Serena era consciente de que su esclavo sexual, Yar, la estudiaba cuidadosamente mientras programaba la aeronave para su excursión a Las Vegas. Estaba prohibido enseñar a los esclavos. Sabían todo lo que necesitaban saber para dar placer a sus amas antes de salir al mercado, y en todo caso, la mayoría de mujeres estaban demasiado ocupadas como para gastar tanto tiempo con sus juguetes.
Por otra parte, también estaba prohibido visitar la Tierra y ella nunca había dejado que eso la molestara. Era una sociedad incivilizada, dominada por los hombres por alguna razón insondable. Los terrícolas eran niños tecnológicos al lado de su mundo, pero Serena había adquirido un cierto gusto por la cultura de la Tierra desde el tiempo en que, accidentalmente, había tropezado con el planeta hacía décadas, durante una de sus primeras misiones. Recientemente, había descubierto su pasión por el juego y la decadencia, disponibles en Las Vegas como en ningún lugar del universo.
En lugar de reprenderle, por tanto, le ignoró como generalmente hacía. Le gustaba su ingeniosidad. Supuso que eso debía de ser la razón principal para que aún no se hubiera cansado de él, si bien le había tenido durante varios años y, normalmente, hubiera comprado un juguete sexual nuevo al año, o a los dos años a lo sumo.
Cuando había acabado programar la computadora, se volvió hacia él y le palmeó en la rodilla. — Sé un niño bueno, vale, y no juegues con ninguno de los botones de la consola mientras estoy fuera.
—¿Te irás durante mucho tiempo, Ama?
—Al menos algunos días. Tal vez una semana. Estarás bien. La nave está bien escondida en este cráter lunar. Si una patrulla pasa por ahí, no debes, bajo ninguna circunstancia, contestar a su saludo. ¿Entiendes? De otra manera, corro riesgo de perder mi rango, y podría ir a parar al bergantín, y ya sabes lo que eso significa.
Él frunció el ceño. — ¿Me venderán para pagar tu multa?
Serena asintió.
—¿Qué debo hacer mientras te vas, Ama?
Serena alzó las cejas. — ¿Qué haces normalmente?
Su rostro se tornó sombrío. –Nada.
Serena sonrió y palmeó su rodilla otra vez. —Bueno, entonces haz lo que haces normalmente.
En lugar de mostrar alivio, Yar pareció aún más infeliz y Serena frunció el ceño. —¿No disfrutas de cruzarte de brazos? —preguntó curiosa.
Multitud de emociones cruzaron su rostro como si luchara en un debate interno. Finalmente, sonrió vagamente. —Me gusta hacerte el amor. ¿Te gustaría que te sirviera antes de que te vayas?
Serena sonrió abiertamente y palmeó su mejilla. —No esta vez, amigo. Estoy más interesada en el juego. Si necesito alguna distracción sexual, probablemente usaré un varón de la Tierra. Me divierten.
Yar se ruborizó y Serena frunció el ceño, estudiándole suspicazmente. —¿No estarás celoso, no?
Él se puso pálido. —No, Ama.
—Bien— dijo Serena, despachándole. —Me has preocupado por un minuto. Pensé que podría necesitar devolverte para reacondicionarte—.
Yar se retiró de la aeronave y corrió velozmente hacia la antecámara de compresión, sabiendo que Serena estaba a punto de abrir las puertas. Apenas la había sellado cuando se abrieron las puertas. Se quedó mirando el portal mientras ella sacaba la aeronave del interior de su nave.
Después de un momento, pensó en el visionador. Se suponía que no debía tocarlo, pero Serena se había ido. Ella no notaría la diferencia.
Cambiando de dirección, corrió a toda velocidad a lo largo del pasadizo y escaló la escalera hacia el cuarto principal de operaciones. Falseando una voz femenina, solicitó el funcionamiento de la computadora en la pantalla.
—¿Ama Serena?
—¿Sí?— Yar respondió con la misma voz.
—No suenas como el Ama Serena. Solo detecto una forma de vida y eso significa que eres el esclavo masculino, Yar.
Yar luchó con su irritación por un momento.
—Yar está usando mi voz registrada. Le dije que podía visionar la pantalla para distraerse mientras estaba fuera.
—¿Por qué no me programó antes de irse?
—Le diré al Ama Serena que cuestionaste sus órdenes cuando regrese. Te reprogramará— dijo Yar.
La pantalla parpadeó. Yar, aliviado, la estudió y finalmente vio la aeronave, que no era más que una mota de luz que se movía en esos momentos. — La aeronave casi está fuera de la vista. ¿Puedes ampliar la imagen?
Obedientemente, la computadora ajustó el zoom y Yar observó como la aeronave de Serena entraba en la atmósfera terrestre. Pareció descender muy rápidamente hacia el planeta una vez que había dejado el espacio. Mientras observaba, cuatro formas oscuras, como un enjambre de insectos de Barbron, aparecieron en la pantalla y convergieron en la aeronave. La aeronave de Serena empezó repentinamente un tipo extraño de baile, zigzagueando primero en una dirección y luego en otra mientras las formas oscuras la seguían. Yar frunció el ceño, preguntándose qué estaba haciendo Serena.
Muy repentinamente, dos de las formas oscuras colisionaron, creando una pelota de fuego y luz. El corazón de Yar se sobresaltó. —¡Esos bárbaros! ¡Atacan al ama Serena! ¡Haz algo!— exclamó.
—Necesito órdenes— respondió la computadora.
—¡Haz algo! — Gritó otra vez Yar.
—Eres un esclavo. No puedes emitir órdenes.
—¡Fuego! Antes de que alcancen su aeronave!
—Está prohibido llevar a cabo órdenes emitidas por un esclavo.— respondió la computadora.
Yar, frustrado, miró alrededor de la nave, pero supo que era inútil. Nunca había visto al Ama Serena disparar un cañón. No tenía idea de cómo disparar uno si la computadora rehusaba hacerlo. Impotentemente, observó cómo la aeronave de Serena continuaba el baile y giraba en torno a las formas oscuras que la perseguían como si estuvieran atadas a ella por un cable invisible. Muy repentinamente una de ellas se estrelló contra la aeronave. Se originó una pelota de fuego y humo. La otra forma oscura voló en la nube y, también, explotó.
Yar jadeó, observando con horrorizada incredulidad como la aeronave de Serena empezaba a caer hacia el planeta, dejando un rastro de humo. Después de varios momentos, se le ocurrió que la aeronave parecía intacta y no completamente fuera de control.
—¡Computadora, más cerca!—
Una vez más, la computadora amplió la vista, y Yar observó con miedo, como la aeronave daba un patinazo a través de la superficie y desaparecía finalmente en una nube de tierra y escombros.
Entonces, empezó a pasearse, preguntándose qué debía hacer. Serena había dicho que no debía hacer nada, pero ella no había planeado ser derribada por los bárbaros. Pensó que habría conseguido hacer aterrizar la aeronave, pero no creía que Serena pudiera regresar a la nave con ella.
Si pudiese convencer a la computadora para emitir una llamada de socorro...
Eso no funcionaría. Serena estaría furiosa. Alguien vendría, de acuerdo, pero estaba prohibido incluso entrar en este sistema solar, y la pena sería mayor por aterrizar en el planeta. Lo sabía. Se lo había oído decir a las hermanas de Serena…
—Computadora, llama a las hermanas de Serena.
— No puedo recibir órdenes de un esclavo.
Después de discutir con la computadora durante casi una hora, el miedo y la frustración de Yar se convirtieron en ira plenamente justificada. Empezó a registrar la consola.
—¿Qué haces, esclavo Yar?
—Buscando tu chip de memoria.
—¿Qué harás con mi chip de memoria?
—Quitarlo.
—No estás autorizado para quitar mi chip de memoria, Yar.
Yar no respondió.
—Si quitas mi chip de memoria, cerrarás el soporte de energía, Yar.
— No, no lo haré. Oí al Ama Serena hablar acerca de quitarte el chip de memoria. Tiene otro en alguna parte.
— Llamaré a las hermanas del Ama Serena.
Una sensación de satisfacción inundó a Yar y se sentó a esperar que la computadora hiciese contacto, intentando no pensar en qué pasaría con él si el Ama Serena no regresaba. También era posible que sus hermanas pudiesen venir a recuperar la nave y llevárselo como si les perteneciera a ellas, o venderle. También sería posible que pensasen que recuperar la nave no valía el riesgo de ser encarcelado y multado.
Podría pasar el resto de su vida atrapado en esta roca árida sin más compañía que la computadora.
Tuvo un escalofrío ante tal pensamiento.
— He logrado localizar a tres de las hermanas del Ama Serena. No puedo obtener respuesta de las demás.
Por otra parte, también estaba prohibido visitar la Tierra y ella nunca había dejado que eso la molestara. Era una sociedad incivilizada, dominada por los hombres por alguna razón insondable. Los terrícolas eran niños tecnológicos al lado de su mundo, pero Serena había adquirido un cierto gusto por la cultura de la Tierra desde el tiempo en que, accidentalmente, había tropezado con el planeta hacía décadas, durante una de sus primeras misiones. Recientemente, había descubierto su pasión por el juego y la decadencia, disponibles en Las Vegas como en ningún lugar del universo.
En lugar de reprenderle, por tanto, le ignoró como generalmente hacía. Le gustaba su ingeniosidad. Supuso que eso debía de ser la razón principal para que aún no se hubiera cansado de él, si bien le había tenido durante varios años y, normalmente, hubiera comprado un juguete sexual nuevo al año, o a los dos años a lo sumo.
Cuando había acabado programar la computadora, se volvió hacia él y le palmeó en la rodilla. — Sé un niño bueno, vale, y no juegues con ninguno de los botones de la consola mientras estoy fuera.
—¿Te irás durante mucho tiempo, Ama?
—Al menos algunos días. Tal vez una semana. Estarás bien. La nave está bien escondida en este cráter lunar. Si una patrulla pasa por ahí, no debes, bajo ninguna circunstancia, contestar a su saludo. ¿Entiendes? De otra manera, corro riesgo de perder mi rango, y podría ir a parar al bergantín, y ya sabes lo que eso significa.
Él frunció el ceño. — ¿Me venderán para pagar tu multa?
Serena asintió.
—¿Qué debo hacer mientras te vas, Ama?
Serena alzó las cejas. — ¿Qué haces normalmente?
Su rostro se tornó sombrío. –Nada.
Serena sonrió y palmeó su rodilla otra vez. —Bueno, entonces haz lo que haces normalmente.
En lugar de mostrar alivio, Yar pareció aún más infeliz y Serena frunció el ceño. —¿No disfrutas de cruzarte de brazos? —preguntó curiosa.
Multitud de emociones cruzaron su rostro como si luchara en un debate interno. Finalmente, sonrió vagamente. —Me gusta hacerte el amor. ¿Te gustaría que te sirviera antes de que te vayas?
Serena sonrió abiertamente y palmeó su mejilla. —No esta vez, amigo. Estoy más interesada en el juego. Si necesito alguna distracción sexual, probablemente usaré un varón de la Tierra. Me divierten.
Yar se ruborizó y Serena frunció el ceño, estudiándole suspicazmente. —¿No estarás celoso, no?
Él se puso pálido. —No, Ama.
—Bien— dijo Serena, despachándole. —Me has preocupado por un minuto. Pensé que podría necesitar devolverte para reacondicionarte—.
Yar se retiró de la aeronave y corrió velozmente hacia la antecámara de compresión, sabiendo que Serena estaba a punto de abrir las puertas. Apenas la había sellado cuando se abrieron las puertas. Se quedó mirando el portal mientras ella sacaba la aeronave del interior de su nave.
Después de un momento, pensó en el visionador. Se suponía que no debía tocarlo, pero Serena se había ido. Ella no notaría la diferencia.
Cambiando de dirección, corrió a toda velocidad a lo largo del pasadizo y escaló la escalera hacia el cuarto principal de operaciones. Falseando una voz femenina, solicitó el funcionamiento de la computadora en la pantalla.
—¿Ama Serena?
—¿Sí?— Yar respondió con la misma voz.
—No suenas como el Ama Serena. Solo detecto una forma de vida y eso significa que eres el esclavo masculino, Yar.
Yar luchó con su irritación por un momento.
—Yar está usando mi voz registrada. Le dije que podía visionar la pantalla para distraerse mientras estaba fuera.
—¿Por qué no me programó antes de irse?
—Le diré al Ama Serena que cuestionaste sus órdenes cuando regrese. Te reprogramará— dijo Yar.
La pantalla parpadeó. Yar, aliviado, la estudió y finalmente vio la aeronave, que no era más que una mota de luz que se movía en esos momentos. — La aeronave casi está fuera de la vista. ¿Puedes ampliar la imagen?
Obedientemente, la computadora ajustó el zoom y Yar observó como la aeronave de Serena entraba en la atmósfera terrestre. Pareció descender muy rápidamente hacia el planeta una vez que había dejado el espacio. Mientras observaba, cuatro formas oscuras, como un enjambre de insectos de Barbron, aparecieron en la pantalla y convergieron en la aeronave. La aeronave de Serena empezó repentinamente un tipo extraño de baile, zigzagueando primero en una dirección y luego en otra mientras las formas oscuras la seguían. Yar frunció el ceño, preguntándose qué estaba haciendo Serena.
Muy repentinamente, dos de las formas oscuras colisionaron, creando una pelota de fuego y luz. El corazón de Yar se sobresaltó. —¡Esos bárbaros! ¡Atacan al ama Serena! ¡Haz algo!— exclamó.
—Necesito órdenes— respondió la computadora.
—¡Haz algo! — Gritó otra vez Yar.
—Eres un esclavo. No puedes emitir órdenes.
—¡Fuego! Antes de que alcancen su aeronave!
—Está prohibido llevar a cabo órdenes emitidas por un esclavo.— respondió la computadora.
Yar, frustrado, miró alrededor de la nave, pero supo que era inútil. Nunca había visto al Ama Serena disparar un cañón. No tenía idea de cómo disparar uno si la computadora rehusaba hacerlo. Impotentemente, observó cómo la aeronave de Serena continuaba el baile y giraba en torno a las formas oscuras que la perseguían como si estuvieran atadas a ella por un cable invisible. Muy repentinamente una de ellas se estrelló contra la aeronave. Se originó una pelota de fuego y humo. La otra forma oscura voló en la nube y, también, explotó.
Yar jadeó, observando con horrorizada incredulidad como la aeronave de Serena empezaba a caer hacia el planeta, dejando un rastro de humo. Después de varios momentos, se le ocurrió que la aeronave parecía intacta y no completamente fuera de control.
—¡Computadora, más cerca!—
Una vez más, la computadora amplió la vista, y Yar observó con miedo, como la aeronave daba un patinazo a través de la superficie y desaparecía finalmente en una nube de tierra y escombros.
Entonces, empezó a pasearse, preguntándose qué debía hacer. Serena había dicho que no debía hacer nada, pero ella no había planeado ser derribada por los bárbaros. Pensó que habría conseguido hacer aterrizar la aeronave, pero no creía que Serena pudiera regresar a la nave con ella.
Si pudiese convencer a la computadora para emitir una llamada de socorro...
Eso no funcionaría. Serena estaría furiosa. Alguien vendría, de acuerdo, pero estaba prohibido incluso entrar en este sistema solar, y la pena sería mayor por aterrizar en el planeta. Lo sabía. Se lo había oído decir a las hermanas de Serena…
—Computadora, llama a las hermanas de Serena.
— No puedo recibir órdenes de un esclavo.
Después de discutir con la computadora durante casi una hora, el miedo y la frustración de Yar se convirtieron en ira plenamente justificada. Empezó a registrar la consola.
—¿Qué haces, esclavo Yar?
—Buscando tu chip de memoria.
—¿Qué harás con mi chip de memoria?
—Quitarlo.
—No estás autorizado para quitar mi chip de memoria, Yar.
Yar no respondió.
—Si quitas mi chip de memoria, cerrarás el soporte de energía, Yar.
— No, no lo haré. Oí al Ama Serena hablar acerca de quitarte el chip de memoria. Tiene otro en alguna parte.
— Llamaré a las hermanas del Ama Serena.
Una sensación de satisfacción inundó a Yar y se sentó a esperar que la computadora hiciese contacto, intentando no pensar en qué pasaría con él si el Ama Serena no regresaba. También era posible que sus hermanas pudiesen venir a recuperar la nave y llevárselo como si les perteneciera a ellas, o venderle. También sería posible que pensasen que recuperar la nave no valía el riesgo de ser encarcelado y multado.
Podría pasar el resto de su vida atrapado en esta roca árida sin más compañía que la computadora.
Tuvo un escalofrío ante tal pensamiento.
— He logrado localizar a tres de las hermanas del Ama Serena. No puedo obtener respuesta de las demás.