Con el corazón latiendo desbocado, Rayven hizo lo que le pedía. El altar, de mármol blanco, estaba frío debajo de él. Las palabras, frías como una tumba, revolotearon en el fondo de su mente.
Con rapidez, Salvatore encendió todas las velas de la iglesia. Un débil resplandor rosado llenó la capilla. La luz de luna pasaba a través del cristal sobre el altar, reflejando puntos de luz rojiza sobre los brazos y pecho de Rayven. Salvatore se situó al lado del altar. –“¿Estas seguro de que es ésto lo que deseas hacer?”.
-“Sí. ¡No, espera un momento!” Rayven se levantó, sus manos agarrando fuertemente la túnica de Salvatore. -"Antes debo ver a Rhianna, debo borrar mi memoria de su mente".
-"Si esto tiene éxito, no será necesario. Si no lo logras, yo mismo haré que ella no recuerde nada de ti ni de esta noche".
Con aprobación, Rayven se recostó sobre el altar de nuevo.
Introduciendo la mano entre los pliegues de su capa, Salvatore sacó una fina daga. La empuñadura estaba hecha de madera, el filo de plata maciza brillaba a la luz de las velas.
Rayven clavó los ojos en la daga. –“¿Un sacrificio de sangre, viejo amigo?”.
-"Sí. ¿Cómo te sientes?”.
-"Débil".
-"Es por las hierbas. Limpian tu sangre".
Rayven clavó los ojos en el cuchillo, incapaz de apartar su mirada de la afilada hoja plateada. La plata. Mortal para los vampiros. Un pequeño temblor de ansiedad le recorrió la columna vertebral. –“¿Vas a herirme?”.
-"Aquí es donde entra tu fe. Cuando llegue el momento oportuno, voy a desangrarte hasta el extremo de la muerte, y luego voy a devolverte a la vida, tu vida verdadera".
Rayven negó con la cabeza. Trató de levantarse, pero sentía sus extremidades pesadas, abotargadas. -"No... "
-"Debes confiar en mí, amigo mío. Las hierbas son la primera parte del proceso. Neutralizarán el componente vampírico de tu sangre y te permitirán resistir la llegada del amanecer”.
-"Mencionaste la fe... "
-"Ciertamente. Si, en lo profundo de tu corazón, tienes verdaderamente el deseo de dejar de ser inmortal, entonces te levantarás con el amanecer siendo un mortal en todos los aspectos. Si tienes alguna duda, el sol te destruirá".
Multitud de preguntas inundaron su mente, pero carecía de la fuerza suficiente para expresarlas en voz alta. Su cuerpo estaba entumecido; No podía mantener los ojos abiertos. Su sangre circulaba lentamente, caliente y pesada por sus venas.
-"Relájate". La voz de Salvatore parecía llegarle desde muy lejos.
Sintió un repentino dolor, bien definido en su muñeca izquierda y supo que Salvatore le había cortado la vena. Podía sentir la sangre como abandonaba su cuerpo, podía oír los latidos de su corazón, palpitando rápidamente por el miedo, desacelerándose a medida que la sangre era reducida drásticamente de su cuerpo.
Rhianna...
Salvatore acercó que una taza a los labios de Rayven, forzándolo a beber. Él supo que era sangre, su sangre, pero sabía como agua fresca y cristalina. Bebió de la taza una y otra vez, hasta que la nada le absorbió, flotando en estratos de blancas y brillantes nubes. Había esperado sentir los fuegos del infierno, perderse en la oscuridad. La luz quemó sus ojos y chamuscó su alma.
Esto es como lo debe sentirse al nacer, pensó. Rhianna...
Rhianna se paseaba de un lado a otro de la habitación, su mirada desviándose hacia la puerta una y otra vez. Miró a Bevins, pero él negó con la cabeza. Y entonces oyó la voz de Rayven llamándola por su nombre. El sonido de su voz era cada vez más débil, hasta que despareció.
Con un grito, salió del castillo, y corrió hacia la capilla.
La luz del sol se reflejaba en el edificio, iluminándolo con tonos dorados y rojizos, dándole un aspecto sobrenatural.
Se detuvo abruptamente, el miedo hacía que se corazón latiera aceleradamente y su boca se secara. Dio un paso adelante, y luego otro. La puerta estaba abierta. La luz del sol se filtraba a través de los cristales, reflejándose sobre el cuerpo que yacía inerte sin moverse sobre el altar. Rayas rojas manchaban el mármol blanco.
-"Rayven... " Su nombre salió como un murmullo de su boca. -"Oh, no... "
No supo como se había acercado, pero de repente estaba allí, a su lado. Su mirada escudriño su cuerpo. Había sangre en el altar. Tenía que ser su sangre, pero no podía ver ninguna herida.
Puso una temblorosa mano sobre su pecho. Su piel estaba suave y fresca. Pero no podía detectar ninguna latido en su corazón.
-“¡Rayven! Me prometiste que no me abandonarías. ¡Me lo prometiste!”.
Se arrojó sobre su pecho, las lágrimas ardiendo en sus ojos. -"Lo prometiste".
Se echó a llorar, las lágrimas cayendo sobre su pecho, mezclándose con la sangre del altar. -"Por favor no me dejes”.
-"Rhianna... "
Su voz, retumbo en su mente. Pero era real. Lentamente, levantó su cabeza, abrió sus ojos.-“¿Rayven? ¡Estas vivo!”.
-"Parecer ser que sí". Él supo instantáneamente que había perdido sus poderes. Los colores eran menos brillantes. No podía oír nada más allá de las paredes de la capilla. Aspiró profundamente, y las ventanas de su nariz se llenaron del aroma de las velas de cera, del roció y del perfume de Rhianna. Ningún rastro de sangre enardeció sus sentidos. Las pulsaciones de su corazón no retumbaban en sus oídos.
Se levantó lentamente. Se sintió extrañamente ligero, tranquilo. Y luego sonrió. El hambre se había ido. Por primera vez en cuatrocientos años, era libre... Libre de la oscuridad que había sido su constante compañera, libre del hambre que le había dominado. Miró a Rhianna. Ella era bella, la visión mas hermosa que había visto en toda su vida. Por primera vez desde que la había encontrado, su sangre no le tentó.
Rhianna le observaba cuidadosamente. –“¿Estás bien?”.
-"Soy mortal de nuevo" contestó. -"Parece que no puedo prometerte ya nunca más la eternidad".
-"Nunca quise “un para siempre"” dijo, la felicidad brillando en sus ojos. -"Sólo el tiempo de toda una vida con el hombre que amo".
-"Y eso tendrás, mi dulce Rhianna". Él recorrió con la mirada el portal, mirando más allá a la brillante la luz dorada. La luz le atraía, tentándolo con su calor, su pureza. El mundo que él quería, estaba afuera esperándolo más allá de esa puerta. Un mundo que podría compartir con la mujer que amaba.
-"Rayven... "
La rodeó con sus brazos y besó las lágrimas de sus ojos. -"Ah, mi dulce Rhianna, Salvatore afirma que ha sido la poción y mi fe lo que han hecho el milagro, pero yo tengo mejor criterio. Ha sido tu amor, el que me ha liberado de la oscuridad".
La felicidad burbujeaba en su interior y la besó de nuevo con alegría, levantándose tomó de la mano a Rhianna y salió andando a la luz del sol de un nuevo día, a una nueva vida.
Con rapidez, Salvatore encendió todas las velas de la iglesia. Un débil resplandor rosado llenó la capilla. La luz de luna pasaba a través del cristal sobre el altar, reflejando puntos de luz rojiza sobre los brazos y pecho de Rayven. Salvatore se situó al lado del altar. –“¿Estas seguro de que es ésto lo que deseas hacer?”.
-“Sí. ¡No, espera un momento!” Rayven se levantó, sus manos agarrando fuertemente la túnica de Salvatore. -"Antes debo ver a Rhianna, debo borrar mi memoria de su mente".
-"Si esto tiene éxito, no será necesario. Si no lo logras, yo mismo haré que ella no recuerde nada de ti ni de esta noche".
Con aprobación, Rayven se recostó sobre el altar de nuevo.
Introduciendo la mano entre los pliegues de su capa, Salvatore sacó una fina daga. La empuñadura estaba hecha de madera, el filo de plata maciza brillaba a la luz de las velas.
Rayven clavó los ojos en la daga. –“¿Un sacrificio de sangre, viejo amigo?”.
-"Sí. ¿Cómo te sientes?”.
-"Débil".
-"Es por las hierbas. Limpian tu sangre".
Rayven clavó los ojos en el cuchillo, incapaz de apartar su mirada de la afilada hoja plateada. La plata. Mortal para los vampiros. Un pequeño temblor de ansiedad le recorrió la columna vertebral. –“¿Vas a herirme?”.
-"Aquí es donde entra tu fe. Cuando llegue el momento oportuno, voy a desangrarte hasta el extremo de la muerte, y luego voy a devolverte a la vida, tu vida verdadera".
Rayven negó con la cabeza. Trató de levantarse, pero sentía sus extremidades pesadas, abotargadas. -"No... "
-"Debes confiar en mí, amigo mío. Las hierbas son la primera parte del proceso. Neutralizarán el componente vampírico de tu sangre y te permitirán resistir la llegada del amanecer”.
-"Mencionaste la fe... "
-"Ciertamente. Si, en lo profundo de tu corazón, tienes verdaderamente el deseo de dejar de ser inmortal, entonces te levantarás con el amanecer siendo un mortal en todos los aspectos. Si tienes alguna duda, el sol te destruirá".
Multitud de preguntas inundaron su mente, pero carecía de la fuerza suficiente para expresarlas en voz alta. Su cuerpo estaba entumecido; No podía mantener los ojos abiertos. Su sangre circulaba lentamente, caliente y pesada por sus venas.
-"Relájate". La voz de Salvatore parecía llegarle desde muy lejos.
Sintió un repentino dolor, bien definido en su muñeca izquierda y supo que Salvatore le había cortado la vena. Podía sentir la sangre como abandonaba su cuerpo, podía oír los latidos de su corazón, palpitando rápidamente por el miedo, desacelerándose a medida que la sangre era reducida drásticamente de su cuerpo.
Rhianna...
Salvatore acercó que una taza a los labios de Rayven, forzándolo a beber. Él supo que era sangre, su sangre, pero sabía como agua fresca y cristalina. Bebió de la taza una y otra vez, hasta que la nada le absorbió, flotando en estratos de blancas y brillantes nubes. Había esperado sentir los fuegos del infierno, perderse en la oscuridad. La luz quemó sus ojos y chamuscó su alma.
Esto es como lo debe sentirse al nacer, pensó. Rhianna...
Rhianna se paseaba de un lado a otro de la habitación, su mirada desviándose hacia la puerta una y otra vez. Miró a Bevins, pero él negó con la cabeza. Y entonces oyó la voz de Rayven llamándola por su nombre. El sonido de su voz era cada vez más débil, hasta que despareció.
Con un grito, salió del castillo, y corrió hacia la capilla.
La luz del sol se reflejaba en el edificio, iluminándolo con tonos dorados y rojizos, dándole un aspecto sobrenatural.
Se detuvo abruptamente, el miedo hacía que se corazón latiera aceleradamente y su boca se secara. Dio un paso adelante, y luego otro. La puerta estaba abierta. La luz del sol se filtraba a través de los cristales, reflejándose sobre el cuerpo que yacía inerte sin moverse sobre el altar. Rayas rojas manchaban el mármol blanco.
-"Rayven... " Su nombre salió como un murmullo de su boca. -"Oh, no... "
No supo como se había acercado, pero de repente estaba allí, a su lado. Su mirada escudriño su cuerpo. Había sangre en el altar. Tenía que ser su sangre, pero no podía ver ninguna herida.
Puso una temblorosa mano sobre su pecho. Su piel estaba suave y fresca. Pero no podía detectar ninguna latido en su corazón.
-“¡Rayven! Me prometiste que no me abandonarías. ¡Me lo prometiste!”.
Se arrojó sobre su pecho, las lágrimas ardiendo en sus ojos. -"Lo prometiste".
Se echó a llorar, las lágrimas cayendo sobre su pecho, mezclándose con la sangre del altar. -"Por favor no me dejes”.
-"Rhianna... "
Su voz, retumbo en su mente. Pero era real. Lentamente, levantó su cabeza, abrió sus ojos.-“¿Rayven? ¡Estas vivo!”.
-"Parecer ser que sí". Él supo instantáneamente que había perdido sus poderes. Los colores eran menos brillantes. No podía oír nada más allá de las paredes de la capilla. Aspiró profundamente, y las ventanas de su nariz se llenaron del aroma de las velas de cera, del roció y del perfume de Rhianna. Ningún rastro de sangre enardeció sus sentidos. Las pulsaciones de su corazón no retumbaban en sus oídos.
Se levantó lentamente. Se sintió extrañamente ligero, tranquilo. Y luego sonrió. El hambre se había ido. Por primera vez en cuatrocientos años, era libre... Libre de la oscuridad que había sido su constante compañera, libre del hambre que le había dominado. Miró a Rhianna. Ella era bella, la visión mas hermosa que había visto en toda su vida. Por primera vez desde que la había encontrado, su sangre no le tentó.
Rhianna le observaba cuidadosamente. –“¿Estás bien?”.
-"Soy mortal de nuevo" contestó. -"Parece que no puedo prometerte ya nunca más la eternidad".
-"Nunca quise “un para siempre"” dijo, la felicidad brillando en sus ojos. -"Sólo el tiempo de toda una vida con el hombre que amo".
-"Y eso tendrás, mi dulce Rhianna". Él recorrió con la mirada el portal, mirando más allá a la brillante la luz dorada. La luz le atraía, tentándolo con su calor, su pureza. El mundo que él quería, estaba afuera esperándolo más allá de esa puerta. Un mundo que podría compartir con la mujer que amaba.
-"Rayven... "
La rodeó con sus brazos y besó las lágrimas de sus ojos. -"Ah, mi dulce Rhianna, Salvatore afirma que ha sido la poción y mi fe lo que han hecho el milagro, pero yo tengo mejor criterio. Ha sido tu amor, el que me ha liberado de la oscuridad".
La felicidad burbujeaba en su interior y la besó de nuevo con alegría, levantándose tomó de la mano a Rhianna y salió andando a la luz del sol de un nuevo día, a una nueva vida.