como había programado Serena la aeronave. Pensaba que podría llegar hasta allí, pero ¿y luego qué? ¿Y si en vez de haber colisionado y encallado sin forma de reparar la aeronave, se encontraba con que Serena estaba siendo atacada? ¿Qué pasaría si ella había sido capturada por los bárbaros que habían disparado a su aeronave?

Finalmente, se quitó de encima esos pensamientos. Pensó que todo lo que Serena podría necesitar estaría en la aeronave. Una vez la encontrara, ella sabría qué hacer.

Entonces se le ocurrió que los bárbaros podrían derribar a disparos su aeronave como hicieron con la de Serena. Él no sabía cómo volar como lo había hecho Serena. Sólo sabía como programar la computadora para que volara.

¿Qué ocurriría si le capturaban?

El pensamiento le sacudió, pero decidió que aún preferiría esa idea que tener que permanecer en la nave, muriéndose de aburrimiento, solo, con la única compañía de la computadora de Serena. Odiaba a esa computadora.

Habiendo tomado la decisión, agarró su Orgasmastrón 9000. Era su única posesión y no podía soportar la idea de dejarlo detrás. Además, se le ocurrió que podría tener que canjearlo por su Ama.

A Yar no se le ocurrió, hasta haber despegado la aeronave, que la aeronave de Serena probablemente no había aterrizado donde se suponía que debía aterrizar. El pánico le invadió cuando se dio cuenta, porque él sólo sabía programar la aeronave exactamente igual que ella lo había hecho.

Repentinamente, se percató de que iba a tener que buscar a su Ama y de que no tenía idea de cómo hacerlo.

Además, también se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo programar la aeronave para que regresara a la nave, ya que nunca había visto a Serena hacerlo.

Furioso, se echó hacia atrás en su asiento, observando como la aeronave le llevaba, inevitablemente, hacia el planeta azul debajo de él, tratando de convencerse a sí mismo, en cierta forma, de que sabría qué hacer cuando llegara allí.

Mel

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moderadora
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y luego que pasó??
cuenta más! por favor

4Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 2 Dom 08 Mar 2009, 16:09

Martha.

Martha.
staff del foro
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Estaba muy oscuro cuando Yar aterrizó. Se quedó con la mirada fija en la puerta durante muchos minutos, tratando de decidir si dejar la aeronave o no. No podía ver nada más que rocas y unas plantas con pinta rara. No parecía haber ninguna amenaza de los bárbaros, pero tampoco vio ningún signo de la nave de su Ama.

Finalmente, cogió su Orgasmastrón 9000, abrió la escotilla y salió. La puerta se cerró en el momento en que salió y sintió un momento de pánico. Con esfuerzo, lo descartó y miró a su alrededor. Débilmente, a lo lejos, vio luces. Su corazón se sobresaltó con una mezcla de miedo y alivio al percatarse de que debía ser el fuego del choque y gateó por una colina para poder observar con mayor detenimiento.

Para su desilusión, sólo vio luces desparramadas, que decidió habían sido hechas por una mujer. Parecían estrellas. Debía ser una ciudad.

Se quedó quieto, indeciso, mirando a su alrededor, pero no podía detectar nada desde donde estaba que pareciera el lugar de un accidente. ¿Quizás debía volver a la aeronave y preguntar a la computadora si sabía algo?

Tristemente, se encontró cuándo volvió a la aeronave que la escotilla no se abría para él.

Finalmente, desanimado, volvió la mirada hacia las luces otra vez. ¿Podría encontrar a una mujer allí que estuviera dispuesta a ayudarle a encontrar a su Ama?

Estaba tentado de sentarse al lado de la aeronave y esperar un rato a ver si su Ama Serena le encontraba, pero había cosas diminutas volando alrededor de él… criaturas diminutas que mordían, y no tenía protección ante sus persistentes ataques.

Empezó a caminar hacia las luces. Parecía haber pasado mucho tiempo antes de que comenzara a ver que las luces provenían de estructuras hechas por una mujer, y que había algún tipo de vehículos raros avanzando por las tiras de roca endurecida que suponía que habían sido hechas adrede para ellos. Por raro que parecería, parecían andar por la roca dura, o tal vez rodando… parte de ellos al menos.

Enervado, se quedo en las sombras, aunque siguió moviéndose, esperando ver a una mujer a la que pudiera pedir ayuda.

Después de vagabundear por un rato, finalmente divisó a una mujer caminando con su esclavo. Clavó sus ojos en ellos durante varios segundos, perplejo. El esclavo caminaba al lado de ella… y estaba vestido.

Los terrícolas ciertamente tenían costumbres extrañas. Ningún esclavo que conociera tenía ropa. ¿Puede que, sin embargo, la necesitaran aquí porque eran unos bárbaros y además tenían a esas diminutas criaturas que picaban? Y hacía frío. Había estado intentando con todas sus fuerzas no pensar en el frío que hacía. Había estado tratando de ignorar todas esas cosas dolorosas que había en el suelo que estaba pisando, pero se sentía más miserable de lo que nunca se había sentido.

Esperó hasta que se acercaron a él antes de salir de las sombras. Le llevó bastante decidirse a intentarlo o no, pues la mujer no se parecía a ninguna de las mujeres a que estaba acostumbrado a ver. Era tan pequeña... Parecía… suave e… indefensa, no de la forma en que debía ser una guerrera. ¿Podría ser porque fuera muy vieja?

Cuándo salió de las sombras, la mujer y el hombre se pararon de pronto y le miraron boquiabiertos.

— ¿Señora, puede ayudarme, por favor? La aeronave de mi Ama ha chocado y necesito encontrarla.

Para su asombro, en lugar de contestarle, la mujer abrió su boca y dejó salir un sonido que vibró en sus oídos y pareció congelar la sangre en sus venas. Cuándo tomó aire para dejar escapar otro, Yar se cubrió sus orejas y corrió, seguro de que, en cualquier momento, el arma vocal que la mujer usaba contra él iba a reventar su cerebro. Estaba tan aterrorizado, intentando evadir el arma, que se olvidó de cualquier precaución, bajando corriendo por el camino principal de piedra, esquivando los vehículos extraños.

Cuando por fin se detuvo a recobrar el aliento, descubrió para su espanto que estaba en medio de una multitud de bárbaros terrícolas. Todos le miraban boquiabiertos, como si supieran que él era un esclavo abandonado. Se paró bruscamente, percatándose de que estaba rodeado, observando las expresiones en las caras de los bárbaros con aprensión. — He perdido a mi Ama,— explicó débilmente.

— Mala cosa, colega. ¿No odias cuando te echan sin tu ropa?— Dijo un tipo, y se rió.

—¡Está desnudo !— gritó una mujer.

—¿Puede verme?

— ¡Dios mío, que tío más bueno! ¡Miradle la polla!

— ¡Que alguien llame a la policía! ¡Tendría que ser arrestado!

El corazón de Yar casi se detuvo cuando oyó la palabra “arrestado”. ¡Pensaban que era un fugitivo! Fue el ímpetu que necesitó para echar a correr entre la multitud. No dejó de correr hasta que dejó los sonidos de las voces detrás y llegó a una zona donde se escondió en la oscuridad una vez más.

Se detuvo, percatándose de que no le estaban persiguiendo, y se quedó en mitad del camino, tratando de recuperar la respiración. Al fin, miró alrededor y descubrió que estaba en una zona muy diferente de la ciudad. Las estructuras hechas por mujeres parecían más hábitats individuales. Tampoco había tantas luces. Decidió que debía haber abandonado la zona comercial. Quizá aquí tuviera mejor suerte, pensó.

La idea apenas se le había ocurrido, cuándo se dio cuenta de que la mayor parte que las moradas estaban oscuras. O bien sus ocupantes no estaban allí o bien dormían.

Empezó a caminar otra vez, estudiando cada morada por la que pasaba. Finalmente, divisó una donde muchas luces brillaban y se apresuró hacia ella. Casi había alcanzado el portal cuando algo pequeño, una bestia cubierta de pelo saltó hacia él desde los arbustos. Los sonidos que la bestia emitía eran casi tan atemorizantes como el hecho de que continuaba enseñándole sus dientes y saltando hacia él como para morderlo. Girando, Yar escapó.

A diferencia de los bárbaros que se había encontrado antes, sin embargo, la bestia salvaje lo persiguió. Yar no podía creer la velocidad de la que era capaz la pequeña bestia, o su tenacidad. Mientras más rápido corría él, más rápido corría la bestia. Saltaba sobre grandes plantas, y la bestia le seguía. Saltó sobre los vehículos extraños de los bárbaros que estaban desocupados en el camino de roca, y la bestia simplemente los rodeó y le encontró al otro lado. Finalmente, vio delante de él algo parecido a una barricada, como la pared de un fuerte. Era muy alto y quizás no podría escalarlo, pero pensó que si él podía conseguirlo, igual la bestia no podría.

Corrió, preparándose para saltar, y logró asir la parte superior de la barricada y transportarse a sí mismo por encima. Aún podía oír a la bestia, sin embargo, y hasta que no quedó convencido de que no podía saltar, miró alrededor buscando algún lugar en alto por si tenía que escapar. Había una especie de escalera adosada al lateral de la morada de dos alturas que estaba frente a él, cubierta por una planta extraña.

Corrió hacia ella, y se encontró con unos apoyaderos para las manos y los pies. Aquella cosa era extrañamente débil. Podía sentirla moverse bajo su peso. Temeroso de que se derrumbase de un momento a otro y le depositase en tierra para que la bestia pudiera tratarle salvajemente, trepó más rápido, ignorando las puntas afiladas de la planta mientras aceleraba al máximo hacia el portal situado unos pocos metros por encima de él.

El portal estaba abierto, pero no lo suficiente como para que pudiera atravesarlo. Después de varios momentos frenéticos tratando de abrirse camino, consiguió abrirlo lo suficiente como para trepar por él.

Se encontró con un dormitorio a oscuras.

No supo si sentirse aliviado o nervioso por el hecho de que la mujer que poseía la morada no parecía tener ningún esclavo. Había una cama individual, y ninguna hamaca para un esclavo masculino.

Oyendo como alguien se movía, Yar miró alrededor con pánico. La luz brillaba desde una grieta alrededor de un portal sólido en una pared que era lo bastante grande como para ser una escotilla, aunque no se parecía a ninguna escotilla con la que estuviera familiarizado. Ciertamente, no quería enfrentarse a la mujer hasta que supiera si ella quería matarlo por haber entrado en su casa o no. Yar miró a su alrededor buscando un sitio donde esconderse.

No podía arriesgarse a volver atrás. Aún podía oír a la bestia que ladraba fuera, esperando para comérselo.

Mientras la escotilla empezaba a abrirse, saltó detrás de la tela pesada que cubría el portal por el que había entrado, intentando contener el aliento para que la mujer no le oyese.

* * * *

Adrianne había tenido una mañana agobiante y una tarde muy desagradable. Había estado emocionada cuando su jefe le había dado la oportunidad de entretener al potencial cliente nuevo, seguramente podría conseguir la cuenta y ascender, finalmente, de ejecutiva junior en la compañía hasta el puesto que llevaba tres años tratando de conseguir.

Todo había parecido ir realmente bien cuando había empezado la tarde. Tyrone Blanton había parecido ser todo un caballero, tan abierto y amigable. Había sido lo suficientemente lista como para no entrar a saco y soltarle su arenga. Había esperado hasta que les sirvieron las bebidas después de la cena, esperando hasta que el momento pareció perfecto.

Cuando él había sugerido que fueran a su suite para discutir el negocio, no se le había ocurrido en ningún momento que pretendía hacerla caer en la trampa… no hasta que llegó allí, vamos. Fue sólo después de que llegaran a su suite y ella intentara llevar la conversación hacia los negocios que ella se encontró con que su jefe ya había conseguido la cuenta. A ella la había mandado allí como plato principal para su entretenimiento.

Supuso que podía haberlo manejado mejor. No habría sido la primera vez había usado sus encantos femeninos para obtener lo que quería. El problema era que, generalmente, era idea suya, y habría planeado ser recompensada por estar dispuesta a ir mucho más allá de lo que el deber llamaba. La había enfurecido descubrir que su jefe había actuado de “celestina” sin haberla consultado o, incluso, sin averiguar si ella estaba disponible o no. Incluso antes de que se diera cuenta, incluso antes de enterarse de que la cuenta ya estaba asignada a Harold Snodgrass, ya había perdido todo interés en seducir al cliente. Lo había perdido totalmente cuando se percató de que ella era la gratificación por la firma para el cliente.



Última edición por Maratha el Dom 08 Mar 2009, 16:17, editado 1 vez

5Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 2 continuación Dom 08 Mar 2009, 16:10

Martha.

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Iba a ser afortunada si no la despedían.

Sin hacer caso a sus deprimentes pensamientos, Adrianne terminó de secarse y se envolvió con la toalla, metiendo una esquina entre sus pechos para mantenerla en su lugar. A pesar de su preocupación, pensó que había oído algo en su dormitorio cuando asía la manija de la puerta. Hizo una pausa. Después de un momento, abrió la puerta una rendija y miró con atención, pero había dejado las luces completamente apagadas en su dormitorio. Con la luz detrás de ella, podía ver muy poco.

Abriendo la puerta un poco más, miró por la habitación. Su corazón se paró en seco, todavía en su pecho, cuando su mirada finalmente se fijó en las cortinas de la ventana. Un hombre estaba claramente esbozado bajo la tela.

Bajo las cortinas, dos pies enormes, desnudos, se asomaban.

Adrianne pensó durante varios momentos que iba a comenzar a hiperventilar y desmayarse donde estaba. No serviría de nada buscar algún tipo de arma en el cuarto de baño. Allí dentro no había nada que pudiera incluirse en la categoría casera de “arma”. Desafortunadamente, excepto por la lámpara, que estaba justo en la otra punta de la habitación, tampoco había nada en el cuarto que pudiera usar como un arma.

Además, la lámpara estaba en la otra punta del cuarto. Sabía que si pasaba por delante del hombre que estaba detrás de la cortina, él saltaría sobre ella.

Después de un momento, Adrianne volvió al cuarto de baño y cogió el desatascador. No era mucho, pero pensó que tal vez lo espantaría más que tratando de hacerlo con las manos descubiertas. Sosteniéndolo como si fuera un bate de béisbol, avanzó a rastras hacia la cortina. Finalmente, respirando profundamente, asió la tela y la corrió.

Una pared de piel desnuda la saludó. Sin pensar, Adrianne gritó como una banshee. El hombre gritó y le lanzó un objeto con una pinta un poco extraña, más como un ofrecimiento que como algo amenazante. Pensando que debía ser un taser1, Adrianne saltó hacia atrás… demasiado tarde. El objeto tocó la piel cercana a la curva de su codo.

Algo parecido al fuego atravesó a Adrianne, pero no fue el fuego del dolor. El placer explotó dentro de ella como una bomba nuclear. Todo su cuerpo se quedó sin fuerzas y cayó derretida por su orgasmo al suelo, cada músculo de su cuerpo latiendo con la explosión de placer que la saturaba.

Débilmente, Adrianne se percató de que el hombre la miraba fijamente, con una mirada de pánico en su cara y el desasosiego la traspasó al ocurrírsele si al placer le seguiría un dolor igualmente intenso.



Después de un momento, él la levantó en brazos y la colocó suavemente en la cama. — No me mates, Señora. Te lo ruego. No tuve la intención de colarme aquí. Fui atacado por una bestia y sólo trataba de conservar mi vida.

Le costó un gran esfuerzo abrir los ojos y mirarle. Su cuerpo todavía se agitaba por agradables temblores, su mente tan plena de éxtasis que apenas podía pensar. —¿Qué ha sido eso?— preguntó débilmente cuando logró dejar de gemir lo suficiente como para hablar.

— Una cosa peluda y pequeña que emitía sonidos amenazantes y mostraba los dientes. Creo que me habría comido si yo no hubiera sido más rápido.

Adrianne negó con la cabeza. Se sentía como si hubiera tenido todos los orgasmos de un año al mismo tiempo. —Esa cosa que tienes en la mano.

El hombre miró hacia abajo con sorpresa. — No es más que mi Orgasmastrón 9000, Señora.

—Orgas…— Adrianne se sentó, quitándose de encima el letargo de la secuela de su clímax con un esfuerzo supremo de voluntad. —¿Qué diablos es un Orgasmastrón 9000?

El hombre sostuvo el dispositivo protectoramente, como si temiera que ella se lo quitara. Adrianne le miró con sorpresa. El hombre debía pesar más de cien libras que ella… todo músculo. Podría haber pasado por ese montón de músculos, ese actor austriaco, o por un defensa de algún equipo profesional de fútbol, excepto porque tenía el pelo largo, dorado y espeso. — Es mío. El Ama Serena me lo dio — Él enrojeció. — Así podría darle placer si mi falo fallaba o si ella estaba aburrida de mí. No… soy… un esclavo joven.

— ¿El Ama? ¿Orgasmastrón? ¿De qué planeta eres?— Adrianne preguntó, empezando a sentirse más como ella misma, aunque dudaba que pudiera ponerse de pie. Sus piernas parecían fideos. Su cuerpo entero estaba débil y tembloroso.

—Barbron—dijo él rápidamente.

—¿Bar…? Estás bromeando, ¿no?

Él frunció el ceño. — No estoy adiestrado para divertir a mi Ama con mi ingenio.

Esto era cada vez más y más raro… como si no hubiera empezado de esa forma, pero Adrianne no podía más que sentir que el hombre no era una amenaza para ella. Podía haberle hecho cualquier cosa, después de todo, cuando ella había estado completamente incapacitada por el orgasmo más salvaje que había experimentado en su vida y todo lo que él había hecho había sido recogerla amablemente y colocarla en la cama. Parecía asustado de lo que ella pudiera hacerle, a pesar de lo loco que eso sonara, lo que parecía excluir que él tuviese ninguna intención de dañarla.

No parecía que estuviera loco.

—¿Por qué estás paseando por Las Vegas como Dios te trajo al mundo?

Él parecía perplejo.

—¿Sin ropa? ¿Dónde está tu ropa?

Aún parecía perplejo, pero ahora la miraba como si fuera ella la que estaba chiflada. —Los esclavos no tienen permiso para poseer ropa.

—¿Esclavos?— Dijo Adrianne débilmente. Finalmente, se puso de pie y se acercó a la lámpara, encendiéndola.

El hombre se quedó donde ella le había dejado. Parecía ansioso, como un gran osito de peluche a pesar de que no parecía carecer de inteligencia. Adrianne le sonrió. — Está bien. De verdad.

Él pareció relajarse poco a poco. Después de un momento, ella se movió hacia él y lo rodeó, mirándolo. Él se quedó perfectamente quieto, como si estuviera acostumbrado a ser examinado de esa forma. —¿Así que … eres un esclavo?

— Sí, Señora. Criado para servir.

—Ciertamente has sido criado,— comentó Adrianne, reprimiendo el deseo de tocar sus músculos protuberantes. La palabra bello no bastaba para describir a ese hombre. Era el varón más perfecto, al menos en apariencia, sobre el que ella hubiera puesto alguna vez los ojos. La cual era una de las razones, entre otras, que la idea de él siendo algo así como un extraterrestre era imposible de asumir. Era claramente humano. Un absolutamente hermoso varón humano, pero, en definitiva, construido como cualquier otro hombre que hubiera visto, pero definitivamente mejor. Su pene era un instrumento precioso para contemplar y sólo estaba semierecto.

—¿A quién le perteneces?

—Al Ama Serena.

—¿Y dónde está el Ama Serena?

Él frunció el ceño. —No lo sé. Su aeronave fue atacada por los bar… por los terrícolas y se estrelló. He venido para ayudar, pero no sé dónde encontrarla.

Adrianne le estudió durante varios momentos y finalmente regresó a la cama, sentándose en el borde. Aún se sentía más que un poco débil tras su experiencia con su Orgasmastrón 9000— lo cual era la única cosa acerca de su experiencia esta noche que le hacía imaginarse que, en serio, había algo real en la extraña historia de aquel hombre tan raro. Hasta donde ella sabía, no había nada parecido en la Tierra — y le había ocurrido a ella, que sabía, a la fuerza, que podía hacer una fortuna con esa cosa si tan sólo pudiera ponerle las manos encima. Palmeó la cama al lado de ella y sonrió. — Aquí. Siéntate. Parece que has pasado una noche muy dura.

Él sonrió agradecidamente y se sentó en la cama. — Gracias, Señora. ¿Vas a ayudarme?

Adrianne frunció el ceño. — ¿Por qué no me cuentas la historia completa desde el principio y luego … hum, ya veremos? De todas maneras, ¿cómo te llamas?

—Yar.

Las cejas de Adrianne se elevaron casi a la altura de su pelo. —¿Yar? Eso es … uh … diferente.

Él frunció el ceño, pero aparentemente decidió que el comentario no merecía una respuesta y lanzado a contar su historia, acabó con el comentario —el Ama Serena sabe que está prohibido venir a este lugar, pero ella es la más joven de su familia y está considerada como la más alocada… No estoy desacreditando a mi Ama— agregó precipitadamente. —Es lo que sus hermanas dicen de ella.

Adrianne caviló sobre su historia durante unos pocos minutos. —¿Sus hermanas no vendrán a rescatarla, entonces?

Yar parecía infeliz. Negó con la cabeza.

—¿Y tu decidiste rescatarla?

— El Ama Serena me dijo que no debía hacer nada más que esperar su regreso, pero temí que no lo hiciera y me quedara allí, en esa roca, solo. ¿Por favor, Señora, me ayudarías y así podría irme a casa?

Adrianne no pudo resistirse a palmear su rodilla. — Pobre bebé. ¿Has tenido una mala noche, no?

En lugar de parecer afrentado, o lascivo, su gesto pareció confortarle. — Sí. Los terrícolas me persiguieron. Y esa bestia me persiguió. Mis pies se han dañado y he sido atacado por criaturas diminutas, punzantes. Encuentro este mundo muy confuso.

Ciertamente sonaba como un pez fuera del agua, pobrecito. Adrianne se levantó de pronto y empezó a caminar de arriba abajo por el cuarto, pensando.

Yar no se movió. Simplemente la miraba, una mirada esperanzada, y expectante, en su cara. Brevemente, Adrianne sintió un poco de culpabilidad. Todo en lo que podía pensar era en el Orgasmastrón 9000 que él agarraba firmemente en su puño. Aparentemente, era su única posesión y parecía renuente a separarse de él. —Supongo que no podrías pagar mi ayuda.

6Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 2 continuación Dom 08 Mar 2009, 16:10

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Yar pareció abatido durante varios instantes, pero entonces su rostro se iluminó. — Estoy seguro de que mi Ama te recompensará por tu ayuda.

— ¿Y qué pasa con eso?— Dijo Adrianne, apuntándolo. ¿Estarías dispuesto a intercambiar el Orgasmastrón 9000 por mi ayuda?

Yar parecía horrorizado pero después de un momento asintió.

Adrianne sonrió abiertamente, ignorando su expresión abatida. —¡Genial!— Empezó a pasearse otra vez, tratando de dejar a un lado las ideas de marketing que invadían su mente, para así poder planear algo para ganar su “recompensa”. Finalmente, se detuvo, examinando a Yar críticamente. — Lo primero que necesitamos hacer es obtener ropa para ti. De ninguna forma nos podemos mover contigo corriendo de un lado a otro desnudo como el día en que naciste.

Desafortunadamente, aunque tenía algunas prendas para tirar que su ex-novio se había dejado atrás cuando se había ido, David había sido de complexión mediana, tanto en altura como en peso. Yar se parecería a Hulk si ella intentara vestirle con cualquiera de las ropas de David.

Una mirada rápida a su reloj le dijo que había pocas posibilidades de que Darcy aún estuviera levantada. Eran las dos de la mañana.

Se le ocurrió que, a pesar de lo excitada que estaba, también estaba muerta de cansancio.

— Necesitamos descansar antes de salir. Estoy demasiado agotada como para pensar con sentido ahora mismo. ¿Dónde te quedas?

Yar la miró inexpresivamente. —¿Me quedo?

—Durmiendo— Dijo Adrianne impaciente.

Yar pareció un poco sorprendido. —Donde me permitas dormir, Señora.

Adrianne suspiró impacientemente, aunque pensándolo bien se percató de que no quería que se fuera muy lejos mientras llevara el Orgasmastrón 9000. Eso descartaba el sofá de la sala de estar que estaba escaleras abajo. ¿Y si él decidía escabullirse mientras ella dormía? No pensaba que lo fuera a hacer, ya que el pobre estaba tan obviamente desorientado… si es que no estaba rematadamente loco.

Se quitó de encima ese pensamiento. Estaba tan domesticado como un gatito… grande como todas las puertas de entrada, pero dulce y suave. — Puedes acostarse conmigo. ¡Nada de bromas, sin embargo!— agregó como advertencia.

Parecía bastante trastornado. — Se lo he dicho, no estoy adiestrado para divertir.

Adrianne negó con la cabeza. —Nada de sexo.

Él parecía aliviado, lo que a Adrianne no podía parecerle más que desconcertante. — No está permitido a menos que mi Ama me ordene dar placer a sus invitadas.

Sólo bastó con eso. Su día había sido realmente penoso y sus nervios, y su temperamento, estaban en el límite. —¡Basta!— Gritó Adrianne. — No iba a ofrecértelo, de cualquier forma. Pero, para que lo sepas, hasta que encontremos a tu Ama, yo soy tu Ama. Ahora, acuéstate y calla.

7Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 3 Dom 08 Mar 2009, 20:19

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Si Adrianne no hubiera estado tan irritada, habría estado asombrada de la forma tan dócil en que Yar cumplió su orden. Él gateó hasta su cama y se dejó caer… encima de la colcha. — Allí no. Ese es mi lado. Súbete al otro lado y métete debajo de la manta. Estamos en el desierto. Por la noche hace mucho frío, por si no lo habías notado.

Cuando él se acostó, Adrianne se quitó la toalla y fue al tocador para coger un camisón. Se dio cuenta de que él la miraba, cuando se dio la vuelta.

— ¿Eso es una costumbre de la Tierra?

— ¿Llevar ropa de dormir? Sí, para algunos de nosotros, en todo caso. Sin embargo, algunas personas duermen desnudas.

Él frunció el ceño. — Me refería a que fueras mi nueva Ama.

—Oh— Adrianne apartó la mirada. Nunca había sido muy buena mintiendo cuando miraba directamente a alguien. — La posesión es nueve décimas partes de la ley. Si ella no está por aquí para reclamarte, entonces yo puedo hacerlo.

—Oh— Él consideró la idea durante varios momentos. — ¿Debo dormir? ¿O quieres que te sirva?

Tomada por sorpresa, Adrianne no pudo pensar en nada que decir durante varios momentos. Consideró la oferta. No había duda de que el hombre era un regalo para la vista, y ella no podía más que estar intrigada por la idea que él era un “esclavo sexual adiestrado”, preguntándose qué tipo de maravillas podría hacer. Por otra parte, había sido tan a fondo convulsionada por el Orgasmastrón 9000 que estaba más inclinada por dormir que por intentar conseguir otro orgasmo esta noche. Pero, si él estaba dispuesto, podría ser su única e incomparable oportunidad de probar a un esclavo sexual. — ¿Te gustaría? — Ella preguntó curiosamente, deseosa a permitirle calmarla después del rechazo anterior.

Él parecía alarmado. —Sí, Ama— Dijo después de una leve duda.

Adrianne frunció el ceño. —No pareces seguro del todo.

—¿No era la respuesta que querías, Ama?

Adrianne suspiró. — He preguntado que era lo que tú querías… da igual. Vete a dormir.

Bostezando, Adrianne fue al teléfono y llamó a su oficina, marcó los números del correo de voz de su jefe y le dejó el mensaje de que no estaría en algunos días porque estaba consultando a un abogado, y luego colgó. ¡Que el bastardo rumiara eso! Si las cosas no funcionaban con Yar y el Orgasmastrón 9000, iba a tener que buscar otro trabajo, pero no se iba a ir sin una magnífica recomendación de ese hijo de puta. Se iba a preocupar por una demanda hasta que ella regresara.

Marcó el número de Darcy después y dejó un mensaje en el contestador. — ¡Hola, Darcy! Soy yo, Adrianne. Necesito tu ayuda. Trae tu costurero y cualquier cosa que tengas en la tienda para un hombre de un tamaño… — Se calló y pensó durante varios momentos. — Supongo que es alto, 44 o 46 en el pecho, 34 o tal vez 36 en la cintura y como mínimo unos 35 o 36 de caderas. No olvides el costurero. Probablemente tendrás que hacer algunos ajustes. Oh, trae algunos boxers también. Gracias mil, amiga. Te veo por la mañana.

Una vez terminado, colgó el teléfono, apagó la luz y se acostó.

A pesar de lo cansada que estaba, le fue difícil ignorar el enorme hombre que yacía a su lado. Finalmente, sin embargo, el cansancio la venció y Adrianne empezaba a dormirse cuando Yar habló otra vez.

—¿Realmente querías decir lo que has dicho?

Adrianne no tenía una sola pista acerca de qué le estaba preguntando. — ¿Te refieres a la ropa?

—¿Qué podía decir qué quería?

— Oh. Por supuesto, cielo. Lo que sea, — Adrianne respondió, bostezando otra vez.

El se calló durante varios momentos. — Me… gustaría… servirte.

Los ojos de Adrianne se abrieron de pronto y se dio la vuelta. —¿Qué has dicho?

Sus ojos se abrieron alarmados. —Dijiste que debía decir lo que quisiera.

Ella asintió. — Simplemente tengo curiosidad por saber por qué cambiaste de opinión.

— No cambié de idea. Me decidí.

Ella no pudo más que sonreír. —¿Y qué te hizo decidirte a… ofrecer tus… servicios?

Yar frunció el ceño, obviamente pensándolo cuidadosamente. — Eres hermosa, lista y amable. Mi cuerpo te quiere. Mi cabeza, también.

Adrianne clavó los ojos en él inexpresivamente durante varios momentos. — ¡Vaya, Yar! ¡Esa es la cosa más dulce que alguien me haya dicho nunca!

Él enrojeció.

Ella se acercó y le besó en los labios, suavemente. — Ahora, vete a dormir. Tenemos que hacer muchas cosas mañana.

Él parecía confundido, pero se acostó y cerró sus ojos.

Adrianne se acostó igualmente. Sus últimos pensamientos mientras se dormía fueron que iba a tener que enseñar a Yar cómo mezclarse un poco mejor.

* * * *

Yar preparó el desayuno la mañana siguiente. Adrianne se alarmó cuando se despertó y descubrió que él se había ido. Un poco atontada aún, estaba intentando decidir si todo lo que recordaba realmente había pasado, o si había sido uno de los sueños más raros que nunca había tenido, causado, probablemente, por la combinación de marisco y los desesperados esfuerzos de su cliente por seducirla. Cómo podía haber confundido al pequeño, gordo y calvo Sr. Blanton con un hombre como Yar era un misterio, pero tenía que imaginárselo.

Sin embargo, cuando se despertó lo suficiente como para pensar con claridad, se dio la vuelta. Claramente, había una huella muy definida en la cama a su lado. Levantando la almohada, inhaló por la nariz. Inmediatamente, una oleada de calor la llenó. El hombre era un afrodisíaco andante y parlante.

El pánico la invadió y ella se alzó rápidamente. Antes de que pudiera abalanzarse desde la cama y correr a toda velocidad para encontrarle, sin embargo, él llamó a la puerta y entró llevando una bandeja llena de platos de comida. Adrianne clavó los ojos en él inexpresivamente. —¿Cocinas?

Yar se concentraba en equilibrar la bandeja. No dijo nada hasta que la colocó cuidadosamente en la mesita de noche. —Sí, Ama.

—Adrianne.

—Ama Adrianne.

Adrianne negó con la cabeza. — No puedes ir por ahí llamándome Ama Adrianne. Llamará demasiado la atención. Debes llamarme Adrianne.

Él parecía un poco dubitativo. —¿No me castigarás?

Adrianne le miró boquiabierta durante varios momentos antes de que una oleada de sentido de la protección la traspasara. Descartó el deseo de abrazarle. — ¡Por supuesto que no, cielo! Aquí —agregó, palmeando la cama a su lado. Siéntate y come conmigo.

Él parecía dividido entre el placer y la duda. — Sólo cociné lo suficiente para ti.

Adrianne se quedó boquiabierta ante el montón de platos. — ¡Dios Mío! ¡No podría comer una décima parte de todo esto si mi vida dependiera de ello! Siéntate y come.

Él miró la cama pero finalmente se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, cogió un plato y empezó a comer. Adrianne cogió una tostada. —Pareces estar muy familiarizado con la comida de la Tierra para ser alguien de otro planeta.

— Mi Am… Al Ama Serena le gusta mucho la comida de la Tierra. Aprendí a prepararla para complacerla.

— ¿Qué más sabes hacer?

Él pensó un momento y finalmente se encogió de hombros. — Lo que sea necesario para que una casa funcione correctamente. El Ama Serena es una mujer muy importante y ocupada. Ella no tiene mucho tiempo para mí. Me deja hacer lo que yo quiera, siempre que no esté prohibido.

— ¿Ella es… amable contigo?

Yar asintió. — Mucho más que lo era mi otra Ama. Pero ella no es tan amable como tú. ¿No eres una guerrera, Ama?

Adrianne casi se atragantó con su tostada. —¿Una qué?

—¿Guerrera?

—¡Por supuesto que no!— Pensó en ello durante varios momentos. — Supongo que, en cierto modo… Los negocios son como una batalla. Simplemente usas armas distintas para conquistar.

Él asintió. Cuando hubo limpiado el plato y lo hubo dejado, Adrianne le dio otro. Después de un momento de vacilación, él lo cogió.

— Tengo una amiga que vendrá en un momento con ropa para ti. Lo he pensado un poco y creo que la mejor forma de explicarle el Orgasmastrón 9000 es darle un ejemplo real. De otra forma, nunca lo creería.

Yar la miró con curiosidad.

— Creo que… si todo sale bien y te devuelvo a tu Ama, y me das el Orgasmastrón 9000… probablemente Darcy gustaría será mi socia para comercializarlo. Así que esto es lo que quiero que hagas cuando llegue…

Cuándo estuvo segura de que Yar entendía lo que tenía en mente, lo condujo escaleras abajo, lo sentó delante de la tele y entonces le dio el mando a distancia y le enseñó a usarlo. —¿Cuál es el propósito de esta cosa, Ama?— Preguntó con curiosidad.

— Normalmente, sólo sirve para el entretenimiento. Ahora, sin embargo, quiero que mires las noticias. Si tu Ama se ha estrellado en cualquier lugar de ahí fuera, algo saldrá en las noticias. No van a decir que una nave espacial se ha estrellado, por supuesto, o… ¿Cómo la llamaste? ¿Una aeronave? Podrán decir que un avión pequeño se ha estrellado, pero más probablemente dirán algo sobre un meteorito. O simplemente nombren una explosión pequeña proveniente de alguna fuga de gas. De cualquier manera, si empiezan a hablar sobre algo parecido, necesitas escucharlo atentamente y recordar el nombre del lugar donde dicen que ocurrió. ¿De acuerdo?



Última edición por Maratha el Dom 08 Mar 2009, 20:20, editado 1 vez

8Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 3 continuación Dom 08 Mar 2009, 20:19

Martha.

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Él asintió, mirando tan extrañado la pantalla de la televisión que Adrianne tuvo que preguntarse si recordaría lo que le había dicho, o si prestaría atención a las noticias. Decidió que no debían tener televisión en su planeta.

Mentalmente, se encogió de hombros. Pensaba que la televisión no les proporcionaría muchas pistas. Cogiendo su teléfono portátil y la guía telefónica, fue a las páginas de las estaciones de radio y empezó a hacer llamadas. El timbre de la puerta sonó mientras estaba con su segunda llamada y Adrianne acabó la conversación, colgó el teléfono y recurrió a Yar. — Debe ser Darcy. ¿Recuerdas lo que te he dicho?

Yar asintió. — Soy muy listo, Ama. Nunca olvido ninguna cosa.

Adrianne le miró dudosa. — Eso debe ser genial. Yo olvidaría mi cabeza si no estuviese pegada a mi cuello.

Ignorando la mirada curiosa que él le dirigía, ella fue a abrir la puerta. Darcy estaba en el porche, sus brazos llenos de ropa, sus ojos anchos como platos.

Ella era, casi, el opuesto de Adrianne — pequeña, más bien tirando a regordeta, rubia y tímida. No es que ella fuera muy alta, pero por lo menos estaba en la media y la pobre Darcy apenas medía cinco pies— y tenía mucho pecho. No es que a Adrianne no le hubiera importado tener una “delantera” tan impresionante, pero es que a Darcy el pecho sólo le hacía parecer más pequeña y gordita.

— ¿Has oído las noticias esta mañana?— Darcy hablaba entrecortadamente.

— Me las perdí. Dormí hasta tarde.

—¡Alguien vio un OVNI sobre Las Vegas anoche!—

Adrianne suprimió una enorme sonrisa con esfuerzo. —¡No! ¿De verdad? Entra. Tendrás que contármelo todo, pero primero quiero que conozcas a alguien.

Darcy la siguió a la sala de estar, charlando sobre los avistamientos. —En realidad, oí que habían visto a un…

Darcy se calló y miró fijamente a Yar cuando él se levantó del sofá, poniéndose poco a poco roja como un tomate. Adrianne cogió los hombros de Darcy. — Ésta es mi mejor amiga, Darcy. Darcy, éste es Yar. Él volaba en ese OVNI que todo el mundo vio anoche.

Le dio un empellón pequeño a Darcy en dirección a Yar.

Yar la miró, prácticamente pareció encogerse de hombros, y le tendió el Orgasmastrón.

Darcy, moviéndose como una somnámbula, su mirada fija en la cara de Yar, tendió la mano. En el momento en que tocó el aparato, se cayó lacia hacia el piso en cámara lenta. Adrianne atrapó a su amiga y la llevó cuidadosamente hacia el sofá, sintiéndose un poco preocupada al ver como Darcy se retorcía y gemía. Ella frunció el ceño. ¿Se supone que funciona así?

Yar asintió.

— ¿Me comporté igual? — preguntó Adrianne, avergonzada y bastante asqueada.

Yar se encogió de hombros. —No exactamente.

—¿Estás bien, Darcy?

—Ohhhh— gimió Darcy.

— Creo que está bien— dijo Adrianne, casi para sí misma. — ¿Tal vez deberíamos darle unos pocos minutos?

Yar no se dio por aludido y Adrianne cogió su brazo y le sacó del cuarto. Esperaron fuera durante varios minutos hasta que los gemidos de Darcy parecieron disminuir. Finalmente, Adrianne asomó la cabeza. Darcy estaba sentada en el sofá, mirando a su alrededor, desconcertada, sus gafas descolocadas. — ¿Mejor?

Levantándose, Darcy enderezó las gafas. —¿Qué era esa… cosa?

Adrianne sonrió abiertamente y entró a la sala de estar. — El Orgasmastrón 9000. ¿No ha sido… el mejor?

Darcy la miró aún más confundida. —¿El mejor qué?

—Orgasmo. ¿No ha sido el mejor orgasmo que has tenido en la vida?

—¿Así es un orgasmo? Darcy se quedó sin aliento.

Adrianne sintió un momento de duda. — ¿No te pareció un orgasmo?

Darcy enrojeció. — Uh … vaya… es que nunca tuve uno antes. ¿Así se siente?

Adrianne no sabía si reírse o llorar. — ¡Pobrecita! ¡Lo siento tanto, Darcy! Sólo quise que lo experimentaras, así me creerías. Quiero decir, es tan fantástico que no me lo hubiese creído si no me hubiera pasado.

Yar ha prometido dármelo si le ayudamos a encontrar a su Ama. Por eso te llamé… bueno, en parte. Necesito algunas ropas para él así podemos salir a buscar. Y quiero invitarte a que seas mi socia cuando lo comercialicemos… una vez que sea nuestro, por supuesto — Agarrando a Darcy, la abrazó excitada. — ¡Puedes imaginarte la magnitud de esto! ¡Seremos ricas!

Darcy sonrió un poco dubitativamente cuando Adrianne la soltó. ¿Es un alien?

Adrianne asintió. —Ven aquí, Yar——

—Parece… peligroso,— murmuró Darcy, sus ojos grandes como platos. ¿Estás seguro de que es… inofensivo?

Adrianne rió nerviosa. — No dejes que su tamaño te engañe. Está domesticado como un gatito… como un gran osito de peluche. ¿No es cierto, Yar?

Yar parecía confundido. —¿Qué es un… osito de peluche, Ama?

Adrianne frunció el ceño. — No puedes seguir llamándome así. La gente se dará cuenta.

—¿Adrianne?

— No importa. Simplemente quiere decir que eres dulce y que no lastimarías ni a una mosca.

— ¿Qué es una mosca, Am… Adrianne?

— Olvídalo. Necesitamos conseguirte ropa. ¿Por qué no cuentas lo que has oído sobre los OVNIS mientras le pruebas la ropa, Darcy?

Darcy miró hacia el montón de ropa que había dejado caer al suelo. Recogiéndola, la tendió hacia Yar. Sin embargo, cuando él intentó cogerla, ella la soltó y dio un paso hacia atrás, nerviosa. Yar logró atrapar una camisa.

— Esa está bien. Pontela y déjanos ver cómo te queda, — sugirió Adrianne mientras recogía el resto de la ropa y la depositaba en el sofá.

Yar la agarró, frunció el ceño mientras le daba varias vueltas y finalmente puso su brazo en la manga equivocada. Adrianne la cogió y le ayudó a ponérsela. Desafortunadamente, en el momento en que él se encogió de hombros, las costuras estallaron y un pequeño siete apareció en el centro de la espalda.—Demasiado pequeña—dijo Adrianne y le ayudó a quitársela.

—Uh, ¿crees que podrías ponerle algunos… uh… pantalones cortos?

Adrianne refrenó una sonrisa, pero no se giró a mirar a su amiga. — Claro. En realidad, odio cubrir algo tan magnífico, pero supongo que tendremos que hacerlo, ¿no?

—¿Magnífico?— preguntó Darcy débilmente.

Adrianne la miró pero decidió que había bromeado lo suficiente con su amiga. — Creo que sí, pero estás en lo cierto. Simplemente no le podemos dejar balanceando por ahí. Esperemos que los pantalones cortos que le has traído le sirven y que su … uh … músculo del amor no rompa las costuras.

Los pantalones cortos le servían, para alivio de Darcy. Una vez que se había sido “envainado”, se levantó para ayudar, pero descubrió que ninguna de las camisas que Darcy había traído le servían, excepto una de lana elástica y no podía realmente decirse que le quedara como se pretendía. Los vaqueros le sentaban como un guante. Yar parecía dividido entre la felicidad y la incomodidad una vez vestido.

— Estoy abrumado por tus regalos, Am… Adrianne. Pero no creo que me gusten las ropas de la Tierra. Es difícil moverse con ellas.

Adrianne palmeó su brazo. — Te acostumbrarás. ¿Por qué no practicas moviéndote y sentándote mientras Darcy y yo planeamos nuestra estrategia?

Cuando Darcy le hubo contado los reportajes, Adrianne estaba prácticamente segura de que tenía un cuadro claro de la situación, y no era bueno. — ¡Los federales deben tenerla, sin duda! Yar dijo que vio una explosión. La han debido derribar, en cuyo caso estarían probablemente allí antes incluso de que ella aterrizase.

— Debe haber aterrizado en Arizona, o tal vez en Nuevo México. Lo que significa que probablemente la llevaron a esa base secreta cerca de Roswell que se supone que nadie conoce. Por supuesto, de lo que ha dicho Yar sobre ella, parece una mujer bastante ingeniosa, así que podría haberlos eludido. Deberíamos coger tu furgoneta.

Darcy no parecía particularmente contenta con eso. —¡Pero … es nueva!

— Bueno, podemos apretarnos todos en mi deportivo. Vamos, Darcy. Si salimos bien de esta, vamos a ser ricas. Es el descubrimiento del siglo. Piense en ello.

Darcy parecía sombría. — ¡Y si no lo logramos, mi furgoneta va a acabar probablemente llena de balazos!

Adrianne estaba estupefacta. —¿Crees que usarán armas?

— ¿Crees que no lo harán? ¿No crees que piensan que tienen el descubrimiento del siglo? En cuyo caso, no van a querer dejarla irse.

— Bueno, no es como si quisiéramos la nave… la aeronave. Sólo queremos sacar a su Ama.

— ¡Sólo!— exclamó Darcy débilmente.

angelica


COLABORADOR ESPECIAL.
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OOorale me estoy quedando picada!!!

10Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 4 Mar 10 Mar 2009, 17:56

Martha.

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Adrianne se había olvidado de los zapatos cuando le había pedido a Darcy que llevara ropa para Yar. Pararon en tienda de oportunidades en su camino hacia el pueblo y le compraron un par de zapatillas. Yar estuvo satisfecho con ellas hasta que descubrió que no podía menear los dedos del pie.

Casi como una idea tardía, Adrianne compró una mochila y cada artículo con el que topó que pensó podría servir de ayuda en una fuga de la cárcel. Desafortunadamente, los explosivos no estaban a su plena disposición, así que compró un surtido de herramientas que pensó podría ser útil para abrir, o romper, un cerrojo, alicates, tenazas, cuerda por si tenían que escalar una pared o atar a alguien, y linternas.

Caía ya la tarde cuando llegaron al condado de Arizona donde el supuesto meteoro se había estrellado. Después de conseguir habitaciones para la noche, los tres se prepararon para comer un poco y sondear a la población local en busca de información. Adrianne decidió que un estacionamiento de camioneros podría ser el mejor lugar para intentar conseguir algo de información así que, aunque Darcy no estaba muy contenta con ello, condujeron hasta que encontraron lo que parecía ser el estacionamiento para camioneros más popular del condado y estacionaron allí.

Un silencio absoluto invadió la habitación al entrar en el restaurante. Yar parecía no darse cuenta, mirando a su alrededor con interés, pero Adrianne y Darcy intercambiaron una mirada incómoda, preguntándose si debían haberse esforzado más en hacer encajar a Yar. Por otra parte, ¿qué podía hacerse con un hombre que medía más de seis pies y que tenía una musculatura como la de Conan el Bárbaro?

Adrianne supuso que podrían haber considerado cortarle el pelo, pero no había sido capaz de sugerirlo. ¡Tenía un pelo tan bonito!

El silencio, gracias a Dios, cesó repentinamente y todo el mundo en el restaurante intentó ignorarlos abiertamente. Un reservado habría sido más cómodo, y mucho más privado, pero Adrianne optó por los taburetes en la barra por la simple razón de que estaba más interesada en la información que en la comida.

Una camarera se apresuró a acercarse a ellos casi desde el mismo momento en que se sentaron. —Chicos, ¿puedo traeros algo de café?

Adrianne prefería tomar su dosis de cafeína en forma de cola y pidió una para ella y otra para Yar. Darcy optó por el café. La camarera estuvo de regreso en pocos minutos con sus bebidas. —Chicos, ¿habéis viajado mucho?

Adrianne sonrió. — Vamos a Florida. Pero oímos que hubo un meteorito que se estrelló en algún lugar cerca de aquí y decidimos desviarnos un poco para echarle un vistazo.

— ¿De dónde sois?

— California— Adrianne mintió.

La mujer apenas había apartado su vista de Yar desde que se habían sentado. Con el comentario de Adrianne, una mirada de comprensión cruzó su cara, como si eso explicara todo. — No hay mucho para ver, por lo que he oído. ¿Qué tomará él?

—¿Qué nos recomiendas?

—Todo— la camarera respondió enseguida. —El especial de la noche es la ternera asada.

— Tomaremos eso, pues.

La camarera recorrió con la mirada a Yar. Él le sonrió y Adrianne pensó durante varios segundos que la mujer iba a dejar caer su libreta. —Supongo que serán dos— logró decir, volviéndose rápidamente hacia Darcy y alzando sus cejas.

— Tomaré lo mismo.

— ¿Supongo que podrías darnos instrucciones para llegar hasta allí?

— No te serviría de nada— masculló un joven sentado justo a la derecha de Darcy.

—Perdónenme— masculló la camarera y se marchó.

Adrianne se inclinó hacia adelante, escudriñando al tipo.

Parecía tener unos veintipocos, o tal vez en mitad de la veintena. Estaba vestido más como un motorista que como un camionero, su pelo de color café claro desparramándose por sus hombros.

Sintiendo su mirada, se volvió y vio primero la cara colorada de Darcy por un largo momento antes de que su mirada se fijase en la cara de Adrianne, que lo miraba curiosa. — ¿Por qué no serviría de nada?

— Hay federales por todas partes. Han bloqueado completamente el lugar con barricadas.

La excitación la recorrió. — ¿De verdad? ¿Por un meteorito?

Él hizo un ruido burlón y devolvió su atención a la taza de café que acunaba entre sus manos. Después de un momento, Adrianne dio un codazo a Darcy y le indicó con un gesto de cabeza que intercambiaran asientos. Darcy pareció feliz de complacerla y Adrianne se preguntó si el joven la había hecho sentirse incómoda. Lo descartó, sin embargo, moviéndose al taburete que Darcy acababa de desocupar.

— ¿Supongo que has estado en la zona?

El joven la recorrió con la mirada.

—Mi nombre es Adrianne—dijo ella cuándo él la miró, girándose después para presentar a Yar y a Darcy, descubriendo durante el proceso que Yar también se había cambiado de sitio, y que Darcy había sido desplazada al otro lado del grupo. —Éste es… uh— Ella se encogió de hombros. Un nombre más común no le vino a la mente. —Yar, y la señora del final es mi amiga, Darcy.

—Chance— dijo el joven, inclinándose hacia delante hasta que pudo ver a Darcy, quién apenas miró en su dirección durante la presentación. Él sonrió abiertamente y su rostro se iluminó como un árbol de Navidad. — Darcy, ¿eh?

Adrianne ocultó una sonrisa mientras miraba a ambos. Después de algunos momentos, Chance consiguió retirar su mirada de los pechos de Darcy y examinó a Yar cuidadosamente. Finalmente, miró nuevamente a Adrianne.

— ¿Alguna razón en particular para que estés buscando el … meteorito?

— Sólo curiosidad— mintió Adrianne en seguida.

Él asintió. — Ha habido una horda de curiosos, pero los federales no han dejado que nadie se acercara en millas a la redonda. La gente de por aquí con la que he hablado que pudieron ver algo, han dicho que era enorme… y que no se parecía a ningún meteorito.

— Quizás podríamos hablar mejor si nos moviéramos a una mesa más tranquila en la parte de atrás— sugirió Adrianne.

Chance se encogió de hombros. — No te puedo decir mucho más.

— Aún me gustaría hablar.

Él asintió y Adrianne llamó a la camarera. — Vamos a movernos a esa mesa de allí.

La camarera no parecía muy contenta, pero complacer a la camarera no era lo primero en la lista de Adrianne. Cuándo se hubieron sentado otra vez, la camarera les trajo los platos. Tan pronto como la mujer se fue, Adrianne se inclinó hacia adelante y dijo en voz baja, — No era un meteorito, ¿no?

Chance se encogió de hombros, miró a su alrededor, miró intencionadamente a Yar durante algunos instantes y finalmente dijo —Dímelo tú.

Los labios de Adrianne se afinaron por la irritación. — No somos federales, así que dejemos de andarnos con rodeos, ¿vale? ¿Era una nave espacial que se estrelló, o no?

Chance refregó su cara con las manos y se sentó hacia atrás en la silla. — No he conseguido echarle un vistazo, pero… sí… estoy casi seguro de que era un OVNI. Este lugar ha estado plagado de fanáticos de los OVNIS. La mayor parte de ellos han acampado tan cerca de la zona como les han dejado los federales, sólo un poco al norte de aquí.

11Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 4 continuación Mar 10 Mar 2009, 17:56

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Adrianne frunció el ceño. — Supongo que sería inútil preguntar si alguien había visto a… algún desconocido por aquí, ¿no?

— ¿Aparte de a él?— Preguntó Chance.

— Estamos buscando a una mujer— dijo Adrianne a secas.

— ¿Su descripción?

Adrianne se volvió hacia Yar. —Dile como es tu Am… Serena más o menos.

—Es guapa— dijo Yar rápidamente.

La irritación invadió a Adrianne, y no simplemente porque la descripción de Yar fuera inútil. —¿Qué altura tiene?

Yar colocó su mano justo encima de su propia cabeza. —Por aquí.

— ¿Tan alta?

Yar frunció el ceño, pensando, y asintió.

— ¡Dios Mío! No importa. Su pelo. ¿De qué color es?

— No creo que realmente necesitemos esto— repuso Darcy. —No puede haber muchas mujeres que midan alrededor de seis pies por aquí.

Yar señaló el mantel.

— ¿Rojo?

— Este color.

— Así que… ¿estáis buscando a una pelirroja que mide cerca de seis pies por los alrededores? ¿Habéis denunciado su desaparición?

Adrianne miró a Chance. —Sabes muy bien de qué estoy hablando.

— Podríamos preguntar por aquí, pero por lo que oí, esa cosa descendió muy deprisa, NO como si fuera un meteorito, por supuesto, pero fue todo un choque. Si ella sobrevivió, no dudo que no habría estado en condiciones de huir de los federales. Estaban aquí a los pocos minutos del choque, por lo que oí, y habían acordonado el área. La historia que están intentando colar es que se trata de un potencial peligro biológico. Pero todo el mundo por aquí piensa que se trata de un trozo de basura espacial, un satélite o algo así.

Adrianne lanzó una mirada a Yar, preguntándose qué pensaría de la conversación. Su expresión le decía que había seguido la discusión lo bastante bien como para darse cuenta de que su Ama debía estar muerta. No podría decir cómo se sentiría él al respecto, pero él había dicho que Serena era amable con él y él había estado lo bastante impaciente como para venir a buscarla. Debía sentirse muy acongojado por esa posibilidad. Le dio un apretón reconfortante en la mano.

— ¿Nos puedes dar instrucciones para llegar allí?

Chance sonrió débilmente. — Puedo hacerlo mejor. Puedo mostraros una entrada trasera.

* * * *

Habían estado siguiendo a Chance durante más de una hora antes de que llegaran a un sito donde él les indicó que se hicieran a un lado y se detuvieran. Chance, conduciendo una motocicleta, lideró el camino hasta una serie de estrechas carreteras de tierra y finalmente a lo largo de un enorme sendero que no parecía haber sido usado en cincuenta años. Se detuvieron al lado de una chabola abandonada y en ruinas.

Adrianne salió del coche y miró a su alrededor. — No veo nada— masculló, preguntándose si después de todo debía haber confiado en el tipo. No sería extraño que les hubiera conducido fuera de la ciudad para robarles.

— Ya te lo he dicho, los federales están por todas partes. No podemos acercarnos a menos de una milla de ese sitio a plena luz del día. Tendremos que esperar aquí a la oscuridad, — dijo Chance mientras aparcaba la moto y se quitaba el casco.

Darcy, que había estado conduciendo y se había unido a ellos, dirigió una mirada temerosa a Adrianne. — Vamos a ir a pie… ¿en la oscuridad? ¿Y qué pasa si… nos ven?

— Tendríamos que correr para llegar allí— dijo Chance alegremente, yendo hasta el desvencijado porche de la cabaña y sentándose. — Pero tendremos mejores oportunidades de no ser divisados si esperamos a la noche.

Darcy miró a Chance y luego a Adrianne. — Creo que me quedaré en la furgoneta… si no te importa. Alguien tiene que quedarse y estar seguro de que nadie se mete con ella. Y, si os persiguen, puedo arrancarla y estar lista para huir con rapidez.

— ¡Bien pensado, Darcy!— dijo Adrianne, sonriéndole.

— ¿Y qué pasa con el pequeñín?— preguntó Chance, señalando a Yar, que había salido de la furgoneta y estaba mirando a su alrededor con curiosidad.

Adrianne se giró a mirar a Yar, frunciendo el ceño. — Probablemente debería quedarse con Darcy. No está… uh… acostumbrado a este tipo de cosas.

— ¿Y tú lo estás?

Adrianne lo miró. —Digamos que mi mente es más fría y rápida.

Chance se dirigió insolentemente a Yar. — ¿Y qué pasa contigo? ¿Vas a dejarle decirte lo que tienes que hacer?

Yar le miró como si se hubiera vuelto loco, y miró luego a Adrianne. — No creo entender la pregunta del esclavo.

— ¡Esclavo! — Chance respondió bruscamente, poniéndose rápidamente en pie. — ¿Me ha llamado esclavo?

Adrianne levantó la mano. — No tiene sentido enfadarse. Él no te entiende.

—Bueno, puede que se lo explique— dijo Chance belicosamente, saltando sobre Yar y dándole un empujón… al menos, Adrianne asumió que eso era lo que había tenido la intención de hacer. Yar no se movió ni un ápice.

Él le dirigió una mirada solicitándole ayuda. Adrianne se puso firme, anduvo con paso impetuoso hacia ellos y se coló entre ambos, dando a Chance un empujón. — Déjale en paz, Chance. Te lo he dicho, él no te entiende. En su mundo, los hombres son criados como esclavos. Él asumió que tú lo eras. Simplemente no entiende nuestras costumbres.

Chance dio un paso atrás. — ¿Es un alien?

— Pensé que ya te habrías dado cuenta a estas alturas. Describió al otro alien, ¿recuerdas?

—Si bueno, pero creí… bueno, no parece un alien.

— Estamos intentando ayudarle a encontrar a su Ama para que se pueda ir a casa.

Chance parecía excitado, pero entonces, aparentemente, se le ocurrió algo, porque frunció el ceño, y miró a Yar cuidadosamente una vez más. — ¿Quieres volver para seguir siendo un esclavo? ¿Por qué no te quedas aquí y te conviertes en un hombre libre?

Adrianne miró a Yar. Había estado tan absorta en tratar de cumplir su parte del trato como para pensar mucho en la situación de Yar. Él había dicho que quería encontrar a Serena para poder irse a casa y no se le había ocurrido preguntarse si eso era lo que él realmente quería o no… o si eso era lo mejor para él.

— ¿Es eso lo que quieres, Yar?

Yar miró a ambos, asustado y confundido. —¿Yo… podría decidir?

— Supongo que podrías. Dijiste que estaba prohibido venir a la Tierra. Si ellos no van a venir aquí, no tienes por qué preocuparte por ser capturado, ¿no? De todas formas, ¿qué hacen con los esclavos fugitivos?

Inconscientemente, Yar puso la mano protectoramente sobre su ingle.

Chance palideció. — ¡Dios! No es extraño que no pensaras en ello.

Adrianne estudió a Yar por un momento y finalmente cogió su mano y lo condujo hasta el desvencijado porche y le dijo que se sentara. — Si piensas que existe alguna oportunidad de que te metas en problemas, no pienses en ello ¿vale?

— Pero… ¿podría decidir?

Adrianne se sentó a su lado. — Va en contra de la ley tener esclavos aquí. Si decides que quieres quedarte, serás libre. Si no podemos encontrar a Serena, o lo hacemos y no logramos rescatarla, serás un hombre libre.

Yar frunció el ceño. — Pero… dijiste...

Adrianne sintió cómo enrojecía. — No quise decir eso. Era solo que… Podía ver que tú esperabas recibir órdenes para actuar, y era más fácil ordenártelo que explicarte que no tenías que hacer lo que no quisieras.— Consideró la idea por un instante. — Bueno, en realidad, todo el mundo tiene que hacer cosas que realmente no quiere hacer. Incluso cuando son gratis. Pero tú puedes elegir. Puedes hacerlo, o puedes hacer frente a las consecuencias. Como lo que mi jefe me hizo. Pude haberlo hecho y así conservar mi trabajo. Pero decidí que no quería hacerlo, así que ahora tengo que buscar otro trabajo. ¿Ves lo que quiero decir?

— ¿Qué te dijo tu jefe que hicieras? — Preguntó Yar preguntó con curiosidad.

— Él quiso que yo complaciera a un cliente… sexualmente. Me molestó muchísimo cuando me percaté de que eso era para lo que me había enviado, así que me fui. No es que me preocupe, por supuesto. ¡No trabajaría para ese bastardo otra vez incluso si me diese el aumento que pensé que iba a conseguir!

Yar pensó sobre ello. —¿Puedes decidir si quieres tener sexo?

Adrianne asintió. — Los hombres también. El asunto es, que tienes que preguntar y si no quieren, no lo consigues incluso si tú quieres. Así es cómo funcionan las decisiones. Todo el mundo decide si quiere o no y algunas veces tú los eliges, pero ellos no te eligen a ti.

Él frunció el ceño. —¿Tú no me quieres?

—Realmente, aún no he pensado en ello— mintió Adrianne. —Dijiste que querías encontrar a Serena e irte a casa.

Él bajó la voz, como si estuviera asustado por si alguien lo oía, aunque Chance y Darcy estaban lo bastante lejos como para no oír incluso un tono normal y, por lo que Adrianne podía ver, demasiado ocupados en coquetear como para advertir algo menos sutil que un tren de carga. Chance lo estaba, de cualquier manera. Darcy parecía un conejo asustado, como si se acabara de encontrar en manos de Jack el Destripador. —¿Y si me quedo?

Adrianne le estudió. Había estado demasiado centrada en poner sus manos en el Orgasmastrón 9000 para pensar en cualquier otra cosa, al menos conscientemente. Sexualmente, le daba a Yar un diez, definitivamente, quizás algo más. No pudo más que preguntarse si era algo que le había sido inducido —un increíble atractivo masculino — pero, al final ¿realmente importaba? Natural o no, en definitiva, estaba allí.

Aunque pareciera mentira, él también había sacado a la luz un instinto casi… maternal en ella, de querer cuidarlo. Supuso que, en cierta manera, la mayoría de mujeres buscaban sentirse necesitadas, pero ella siempre había evitado a los hombres que estaban demasiado necesitados. Disfrutaba siendo completamente independiente. No quería la responsabilidad de tener a nadie que dependiera ella… o nunca lo había querido.

No estaba tan segura de que siguiera pensando lo mismo en lo que se refería a Yar.

Y no porque eso importara. Había muchas oportunidades, en su opinión, de que una vez que Yar se “hubiera asentado”, por decir algo, no la necesitaría a ella, o a nadie, para que cuidara de él. Podría llevarle un rato acostumbrarse a cómo funcionaban las cosas en la Tierra, pero ya había dado el primer paso hacia su independencia decidiendo venir tras su Ama en lo que él percibía como un ambiente hostil. Era lo suficientemente listo como para haber aprendido inglés, sólo observando, tal como Serena, suponía. Era lo suficientemente inteligente como para haberse imaginado cómo hacer descender la aeronave hasta el planeta, sólo observando cómo la programaba Serena. No hablaba mucho, pero había muchas señales de que eso era cautela, y probablemente entrenamiento, más que porque fuera lento.

Ella palmeó su rodilla. — Ya lo veremos cuándo… y si… se da la oportunidad, ¿vale?

Yar frunció el ceño. Durante un breve momento pareció un poco afligido, pero en seguida se colocó firmemente su “máscara impasible” en su lugar, la expresión que usaba cuando no quería que nadie supiera qué pensaba. —¿Eso significa que no?

— No significa que no. Significa… que cuándo hayas tenido tiempo para decidir qué quieres realmente, hablaremos de ello. No voy a aprovecharme de tu inocencia.

angelica


COLABORADOR ESPECIAL.
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El que siiigue el que siiigue!!!

13Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 5 Mar 10 Mar 2009, 18:56

Martha.

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Yar ejerció su recién encontrada independencia rehusando quedarse con Darcy en la furgoneta mientras Adrianne y Chance iban a explorar la zona. Su argumento fue que Adrianne era su Ama y que él debía quedarse con ella, pero ella no podía más que preguntarse si era porque estaba ansioso de reunirse con Serena.

No le gustaba dejar a Darcy sola. Chance mostró claramente que él estaría más que encantado de quedarse y protegerla, pero no podían dejarlo atrás cuando él era el único que conocía el camino.

Y éste era su espectáculo. Ella no estaba dispuesta a quedarse atrás.

— Deja las llaves en el contacto y si volvemos corriendo— le dijo a Darcy mientras salían —estate segura de que la furgoneta está en condiciones de salir pitando de aquí al segundo de que subamos.

Chance le había dicho que estaban cerca de una milla del lugar del accidente. Pareció un poco más lejos. El terreno era áspero y aunque el cielo estaba lo bastante claro como para emitir la suficiente luz pare que pudieran verse entre ellos, aún era demasiado oscuro para que continuaran tropezándose con rocas y matorrales.

Cuando Adrianne llegó finalmente al punto en que pensó que iba a tener que mendigar por un poco de aliento, Yar la cogió en sus brazos y continuó, como si ella fue ligera como una pluma — lo cual sabía que no era. Sólo su culo… bueno, no quería pensar en eso. Estaba intentando con todas sus fuerzas no pensar en lo pesada que debía parecerle a Yar.

Después de un primer grito de sorpresa cuándo él la cogió, y una solicitud entrecortada de que la bajara, cedió cuando él insistió en que estaba cansada y necesitaba ser llevada, enlazó sus brazos alrededor de su cuello y disfrutó. Cuando decidió que había descansado lo suficiente como para andar otra vez, Chance los hizo parar con un silbido agudo y se echó a tierra. Adrianne hizo lo mismo cuando Yar la bajó. Estuvieron mirando con atención la actividad que tenía lugar allí abajo durante varios momentos antes de que se le ocurriera que Yar estaba de pie, tal y como ella le había dejado. Se giró hacia él con sorpresa e irritación.

—¡Bájate!

Él se arrodilló a su lado. — Ensuciaré mi ropa—objetó razonablemente.

— Se lavará… si tenemos la oportunidad. ¡Si te ven, seguro que no la tenemos!

A regañadientes, él se tumbó a su lado.

Toda el área que estaba a sus pies estaba bañada con la luz que procedía de los focos situados en las torres que rodeaban el lugar del impacto. Debía haber una docena de hombres y mujeres vestidos de civiles moviéndose alrededor, probablemente científicos. Había al menos el triple de soldados. El centro de atención eran los escombros cuidadosamente asegurados con cables de acero. Cerca de allí había un camión prensador vacío. Tres hombres estaban de pie sobre la prensa vacía, montando rápidamente un enorme cajón de embalaje.

Adrianne frunció el ceño. — Parece que están a punto de trasladar la nave. Sin embargo, no entiendo por qué primero montan el cajón de embalaje.

—Porque no va en el cajón de embalaje— Chance señaló un helicóptero enorme que estaba a un lado y que Adrianne había asumido que se había usado para traer a los científicos. — Van a sacarlo de aquí por aire a través del desierto. La prensa y el cajón de embalaje son simplemente una distracción. Saben que los aficionados a los OVNIS están acampados por los alrededores y no hay posibilidades de que consigan sacarlo por tierra sin ser vistos.

— Figúrate. No veo señal alguna de una tienda de campaña donde puedan retener a Serena.

—Viva o muerta, probablemente se la han llevado hace rato.

Adrianne frunció el ceño —¿Pero dónde?— pensó en ello varios minutos. —Alguien va a tener que arriesgarse para llegar lo suficientemente cerca y oír la conversación.

Chance la miró. — Me ofrezco voluntario.

—¿Crees que puedes acercarte lo suficiente sin que te vean?

Él se encogió de hombros. — Tengo las mismas oportunidades que tú… mejores que las de esta montaña a tu lado.

Adrianne frunció el ceño. Siempre estaba haciendo observaciones irónicas sobre Yar y lo encontraba muy irritante. Sin embargo, ahora no parecía ser el mejor momento para discutir sobre ello. — Probablemente la han llevado a esa base secreta del gobierno cerca de Roswell que se supone que nadie conoce, pero deberíamos estar seguros antes de malgastar el tiempo yendo hacia allí.

Chance asintió y empezó a moverse hacia la actividad existente debajo de ellos. Para alivio de Adrianne, logró llegar hasta el camión sin ser divisado y se metió debajo de él, escondiéndose tras las ruedas. Ella cambió de posición, intentando ponerse en una posición más cómoda para poder vigilar lo que pasaba abajo.

Después de varios instantes, advirtió a un guarda haciendo su guardia por el perímetro al otro lado de las luces. Su corazón se sobresaltó, y ella se levantó un poco y miró a su alrededor. Después de varios momentos estresantes, vio que el guarda se había parado al otro lado. Tomó asiento en una roca a unos veinte o treinta pies de donde estaban tumbados.

Su primer instinto fue moverse. Lo reprimió con el pensamiento de que Chance esperaría encontrarlos en el mismo sitio cuándo regresara. Volviéndose hacia Yar, puso sus labios cerca de su oreja. — ¿Has visto a ese hombre con la pistola grande?

Un escalofrío atravesó a Yar mientras su cálido aliento acariciaba su oreja, pero se volvió y miró en la dirección que ella le indicaba y asintió. — Vigílalo. Si se mueve, me lo dices.

Pensando que con eso bastaba, Adrianne volvió su atención hacia Chance y trató de pensar qué hacer para distraer la atención si descubrían que era necesario. Sin embargo, descubrió que no podía ver a Chance. Buscándolo frenética, descubrió que se había movido a otro vehículo y que estaba encorvado a su lado, obviamente escuchando a los dos soldados que allí estaban.

El pánico la invadió. Si ella le podía ver, el guarda también sería capaz de hacerlo si decidía mirar hacia el campamento en lugar de hacia el desierto.

Después de varios minutos atormentadores, Chance se abrió paso cuidadosamente hasta el camión, miró a su alrededor y volvió hacia dónde estaban. Casi al mismo tiempo, Yar se inclinó hacia ella y le murmuró en la oreja. — Está andando.

Adrianne giró su cabeza tan rápido que unió su nariz a la suya. Estirando el cuello hacia arriba, se dio cuenta con horror que, aunque el guarda no había visto a Chance, se movía directamente hacia un camino en el que se lo encontraría.

Miró a Chance otra vez, preguntándose si vería al guarda y la aliviaría de la necesidad de tener que atraer la atención del guarda, pero era obvio por la rapidez de sus movimientos que Chance no había visto al guarda. Volvió a poner sus labios en la oreja de Yar. — Prepárate a correr como si te persiguieran los demonios.

Cuándo buscó a Chance otra vez, fue justo a tiempo para verle chocar con el guarda. Poniéndose rápidamente de pie, Adrianne se preparó para saltar y aterrizó en la espalda del guarda, agarrando su rifle con ambas manos. Afortunadamente, Chance se recobró más rápidamente de la sorpresa que el guarda. Le plantó el puño en la mandíbula lo suficientemente fuerte como para que éste echase la cabeza hacia atrás. Adrianne no lo esquivo lo suficientemente rápido. La parte trasera de la cabeza del guarda golpeó contra su mejilla lo bastante duro como para hacerle morderse la lengua, y soltó el hombre mientras éste caía a tierra.

Temblando hasta los pies, Adrianne se preparó para correr, buscando a Yar. Él estaba parado donde ella le había dejado, mirando boquiabierto como Chance y ella salían en estampida hacia él. —¡Corre!— murmuró Adrianne mientras pasaba delante de él, esperando oír de un momento a otro el silbido de las balas por encima de su cabeza.

Dudaba que el puñetazo que Chance había dirigido al hombre realmente le hubiera puesto fuera de combate. Obviamente le había dejado estupefacto, pero eso no los daría más que una ventaja de pocos minutos.

Oyendo el sonido de pies detrás de ella, Adrianne corrió más rápido. Repentinamente, un brazo la cogió por la cintura y la levantó. Le quitó el aire de los pulmones. Cuando finalmente logró recobrar el aliento, descubrió que Yar la había agarrado bajo un brazo y corría con ella, como si fuera un quaterback con la pelota. Apretando los dientes para impedir que las irritantes sacudidas le hicieran morderse la lengua, Adrianne se giró para ver lo cerca que estaban sus perseguidores. Chance estaba algunas yardas detrás de ellos. Detrás de él, el guarda lanzó un grito de alarma y se puso en pie.

— ¡Corre más rápido!— exclamó Adrianne al ver como el guarda apuntaba en su dirección. Cerró fuertemente los ojos, esperando que en cualquier momento una bala le diera en el trasero, ya que de la forma en que Yar la llevaba debía ser el blanco más fácil.

Sin embargo, al oír su grito, Yar corrió más rápido y en varios momentos había aumentado tanto el trecho que les separaba que, esperaba, estuvieran fuera de la vista, sino del alcance, del soldado.

El viaje de vuelta a la furgoneta no les costó tanto como el viaje hasta el lugar del impacto. Yar lo cubrió en menos de diez minutos, con ella debajo del brazo. Más tarde, pensó que él probablemente habría roto más de un record.

— Arr… anca la furgo… neta, —gritó en el momento en que estuvo al alcance de Darcy.

Sin embargo, al tiempo que ella gritaba, la furgoneta salió de una nube de polvo despegó en una ola de polvo, dio un brinco y se dirigió directamente hacia ellos. Darcy derrapó a su lado y Yar abrió violentamente la puerta y la echó dentro, subiendo detrás de ella. Momentos más tarde, Chance se coló a través de la puerta. — ¡Corre! ¡Corre!— gritó incluso antes de cerrar de un portazo.

Los ojos de Darcy se ensancharon mientras una pared de soldados hacía su aparición desde el risco. Girando la furgoneta con rapidez, dio marcha atrás, giró rápidamente el volante, lanzó la furgoneta al camino de grava y despidió con las ruedas una lluvia de rocas y suciedad a una altura de unos diez pies en el aire, mientras la furgoneta salía disparada.

A pesar de la pared de suciedad que Darcy había levantado como cortina de humo, varios explosivos impactaron en la furgoneta. Adrianne gritó y se lanzó hacia el suelo.

— ¡Oh Dios Mío!— gritó Darcy.

— ¡Darcy! ¿Estás bien? — dijo Chance jadeando.

14Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 5 continuación Mar 10 Mar 2009, 18:57

Martha.

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— ¡Le han dado a mi furgoneta! ¡Le han disparado a mi furgoneta nueva de marca!— sollozó Darcy, deslizándose por el asiento hasta que sólo podía ver la carretera por el espacio existente en el volante y el salpicadero.

Adrianne trepó en el asiento cuando el sonido de los disparos se alejó. —¿Hay alguien herido?

Darcy sorbió por la nariz. —¡Mi furgoneta!

— ¿Estás herida?

— No.

— ¿Yar?— Lo miró fijamente en la semiobscuridad, pero no pudo ver señal alguna de heridas. —¿Chance?—

— Estoy bien.

— ¿Crees que nos seguirán? — Preguntó Adrianne.

Él se encogió de hombros. — Lo dudo. Creo que en su mayor parte sólo trataban de ahuyentarnos.

Adrianne le dirigió una mirada indignada.

— ¡Le dispararon a la furgoneta!— dijeron Adrianne y Darcy casi al unísono.

— Pero nos persiguieron a pie. Si hubiesen ido en serio, habrían cogido los vehículos, ¿no creéis?

— Tal vez creyeron que como íbamos a pie podrían cogernos. Eso no significa que no volvieran a por un vehículo.

Para su alivio, no vieron señales de que les estuvieran siguiendo, incluso cuando llegaron a la autopista. Decidiendo no correr riesgos, regresaron al hotel, cogieron sus bolsas y se marcharon de la ciudad.

No fue hasta que habían dejado las bolsas en la furgoneta que a Adrianne se le ocurrió que habían dejado la moto de Chance en la cabaña cuando se escaparon. — ¿Qué vas a hacer con tu moto?

Chance se encogió de hombros. — No era mía.

Darcy le miró boquiabierta. — ¿La robaste?

Él enrojeció. —La tomé prestada—dijo con expresión incómoda.

— ¿De quién?

Él se encogió de hombros. — No pregunté su nombre—dijo evasivamente.

—Bien— dijo Adrianne filosóficamente. —Al menos no podrán rastrearla hasta ti.

Los ojos de Darcy se ensancharon. — ¿Es eso todo lo que vas a decir? ¡Acaba de admitir que robó la moto!

— No lo hice— dijo Chance irritado. — Te lo dije. La pedí prestada. La mía está en la tienda.

—Obviamente, no es una persona muy respetable— dijo Darcy rígidamente.

Él le dirigió una sonrisa débil. — Pero te gusto de cualquier manera, ¿no?

Darcy le miró boquiabierta. Sus labios se movieron, pero al parecer no podía emitir sonido alguno. Chance vio su oportunidad y la besó sonoramente en la boca. Darcy luchó por un momento y finalmente se aflojó contra él.

Sonriendo abiertamente, Adrianne intercambió una mirada con Yar. —Creo que le gusta—murmuró.

Yar se giró a estudiar a la pareja durante unos instantes y luego miró a Adrianne otra vez. —¿Por qué?

—No le ha golpeado con la rodilla en las pelotas.— Esperó hasta que hubieron terminado, no deseando interrumpir. Después de todo, con lo tímida que Darcy era, rara vez tenía citas… y como Adrianne bien sabía, Chance era el primer hombre “joven” por el que alguna vez había mostrado el más mínimo interés.

— ¿Podemos dejarte en algún sitio?

Chance estudió a Darcy por un largo momento antes de mirar a Adrianne. — Siempre podéis llevarme.

—¿Tú qué crees, Darcy?

— ¿Huh?— preguntó Darcy vagamente.

— No importa. Seguro. Podemos llevarte a tu casa y recoger tus cosas.

Chance negó con la cabeza. — Creo que deberíamos irnos de aquí tan rápido como podamos. Me las ingeniaré.

Adrianne se encogió de hombros. — Yo conduciré. Creo que Darcy está un poco agitada.— Cogió las llaves de la mano floja de Darcy y se sentó en el asiento del conductor. Después de un momento, Yar se sentó en el asiento del copiloto y Chance y Darcy se sentaron en la parte trasera.

—Así que… ¿A dónde nos dirigimos?— dijo Adrianne mientras arrancaba la furgoneta.

— Creo que tu suposición probablemente sea cierta. No oí decir a nadie dónde la habían llevado, pero definitivamente la atraparon y está definitivamente viva… al menos lo estaba cuando se la llevaron.

Adrianne salió del parking del hotel y cogió la autopista en dirección al Este. — No está en ningún mapa— masculló pensativamente.

—No, pero apostaría algo a que habrá alguien cerca de Roswell que nos pueda dar alguna idea de dónde buscar.

* * * *

Condujeron cerca de cien millas antes de que Adrianne decidiera que habían puesto distancia suficiente entre ellos y los furiosos federales, y empezaron a buscar un hotel. Adrianne alquiló dos cuartos contiguos, pero se encontraron con un serio problema cuando llegaron a los cuartos.

—Sin intención de ofender, colega— dijo Chance, mirando a Yar, pero no tengo ninguna intención de compartir un cuarto contigo, y mucho menos una cama.

— Hay dos camas en cada cuarto— dijo Adrianne firmemente mientras le daba una de las llaves y abría la puerta de su cuarto. —Las mujeres en un cuarto, los hombres en el otro.

— Me quedaré contigo— dijo Yar, siguiéndola a su cuarto, llevando las bolsas.

— ¡No hay posibilidad alguna de que me quede en el mismo cuarto con Yar y contigo!— gritó Darcy.

Chance sonrió. — Sabía que te gustaba.

Darcy le miró de reojo. — Quise decir que Yar tendrá que quedarse en tu habitación.

Adrianne miró de uno a otro, pero decidió que no tenía ganas de mediar en una discusión sobre quién iba a dormir con quién. — Oídme. Estoy muerta. Y estoy asquerosa de reptar por la tierra. Vosotros pelearos aquí fuera. Yo voy a darme una ducha —terminó, agarrando su bolsa y dirigiéndose hacia el cuarto de baño.

Acababa de abrir el grifo para enjuagarse el jabón del pelo cuando sintió una corriente de aire frío. Quitándose el agua de los ojos, miró de reojo la cortina. Yar estaba fuera de la ducha, retirando la cortina. Detrás de él, se veía abierta la puerta que ella pensaba que había cerrado.

Adrianne dejó escapar un aullido de sorpresa. — ¡Yar! Me has dado un susto de muerte. ¡Y no hablemos de las escenas de Psicosis! ¡Vete!— Ella hizo un movimiento con la mano. —Vas a tener que esperar tu turno.

Yar parecía perplejo. — He venido para ayudarte.

Adrianne le estudió durante un largo momento. Mañana, si realmente tenían suerte, ayudarían a Serena a escapar. Una vez que lo hicieran, se llevaría a Yar con ella y Adrianne se dio cuenta de repente que sentiría mucho verle marchar. No había que decir que ella nunca había conocido a nadie como él, y que era improbable que alguna vez fuera a hacerlo. Sonrió. — Quítate la ropa.

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uyuyuyuy las cosas se ponen calientessssssss que sigueeeee

viviloca

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DISTINGUIDO
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Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin 669784 como sigueeeeeeeee??? que mala nos dejo con el suspenso........Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin 385472

17Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 6 Miér 11 Mar 2009, 16:24

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Sonriendo, Yar se quitó la ropa, entró en la ducha con ella y miró a su alrededor. —Esto está muy bien.

Adrianne puso jabón en la esponja y la frotó sobre su pecho. — Sí que lo está. Mucho.

Yar se puso serio mientras ella frotaba la esponja por su pecho y debajo de su cintura y Adrianne no podía decir si le gustaba o no. —¿No te gusta esto?

La confusión brilló en sus facciones. —Sí.

Adrianne sonrió. —¿Y qué está mal, entonces?

— Vine para ayudarte a ti.

Adrianne le estudió durante un largo momento. —Entonces puedes lavarme cuando yo termine de lavarte a ti.

Él sonrió, pero parecía que estuviera sufriendo cuando ella envolvió una mano jabonosa alrededor de su pene y empezó a darle masajes. —¿Dónde están Darcy y Chance?

— Darcy entró en la otra habitación para darse una ducha. Chance la siguió. Dijo que la había atrapado y cerró el portal entre este cuarto y el otro.

Adrianne reprimió el deseo de soltar una risita, preguntándose si Chance había decidido lavar la espalda de Darcy y cómo iba a reaccionar Darcy a eso. Después de un momento, lo descartó. Si Darcy no le había echado del cuarto con el tiempo que ya llevaban en la ducha, parecía improbable que fuese a hacerlo.

Ella se acercó un poco más a Yar. —Tienes una… herramienta muy bonita aquí.

—Gracias— dijo Yar jadeando un poco.

Bajando un poco más, ella ahuecó sus testículos y empezó a darles un pequeño masaje. Yar saltó, inclinándose hacia delante ligeramente, como si alguien le hubiera dado un puñetazo en el estómago, y Adrianne le rodeó el cuello con su brazo libre, inclinándolo hacia abajo y uniendo sus labios a los suyos en una muda invitación.

Él pilló la indirecta y abrió su boca sobre la de ella, metiéndole la lengua en la boca como un conquistador encantador en lugar de cómo un prisionero. El fuego danzaba en las venas y terminaciones nerviosas de Adrianne, culminando en su sexo y humedeciéndola al instante, mientras su lengua se frotaba contra la de ella, entrelazándose, acariciándola, explorando cada pulgada de su boca. Dejando caer la esponja, ella se presionó completamente contra él, abrazando su cuello con su otro brazo, mientras su beso hacía que sus rodillas temblaran.

Ambos respiraban pesadamente cuando él por fin terminó el beso. —¿Te gustaría que te sirviera? — Él murmuró con voz ronca.

— Mmmm. Muéstrame todo lo que sabes — respondió Adrianne.

Él la introdujo de pronto en sus brazos, salió de la ducha y entró en el cuarto principal. Débilmente, se le ocurrió que Darcy podría aparecer furiosa a través de la puerta entre las habitaciones de un momento a otro, pero ella descartó ese pensamiento enseguida, sabiendo que Darcy se retiraría instantáneamente.

Ambos goteaban, y estaban cubiertos de jabón. Adrianne tembló ligeramente pero al momento Yar la cubrió con su cuerpo. Asiendo sus brazos, los colocó sobre su cabeza y los mantuvo allí mientras él la besaba hasta la inconsciencia, y luego procedió a mordisquearla a lo largo de su mejilla hasta el cuello, y luego más abajo. Soltando sus manos, ahuecó cada mano en un pecho y los acarició, primero uno y luego el otro, estimulando sus pezones con la boca y la lengua hasta que ella se movió desasosegadamente bajo él, jadeando en busca de aire.

Su cuerpo, latiendo con las placenteras sensaciones de sensibilidad intensificada, empezó a exigir su liberación. Su sexo estaba húmedo por el deseo, los músculos de su vulva se convulsionaban rítmicamente como si ya estuvieran alojando su pene.

Ella bajó la mano, asió su pene y trató de urgirle para que se uniera a ella. Él le retiró la mano y la empujó contra la cama. — Aún no te he mostrado todo—murmuró con voz ronca.

El simple comentario casi le hizo alcanzar el clímax. Agarró firmemente las sábanas, jadeando mientras el continuaba su camino hacia abajo. Apartando firmemente sus tensas piernas, él separó los pliegues de carne que rodeaban su sexo con una mano y puso su boca encima de su clítoris, succionando. Ella corcoveó, intentando separar lo máximo posible sus piernas mientras una oleada de placer la traspasaba, tan exquisita que su estómago se tenso.

Ella gimió, jadeando ansiosamente, mientras sentía que su cuerpo se acercaba cada vez más a su liberación, mientras él le daba golpecitos en el clítoris con su lengua, aproximándose al centro de su placer con golpes rápidos y duros. Sus dedos, dónde ella agarraba las sábanas, empezaron a acalambrarse mientras ella luchaba por retrasar su clímax un poco más, sólo un poco más, hasta que ella alcanzó un punto en el que empezó a luchar por llegar a él.

Una sacudida de súbita desilusión la traspasó mientras él paraba bruscamente. Mientras él se elevaba sobre ella, sin embargo, ella abrió los ojos, segura de que él tenía intención de penetrarla. En su lugar, él comenzó a acariciarle los pechos otra vez, succionando sus pezones hasta que su cuerpo empezó a acercarse hasta el borde de dolor — de tan intenso que era el placer.

Cuando él bajó por su estómago otra vez y presionó sus rodillas contra la parte de fuera de sus muslos, Adrianne asió dos puñados de su pelo, sabiendo que ella no podría jugar más. Él ignoró el tirón, jugando otra vez con su clítoris hasta que ella pensó que gritaría. Gritó cuando su clímax la golpeó tan abruptamente como un tren de carga, duro y rápido.

Ella estaba aún sin aliento y tratando de coger aire cuando él se movió más abajo aún, abrió sus muslos y empezó a morder el interior. Demasiado débil para repelerle, ella trató de ignorar las ondas diminutas de placer que hacían que su estómago se tensara. Él continuó hacia abajo hasta que alcanzó sus pies. Adrianne trató de quitarle el pie de sus manos, pero él se lo agarró, masajeándolo. Cuando ella se relajó, él empezó a chupar los dedos de su pie.

Esperando cosquillas, Adrianne estaba sorprendida de descubrir las ondas de placer robusteciéndose una vez más. Cuando él hubo acabado por fin con los dedos de sus pies, se abrió camino nuevamente hacia sus muslos con besos y pequeños mordiscos. Adrianne contuvo su aliento cuando él llegó a la unión entre sus muslos, esperando que él besase su sexo otra vez, y a la vez asustada de que lo hiciera. Ella gritó cuando él pegó su boca a su clítoris otra vez y succionó, convulsionándose, cogiéndole del su pelo. Él desenredó sus dedos, le colocó las manos en la cama otra vez, y subió hasta sus pechos para acariciarlos con la boca.

En unos momentos, Adrianne sintió su cuerpo trepando hacia la liberación una vez más. Apenas podía respirar, apenas podía pensar, pero estaba segura de una cosa, quería a Yar dentro de ella esta vez. Agarrándole firmemente por los hombros, ella rodeó su cintura con las piernas, alzando sus caderas. Para su alivio, él la complació, colocando la cabeza de su verga contra su sexo y empujando. A pesar de lo mojada que estaba, a su cuerpo le costó un poco acoplarse a la anchura de su pene. Ella empujó contra él hasta que finalmente le sintió deslizarse completamente dentro de ella. Él le permitió fijar el ritmo, empujando y retirándose en el contrapunto directo a sus movimientos. Cuando ella empezó a exhalar los pequeños jadeos que precedían a su clímax, él se puso boca arriba, sentándola encima de él. Ella se movió sobre él, buscando el ángulo correcto que le daría el mayor placer, abriendo sus ojos para observarle.

Su cara estaba tensa por la concentración mientras elevaba sus caderas para balancearla. Fue todo lo que ella necesitó para ser enviada por el borde otra vez, en el éxtasis final. Él agarró sus caderas mientras el clímax la invadía, y continuó empujando mientras su clímax la golpeaba tan explosivamente que agotó toda la fuerza de sus extremidades.

Finalmente, ella se derrumbó contra él, luchando por respirar. Sólo después de varios momentos, se dio cuenta de que el latido que tronaba en sus orejas era de él, no de ella, y varios momentos más tarde, se dio cuenta de que ella había alcanzado el clímax, explosivamente, dos veces, y él no lo había hecho.

La desilusión la inundó. —No te viniste.

La expresión de Yar era de confusión.

Débilmente, Adrianne se deslizó de su pecho. —¿No lo… disfrutaste?

— No está permitido— dijo él con voz ronca.

Adrianne clavó los ojos en él con desilusión. —No… Pero…

—¿Estás… satisfecha?

—A fondo— Adrianne jadeó débilmente.

—¿Puedo irme ahora?

Adrianne clavó los ojos en él. Parecía estar sufriendo y repentinamente se hizo evidente para ella por que él estaba tan ansioso por marcharse. —No, no puedes.

Él pareció pasmado.

—Ésta es la Tierra— murmuró Adrianne, inclinándose hacia él. — Aquí compartimos el placer. Tú me das placer y yo te doy placer— Ella le besó ligeramente en los labios, y luego se apartó para mirarle.

Él la estudiaba, como si no estuviera seguro de lo que ella había querido decir. —¿Yo puedo… tener placer?

Adrianne sonrió. — Insisto.

Él la empujó contra la cama y comenzó a rodar sobre ella. Su pene estaba tan duro como una roca mientras la penetraba. Habiendo llegado al clímax dos veces ya, Adrianne estaba un poco sorprendida al notar las ondas de placer que la traspasaron en el momento en que él la penetró. Su cuerpo se convulsionó alrededor de su dura carne, aferrándose a él como una mano masajeante. Clavando sus talones en la cama, ella se empujó contra él mientras él empezaba a moverse. Él se sostuvo ligeramente encima de ella, soportando su peso con los codos y Adrianne acarició su pecho mientras él se movía dentro de ella, maravillándose del tacto de su piel y músculos contra las palmas de sus manos.

Ella le contempló. — Adoro la forma en que te sientes dentro de mí— murmuró con voz ronca.

Él se puso rígido al oír sus palabras, su cara desfigurándose casi como si estuviera sufriendo. Con una boqueada ronca, él comenzó a moverse otra vez, más rápido y más duro, entrando en ella lo bastante fuerte como para que ella comenzara a deslizarse hacia arriba en la cama. Ella le agarró más fuerte, jadeando al sentir cómo su cuerpo se tensaba al borde de la liberación.

18Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Caoitulo 6 continuación Miér 11 Mar 2009, 16:25

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Ella gritó mientras su cuerpo explotaba en un intenso placer. Con un grito ronco que sonó como si se estuviera muriendo, el cuerpo de Yar se sacudió convulsivamente mientras él, también, encontrase su liberación al fin. Él se derrumbó encima de ella, como si estuviera demasiado débil como para mantenerse a sí mismo, su cuerpo todavía estremeciéndose con el clímax.

Adrianne luchó por respirar, acariciando su espalda cariñosamente. Finalmente, él reunió fuerzas y rodó de encima de ella, muy para su alivio. Respirando profundamente, por lo mucho que lo necesitaba, ella se dio la vuelta para poder verle, sonriendo ante la expresión de saciedad relajada en su cara. Finalmente, ella alzó el brazo y le acarició la mejilla. Él abrió sus ojos. — Ha sido maravilloso… todo el tiempo. Pero la última vez fue la mejor.

Él la jaló cerca, abrazándola con fuerza. —Gracias.

Algo caliente y casi doloroso le lleno el pecho a Adrianne, hasta que ella tuvo que luchar para poder respirar. Ella acarició su suave pelo. — Fue mi placer— murmuró.

* * * *

Yar la despertó unas pocas horas más tarde y le hizo nuevamente el amor. El agotamiento los reclamó y durmieron hasta casi el amanecer, cuando Adrianne fue nuevamente despertada por la caricia de la mano de Yar sobre su cadera. Ella sonrió aún medio dormida. — He creado a un monstruo—masculló, si bien se percató después de un momento que ella tendría todo el tiempo del mundo para ponerse al día con el sueño después de que Yar se fuera. No quería desaprovechar ningún momento mientras él estuviera con ella.

Ella no pensó en el Orgasmastrón 9000 una sola vez mientras Yar le hacía el amor. Por muy maravilloso que fuera el dispositivo, Yar lo avergonzaba.

Finalmente, se dieron una ducha y se vistieron, y Adrianne llamó a la puerta entre las habitaciones. Después de unos segundos, Darcy, que parecía tan a fondo follada como sin duda ella lo estaba, abrió la puerta. Su pelo estaba enredado, su boca, su cuello y su pecho enrojecidos a causa del bigote, y sus ojos confusos y descentrados.

—¿Lista?— Preguntó Adrianne con alegría forzada.

Darcy simplemente clavó sus ojos en ella inexpresivamente durante varios momentos antes de que se hiciera la luz en ellos. Ella inclinó la cabeza. —Dame un minuto— murmuró y cerró de un golpe la puerta otra vez.

Se detuvieron para tomar el desayuno antes de dejar el pueblo. Adrianne estaba dividida entre la felicidad por su amiga y los celos mientras veía a Chance y Darcy arrullarse uno al otro por encima de sus platos del desayuno.

Yar estaba más callado de lo normal, si es que eso era posible, frunciendo el ceño mientras comía, y Adrianne se preguntó si le parecía tan insípida a él como se lo parecía a ella. Sin duda él pensaba que éste probablemente era su último desayuno de la Tierra.

Estaba tentada a preguntarle si preferiría simplemente darse la vuelta y regresar a casa con ella. En cierta forma, la idea de enriquecerse con el Orgasmastrón 9000 había perdido todo su brillo. Ninguna de las cosas que había tenido intención de comprar una vez que nadase en dinero, ni ninguna de las cosas que había planeado hacer parecía tan excitante cuando pensaba en el hecho de que ella sólo tendría a Darcy para compartir la emoción. Por supuesto, si tuviese montones y montones de dinero, tendría muchas oportunidades para conocer a todo tipo de hombres.

Ninguno de ellos sería Yar, sin embargo, pensó sombría.

Resueltamente, lo descartó mientras pagaban la comida y se fue, yendo hacia Roswell.

No tenían ninguna prisa en particular ya que ahora estaban a varios centenares de millas de su meta. No podrían intentar un rescate antes de que estuviera bien oscuro. Serena estaba siendo retenida en una base, la cual estaría bien vigilada, y sería demasiada fácil verlos durante luz del día.

Al final llegaron al atardecer, encontraron primero un hotel, alquilaron dos habitaciones otra vez, aunque Adrianne estaba casi segura de que no compartiría un cuarto con Yar esa noche.

Se le ocurrió que simplemente debían recabar toda la información posible sobre el sitio y luego preparar un plan e intentar conseguir liberar a Serena al día siguiente por la noche, pero también se le ocurrió que los científicos que habían sido llamados para estudiarla podrían estar más interesados en estudiar su cadáver que en hablar con Serena. Y pensando en ello, ¿quién podía estar seguro de que ella hubiera sobrevivido al interrogatorio de los Federales? Estaba muy bien hablar de la Convención de Ginebra, pero dudaba que los Federales consideraran que los derechos de un alien equivalieran a los derechos humanos.

Sólo era correcto moverse lo más rápido que pudiesen.

Cuando se hubieron reacomodado en sus cuartos, Chance salió a ver qué información podía recabar. Volvió un par de horas más tarde con un joven local que se había ofrecido a actuar como guía.

Como Chance había hecho cuando les había mostrado el sitio de emergencia, el joven los guió serpenteando, por senderos ramificados que discurrían primero en una dirección y luego en otra. Después de un par de horas de andar interminablemente, les mostró un sitio donde aparcar la furgoneta.

Darcy decidió unirse a ellos. Adrianne no estaba segura de que fuese una buena idea. Darcy y Chance estaban tan absortos el uno en el otro que ninguno de ellos estaba prestando mucha atención a lo que ocurría a su alrededor. Además, ya habían tenido que hacer una huida rápida antes. Podrían tener que hacerlo otra vez.

Darcy y Chance insistieron ambos, sin embargo, así que los cuatro, dirigidos por el joven, dirigieron sus pasos con cautela hacia la base, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para ver. Excepto por los guardas de aspecto peligroso que había en las puertas, el lugar parecía desierto. No había un alma a la vista, ni siquiera un vehículo.

Solapadamente, se abrieron paso alrededor de la base, comprobando cada edificio en busca de cualquier signo de ocupación. Finalmente, encontraron oro cuando llegaron a los hangares. Varios vehículos estaban aparcados fuera y había guardas delante de las puertas del hangar.

Adrianne miró a su alrededor, tratando de decidir si podrían llegar con la furgoneta un poco más cerca después del anochecer. — ¿Qué pensáis, chicos? ¿Creéis que la furgoneta podría atravesar el desierto hasta aquí?

El joven la recorrió con la mirada. — Te oirían kilómetros antes de que llegaras aquí. El sonido se transmite, incluso si no te ven.

— ¡Mierda! No hay forma de que podamos llegar hasta allí con los soldados pisándonos los talones. La furgoneta debe estar a dos kilómetros de aquí, al menos.

El chico parecía alarmado. —¿Por qué te perseguirían los soldados?

Chance dirigió a Adrianne una mirada. —Ella quiso decir si nos vieran.

El chico aceptó el comentario sin hacer comentario alguno. — Si tuvieras un par de caballos, podrías amortiguar sus cascos y probablemente acercarte más. Por supuesto, probablemente oirían a los caballos, pero todavía hay algunos caballos salvajes por aquí. No le darían importancia.

—Desafortunadamente, no sé montar a caballo— dijo Adrianne. —¿Y tú, Chance?

Él se encogió de hombros. — Yo sí. No puedo decir que sea un experto con los caballos, pero los caballos que alquilan para dar paseos normalmente son bastante dóciles.

Adrianne echó un vistazo a su alrededor otra vez. Parecía probable que los FEDS hubieran transportado la nave hasta el hangar, pero ¿mantendrían a Serena allí? En cierta forma, lo dudaba. Por supuesto, el edificio era lo bastante como grande para meter varias casas dentro, así que era posible. Miremos un poco más… veamos si alguno de los restantes edificios está ocupado.

Había más guardas detrás del hangar, pero Adrianne divisó una puerta de entrada a mitad de un lateral… probablemente cerrada, si bien la memorizó. Mientras rodeaban la base, descubrieron un edificio más pequeño que también pareció estar ocupado. Dos guardas estaban afuera. — Me pregunto qué es ese edificio— masculló en voz alta.

— Creo que es la prisión— saltó el chico. — Deben tener a alguien allí dentro o no estarían haciendo guardia.

Chance y Adrianne intercambiaron una mirada. —¿Estás seguro? —preguntó Adrianne.

El chico se encogió de hombros. — El lugar ha estado desierto durante algún tiempo… o casi, sólo el par de guardas en la portilla principal que vimos. Un par de amigos y yo vinimos aquí una vez a comprobarlo. Estoy bastante seguro de que es la prisión.

Regresaron hacia la lejana furgoneta, condujeron de vuelta al pueblo y se despidieron del chico. — No estoy muy conforme con la idea de los caballos, pero honestamente no veo otra salida. No podemos acercarnos lo suficiente a la base como para tener muchas oportunidades de escapar de otra manera.

Ya que nadie pareció tener una idea mejor, localizaron un establo y alquilaron caballos para dar un paseo. Adrianne no tenía ganas de afrontar la tarea de intentar cargar a los caballos en un remolque, y, en todo caso, Darcy no tenía un enganche para remolques, así que le dijo al hombre que estaban “acampando” en la furgoneta y le preguntaron si podría entregárselos en un punto concreto a fin de que pudieran empezar pronto a la mañana siguiente.

Suponía esperar a la intemperie en el desierto mientras aguardaban la entrega, pero no se le ocurrió una alternativa mejor. El hombre la miró de forma un poco rara, pero enseguida estuvo de acuerdo en entregarles los caballos después de cerrar los establos por la tarde.

No tenían nada que hacer, una vez arreglada la situación, durante varias horas. Adrianne se dio cuenta de que era un manojo de nervios. Supo que se subiría por las paredes si se quedasen en el motel esperando. Así que, en lugar de eso, sugirió que salieran a comer y luego fueran a un club a tomar algo.

Fue obvio por la expresión de Yar que no tenía ni idea de qué estaba hablando, pero él nunca estaba disconforme con ninguna de sus sugerencias. Chance se animó ante la propuesta, lo cual hizo que Adrianne se sintiera un poco inquieta. —Tres bebidas como límite—dijo con firmeza.

— Yo no tengo que conducir — dijo Chance indignado.

— Sin embargo, sí montarás a caballo. Si te caes, me quedaré sola.

—Yar viene, ¿no?

— Dudo mucho que sepa más de caballos que yo, pero probablemente sea una buena idea tenerle con nosotros cuando… si conseguimos rescatar a Serena— dijo Adrianne, mirando de reojo a Yar. —¿Vienes con nosotros?

Él asintió.

CRISALIDA

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ayyy maratha porfis segui no me dejes con la intriga Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin 621372

angelica


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Que buen amante...

Bellamujer

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esto que es?? un libro? Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin 385472

22Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 7 Jue 12 Mar 2009, 11:54

Martha.

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En el bar hacía calor debido a los cuerpos que se apretujaban y la música era casi abrumadora mientras los cuatro se abrían paso. Adrianne vio por el rabillo del ojo una mesa cerca del fondo que estaba vacía y se dirigió hacia ella. Como en muchos bares, se sintió como si fuera un salmón nadando río arriba mientras luchaba a través de la maraña de cuerpos que se movían con Yar, Darcy, y Chance siguiéndola.

Una camarera los atendió cuando se sentaron, tomo nota de sus pedidos y desapareció. A Adrianne no es que le gustara mucho la música country, que parecía ser el menú del día en el bar –probablemente el menú de todos los días, visto desde el gusto de los locales-. Ella estaba mucho más interesada en conseguir algo para beber para calmar sus nervios, de todas formas, particularmente cuando se dio cuenta de que había dos hombres que estaban tan fuera de lugar como una señorita en ese sitio.

El “pequeño” era más o menos del tamaño de Yar, y blanco. Casi parecía enano al lado del otro hombre, que parecía ser de ascendencia africana, si bien su piel era bastante clara.

Ella los había visto dos veces antes, una vez cuando se detuvieron para comer el día antes y otra vez hoy, un poco antes. Tres veces no eran coincidencia.

También podrían llevar una pancarta que pusiera “FEDERALES”.

Adrianne tomó un trago de su bebida cuando llegó, casi atragantándose con ella.

Inclinándose hacia adelante cuando recobró el aliento, preguntó —¿Veis a esos dos hombres de allí?

Chance estaba ocupado resoplando sobre su cerveza. Yar y Darcy miraron alrededor con cautela.

—¿Qué dos hombres?— preguntó Darcy con sequedad.

—Los dos hombres que nos han estado siguiendo y que parecen agentes federales— dijo Adrianne agriamente.

Chance se atragantó con la cerveza. Tosió durante cinco minutos. Cuando pudo recobrar el aliento, los dos hombres habían desaparecido. — ¿Dónde?

Adrianne miró a su alrededor. — Ya se han ido.

—¿Qué te hace pensar que nos están siguiendo?— preguntó Darcy con voz asustada.

— Éste es la tercera vez que los he visto desde que dejamos Arizona. ¿No crees que es “mucha” coincidencia que hayan aparecido en el mismo sitio en que estábamos nosotros tres veces en un par de días?

— Pero… ¿cómo han podido seguirnos? ¿Por qué nos seguirían?

— ¿Igual se han imaginado que íbamos detrás de algo? ¿Tal vez no salimos tan limpios como pensamos que lo hicimos en el lugar del choque?

Darcy tomó un largo trago de su bebida. — Me gustaría irme ya.

Adrianne negó con la cabeza. — Probablemente nos están esperando fuera. Tendremos que imaginar una forma de perderlos de vista antes de que salgamos.

Yar tomó un sorbo experimental de la cerveza que Adrianne le había comprado y puso cara rara. A pesar de su ansiedad, o puede que porque estaba tan tensa, Adrianne se rió ahogadamente. — A mí tampoco me gusta, pero a los hombres parece gustarles.

Chance soltó un bufido y Adrianne lo miró con suspicacia. —¿Qué?

Los ojos de Adrianne se estrecharon. Obviamente, él se sentía intimidado por Yar. Usaba cada oportunidad que tenía para hacer comentarios sarcásticos. Gracias a Dios, Yar le ignoraba… ¿o quizás no entendiera su lenguaje y sus costumbres lo bastante bien como para percatarse de que Chance estaba siendo un asno? En todo caso, ella estaba aliviada, ya fuera por ignorancia o simplemente por el buen carácter de Yar que le impedía golpear a Chance. — Ya lo sabes. Para ya.

Chance se encogió y se giró a mirar a los bailarines.

— Necesitamos un plan de ataque— dijo Adrianne. —O tal vez debería decir, trabajar en los detalles.

Una vez más, Chance se encogió de hombros. — Llevamos a los caballos tan cerca como podamos, entramos a hurtadillas, sacamos de allí al alien femenino, y ponemos pies en polvorosa mientras sea la puesta de sol.

Adrianne le miró, pero antes de que pudiera preguntarle qué se suponía que iban a hacer con los guardas, una mujer se acercó a la mesa.

—¿Te importa si te pido prestado a tu hombre para un baile?

Adrianne miró a la mujer. La mujer le había hablado a ella, pero no había quitado sus ojos de Yar un solo momento, y a Adrianne no le gustaba la forma en que miraba a Yar… para nada. Desafortunadamente, Yar no era de ella. Se encogió de hombros. — ¿Tú quieres bailar, Yar?

Él sonrió. — Me encanta bailar.

Hazlo pues— dijo Adrianne con voz tirante, enfocando su atención en la bebida que tenía en las manos.

Cuando Yar se levantó y se marchó, ella se giró a ver cómo los dos se dirigían a paso resuelto entre la multitud hacia la pista de baile y finalmente, resuelta, volvió su espalda a la pareja.

—¿Qué vamos a hacer con los guardas?

— Creo que, entre Yar y yo, los podremos manejar— dijo Chance con aires de machito, enviando a Darcy una mirada ardiente.

— No vamos a tener tiempo para que ustedes, chicos, se “diviertan”. Necesitamos entrar y salir sin hacer el más mínimo ruido posible.

Chance se encogió de hombros. — ¿Has traído gas paralizante?

Adrianne frunció el ceño mientras pensaba si el Orgamastrón de Yar funcionaría en un hombre. Si surtía el mismo efecto en los hombres que en las mujeres, todo lo que tenían que hacer era darles una dosis a los guardas y estarían incapacitados el tiempo suficiente como para los ataran. Una sonrisa curvó sus labios, y se giró a mirar en la dirección en la que Yar se había ido.

Ya no podía verlo. Una multitud envolvía a Yar y a la mujer.

Debía ser un bailarín bastante bueno si el populacho era una indicación. Incluso mientras se giraba, las mujeres del grupo empezaban a patalear y a lanzar gritos de ánimo. Curiosa, estiró el cuello para ver qué pasaba.

Aún no podía ver nada y finalmente se puso de pie. Justo en el momento en que lo hacía, Yar se subió a una mesa. Estaba desnudo de cintura para arriba, girando sus caderas mientras deslizaba la camiseta entre sus piernas como si fuera un stripper. La mandíbula de Adrianne bajó varios centímetros mientras él buscaba el botón de sus vaqueros.

— ¡Oh, Dios mío!

— ¿Qué?— dijo Chance, respondiendo al horror en su voz levantándose rápidamente.

Justo en ese momento, un rugido muy masculino interrumpió los gritos de aprecio femeninos, y la mesa en la que Yar bailaba se estremeció, como si le hubieran dado un golpe.

— ¡Yar está en problemas! Adrianne gritó, metiéndose entre la multitud.La multitud que aclamaba a Yar se dividió abruptamente en dos mientras Adrianne se acercaba… no para darle acceso, sino para evitar el enorme cuerpo que se deslizaba por el piso hacia ella. Adrianne miró hacia abajo con sorpresa a Yar y luego hacia el hombre que parecía un toro mientras avanzaba hacia ellos. —

23Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 7 continuación Jue 12 Mar 2009, 11:55

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¡Levántate! ¡Rápido!

Yar se levantó raudo, mirando alrededor justo a tiempo de recibir el puño que el indeseado le lanzó. Adrianne no pensó. Agarrando el pesado vaso en que le habían servido la bebida, se lo lanzó al hombre, dándole directamente entre los ojos. El hombre se tambaleó hacia atrás un par de pasos, negó con la cabeza, y se dirigió hacia ella con una mirada en sus ojos que a Adrianne no le gustó nada. Adrianne agarró firmemente el brazo de Yar. — ¡No te quedes ahí! ¡Haz algo!

—¿Qué?— preguntó Yar.

—¡Golpéale!

Yar lanzó un puñetazo al hombre, pero era obvio, incluso para Adrianne, que Yar no había estado en una pelea en su vida. Le dio al tipo en la mandíbula por puro accidente. Afortunadamente, Yar aproximadamente tenía cerca de sesenta libras de carne sólida en el puño y mucho impulso. El tipo dio con sus huesos en el suelo y se deslizó hacia atrás.

La multitud, que había parecido demasiado atónita como para reaccionar hasta ese momento, se rompió en una contienda general mientras dos hombres se abalanzaban el uno sobre el otro, derramando su cerveza encima del hombre y de la mujer que estaban a su lado. Los dos que habían sido empapados en cerveza se levantaron de un salto. La mujer abofeteó a uno de los “culpables”. El hombre que estaba con ella golpeó al otro tipo en la cara. En cuestión de segundos el bar era una masa pesada de cuerpos que luchaban, puños que se agitaban, botellas que volaban y sillas que se hacían pedazos. Mujeres gritando corrían en todas las direcciones, o tiraban todo lo que encontraban a mano.

Los dos agentes federales entraron abruptamente por la entrada principal, justo en el momento en que se desataba el infierno, y fueron casi enseguida absorbidos por la refriega general.

Viéndolos, Adrianne se percató de que habían tenido mucha “suerte” con la maniobra de distracción perfecta para escaparse. Agarrando a Chance por la parte trasera de la camisa, jaló bruscamente de ella para captar su atención. El tipo al que estaba a punto de atizar aprovechó la distracción de Chance y le lanzó un derechazo a la mandíbula. Mientras la cabeza de Chance caía en su dirección, Adrianne gritó. — Tenemos que irnos ya. Déjalo ya.

Mirando a su alrededor, descubrió que Darcy ya estaba casi en la puerta.

Yar, descubrió, estaba en el suelo otra vez.

Agarrando una botella de cerveza, amenazó con frialdad al tipo que estaba encima de él. — Levántate. Tenemos que irnos.

Yar gateó hasta ponerse de pie, pero antes de que ella pudiera guiarle hacia la puerta, él le había pegado un porrazo al tipo que le había tumbado.

Tenía algo bueno que decir de él. Aprendía rápido.

Él sonreía abiertamente mientras buscaba al siguiente hombre.

¡Justo como haría un hombre!

—Puedes golpear a alguien más tarde. Te lo prometo. Ahora, tenemos que irnos. Los polis estarán aquí de un momento a otro para arrestar a todo el que encuentren.

Eso atrajo su atención. Agarrando su mano, él se abrió camino a través del bar hacia la entrada, desechando a todo el que dio un paso en su camino a la salida.

Corrían hacia la furgoneta cuándo Chance salió por la puerta como si lo hubieran echado, ejecutando un arco defectuoso en el parking.

— ¡Deja de joder, Chance!

Agitando la cabeza, logró arrastrarse a sí mismo hasta levantarse, miró a su alrededor confuso durante varios momentos y finalmente se tambaleó hacia la furgoneta.

Estaban casi a una manzana antes de que percibieran el primer vislumbre de luces azules relampagueantes.

* * * *



Dadas las circunstancias, decidieron parar en la habitación del hotel el tiempo suficiente como permitir que Chance y Yar se asearan. Yar estaba molesto por haber perdido la camisa en la pelea y que Adrianne no le permitiera volver a por ella. Después de que los dos hombres se hubieran aseado, salieron una vez más, haciendo escala en una tienda de saldos para comprarle a Yar otra camisa. El hombre se marchaba ya con los caballos cuando finalmente llegaron al punto de encuentro. Tuvieron que detenerlo y el estómago de Adrianne se encogió otro nudo cuando se dio cuenta de lo cerca que habían estado de destruir completamente sus planes. Los cubatas habían ayudado, pero eso había sido un pequeño contratiempo si se comparaba con la situación cuando la pelea había estallado y tuvieron que escaparse por lo pelos de los federales.

Una vez hubieron recogido los caballos, se despidieron del hombre, prometiéndole que tendría a sus caballos esperándole cuando regresara a por ellos durante la tarde. Adrianne esperaba que los caballos estuvieran esperándole y no cercados en una reserva federal.

Tan pronto como el hombre estuvo fuera de la vista, Adrianne y Yar montaron un caballo, mientras Chance se encaramó en el otro. Darcy había sido designada como centinela otra vez, para quedarse con la furgoneta. Adrianne había traído su mochila llena con sus herramientas “para forzar entradas” y se había asegurado de que Yar llevara el Orgasmastrón. No debería haberse preocupado. Yar lo guardaba celosamente. ¿Y quién podría culparle? Era lo único que poseía. Se sentía como una auténtica zorra por ocurrírsele la idea de intercambiarlo por su ayuda.

A pesar de que habían cubierto las pezuñas de los caballos para amortiguar el ruido, no se atrevieron a llevar a los caballos demasiado cerca de la base. Cuando estaban cerca de media milla de la base, desmontaron, ataron a los caballos concienzudamente e hicieron el resto del camino a pie.

Estaba completamente oscuro. Sólo un pequeño vislumbre de las estrellas podía ser visto en lo alto, muchas de ellas oscurecidas por una nube oscura. Era una bendición y una maldición en una. Apenas podían ver, y no se atrevían a usar linternas, pero al menos tenían la comodidad de saber que probablemente tampoco podían ser vistos.

A menos que los guardas usaran esas gafas de visión nocturna.

Adrianne desechó ese pensamiento, aunque dio un suspiro de alivio cuando lograron alcanzar la cerca sin incidentes. Dejando caer su mochila, Adrianne sacó el pesado cortaalambres.

— ¡Un momento!— advirtió Chance. — Podría estar electrificada.

Adrianne se atragantó de miedo. —Si es así, estamos jodidos.

— Probablemente no lo esté, pero sería una buena idea comprobarlo antes de que intentemos cortarla. ¿Tienes un destornillador con mango de caucho?

Ella rebuscó y finalmente sacó el destornillador que había comprado. Chance lo miró fijamente durante unos instantes y finalmente les advirtió que se apartaran un poco. Cautelosamente, tocó el alambre con la punta. Para alivio de todos, nada ocurrió.

—Ahora, usemos los cortadores— Lanzándole el destornillador, cortó una línea larga a lo largo de la cerca, y luego una a lo ancho.

—¿No vas a hacer un agujero?— preguntó dudosa Adrianne.

— Espero que no se note si la dejamos así.

Ella asintió y se deslizaron por la pequeña abertura uno cada vez, luego corrieron a toda prisa a través del área despejada hasta el más cercano de los edificios, pegándose contra la pared.

Observando con cuidado, apenas asomada la cabeza por la esquina del edificio, Adrianne vio que dos guardas estaban parados fuera de la prisión, tal y como habían estado antes. Se retiró rápidamente hacia atrás. — Están de pie en ángulo recto delante de la puerta. Era demasiado esperar, supongo, que hicieran su guardia paseando alrededor del edificio y nos dieran una oportunidad para colarnos.

24Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin Empty Capitulo 7 continuación Jue 12 Mar 2009, 11:56

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— Creo que Yar y yo podríamos acercarnos a hurtadillas por el otro lado del edificio y pillarlos por sorpresa.

— Probablemente os meteríais en una pelea, en cuyo caso todo el que estuviera cerca vendría corriendo— Miró a Yar. — ¿Cómo funciona esa cosa tuya con los hombres?

Yar parecía sorprendido, pero luego se rebeló. — ¿Mi… herramienta? ¡No puedo hacer eso!

Adrianne refrenó una risa ahogada. — El Orgasmastrón.

Pareció relajarse pero luego su expresión se tornó incierta. — Fue diseñado para las mujeres. No lo sé.

Adrianne se encogió de hombros. — Supongo que, más o menos, funcionará igual. De cualquier manera, estamos a punto de enterarnos.

Avanzaron lentamente hasta la parte trasera del edificio, y entonces se dividieron. Adrianne cogió el Orgasmastrón y envió a Yar y a Chance al otro lado para asegurarse de que doblegaran al guarda de ese lado mientras ella se encargaba del otro. Cuando alcanzó el frente del edificio, esperó varios segundos hasta estar segura de que Yar y Chance habían tenido tiempo suficiente para colocarse en su sitio, y solo entonces emitió un ligero sonido.

El guarda se puso rígido y se giró lentamente para mirar detrás de él. Cuando se giró, Adrianne tocó su mano con el Orgasmastrón. Él avanzó dando tumbos, como si le hubieran electrocutado, sus ojos giraron en su cabeza y se derrumbó, como si se hubiera quedado repentinamente sin fuerzas. Dejándole, Adrianne corrió al frente del edificio. Yar y Chance sujetaban cada uno, uno de los brazos del otro guarda. Chance mantenía su mano firmemente sobre la boca del hombre. Adrianne sacó el Orgasmastrón y avanzó hasta que estuvo sólo a varias pulgadas de él.

— Si yo fuera vosotros le soltaría.

En el momento en que Yar y Chance soltaron al hombre, Adrianne le rozó con un lateral del Orgasmastrón. Como había hecho el otro guarda, avanzó dando tumbos como si un rayo le hubiera atravesado y se derrumbó hecho un amasijo, contorsionándose en el suelo.

—Ella… es— exclamó Chance. —¿Qué es eso, algún tipo de pistola paralizante?

—Oh, es impresionante— dijo Adrianne con una risita ahogada pero probablemente no los mantendrá así mucho tiempo. Necesitamos atarlos y amordazarlos y ponernos en movimiento antes de que alguien se dé cuenta de que los guardas no están.

Yar y Adrianne dejaron a Chance atando a los guardas y entraron con precaución. Sólo había un hombre dentro. Adrianne le atrapó con el Orgasmastrón cuando se levantaba de la silla. Una rápida búsqueda en el escritorio en el que el hombre había estado sentando les hizo encontrar las llaves de la celda que estaba detrás de él.

Serena yacía desmadejada en la tercera litera de la derecha. No se movió cuando se acercaron. Más bien esperando que fuera una trampa, Adrianne se acercó a la mujer con cautela. Descubrió, sin embargo, que no era ningún truco. Serena estaba apenas consciente y sus ojos estaban desenfocados. — ¡Maldita sea! La han drogado.

Yar asintió. —Es una gran guerrera. No habrían conseguido capturarla de otra forma.

— ¿Y ahora qué haremos?

— Yo la llevaré.

Adrianne frunció el ceño, observando dudosa las proporciones amazónicas de la mujer. — ¿Puedes hacerlo?

— Debo— Se sentó en el borde de la litera y alzó a Serena. Ella clavó los ojos en él inexpresivamente un momento antes de que una sonrisa borracha se curvase en sus labios. —¿Edes tú, Yar?

—Sí, Ama Serena.

Ella le palmeó la mejilla… en realidad fue más bien una bofetada, aunque Yar no se inmutó. —Niño bueno—murmuró antes de que sus ojos se girasen en su cabeza.

Colocando su hombro bajo su estómago, Yar se puso de pie, maniobrándola hasta que la estabilizó. Chance los encontró en el cuarto exterior. — ¡Cristo Todopoderoso! Realmente no bromeabas, ¿eh?

Él giró rápidamente y se dirigió hacia la salida. Aún estaban luchando para atravesar el corte de la cerca cuando las alarmas se dispararon. Yar tuvo que soltar a Serena y arrastrarla a través de la abertura. Cuando Adrianne logró atravesarla, había vuelto a colocarse a Serena sobre los hombros. Sin embargo, en lugar de correr, se giró para ayudarla.

— ¡Corre! Ya tienes bastante de qué preocuparte. Puedo cuidar de mí misma.

Sin embargo, él mantuvo la misma velocidad que ella mientras corrían y ella estaba segura de que se retenía por ella, en vez de por su carga. Cuando llegaron al lugar donde habían dejado los caballos, colocó cuidadosamente a Serena en transversal al caballo que Chance había montado, y después la cogió a ella de la cintura y la izó sobre el otro, montando detrás de ella.

Pusieron los caballos al galope justo en el mismo momento en que un haz de luz los iluminaba.

Adrianne se alegró de haber dejado la furgoneta tan cerca como habían osado. Parecía imposible que de otra manera hubieran podido despistar a los soldados, ya que ellos no tenían necesidad alguna de guardar silencio. Antes de que hubieran cubierto la mitad de la distancia que separaba la base de la furgoneta, oyeron el ruido distintivo de un vehículo militar.

Adrianne estiró el cuello, girándose para echar una ojeada, y el corazón se le subió a la garganta. No iban a conseguirlo. Los caballos lo intentaban, pero no eran rivales para los de ese vehículo.

Los camiones estaban apenas a un cuarto de milla de distancia cuando furgoneta apareció a la vista, acercándose rápidamente. — ¡Darcy! ¡Arranca la furgoneta!— gritó Adrianne.

Para su consternación, nada ocurrió. — ¡Darcy! ¡Por el amor de Dios! ¡Están justo detrás de nosotros!— gritó.

Darcy apareció desde atrás de la furgoneta justo en ese momento, iluminada por las luces de cruce de los camiones militares que estaban justo detrás de ellos. Incluso desde lejos, Adrianne pudo ver que los ojos de Darcy estaban muy abiertos y asustados. Lo que no podía entender era por qué estaba al lado de la furgoneta, pareciendo muy asustada, en lugar de saltar al asiento del conductor. Al momento siguiente, ella descubrió por qué. Dos hombres salieron desde detrás de la furgoneta.

Eran los federales.

Adrianne se sintió enferma. Tenían a las fuerzas armadas detrás de ellos y a los federales enfrente y nada más que dos caballos cansados.

Volviéndose en los brazos de Yar, le besó rápidamente. — ¡Bájame y vete! Serena y tú aún podréis conseguirlo.

Él pareció asombrado por un momento, y luego torció la mandíbula. —No.

— El caballo puede correr más rápido sin dos personas en su lomo. Chance puede ayudaros a encontrar el camino de regreso a la aeronave ——

Mientras ella luchaba por bajarse del caballo, una luz cegadora los atrapó abruptamente.

Estupefacta, Adrianne miró a su alrededor, y luego hacia arriba, preguntándose cómo podía haber dejado de oír un helicóptero.

Sin embargo, no había un helicóptero encima de ellos. Era un cigarro puro liso, de plata. Los vehículos militares se pararon abruptamente, chirriando sus ruedas, mientras la aeronave se acercaba a la tierra y diez de las mujeres más grandes que Adrianne hubiera visto alguna vez salieron por el agujero que se había abierto en la parte frontal de la nave. Gritando como indígenas salvajes, disparaban ráfagas ligeras con algún tipo raro de armas que desintegraron los vehículos militares incluso mientras los hombres saltaban de los camiones en todas direcciones como si fueran ratas que huían de un barco que naufragaba, arrojando al suelo sus armas y corriendo hacia la base tan rápido como sus piernas podían. —Las hermanas de Serena— dijo Yar con una nota de resignación en su voz.

angelica


COLABORADOR ESPECIAL.
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Pobre Yar, me imagino como un hombre asi Yar y el orgasmastrón 9000. Marie Morin File

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